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domingo, 27 de octubre de 2019

La fuerza de lo íntimo. 27 de Octubre



No soy un gran fan de Superman. Parece un mito dedicado a confortar un mundo sin orden en una figura moral indestructible. Sería hermoso que existiera, mas como narrativa no resulta atrayente; el conflicto es el padre de todas las cosas y lo invencible oculta lo que nos deja inermes y sin reacción. En otras palabras, lo que nos promete seguridad nos arrebata opciones.

Hay algo, sin embargo en lo que Superman excede su normal alegoría. La kriptonita, ese mineral del planeta del que vino y que es su veneno. De alguna forma, creo que todos sentimos que lo que nos punza con más dolor y amargura es lo que nos forma, algo de lo que no podemos desprendernos sin sentir que nos hacemos otros, como si interpusiéramos un velo al mundo para esconder su falta. Quizá vamos formando una máscara al calor de los años y cuando queremos darnos cuenta, no todas sus partes se remueven con facilidad. Ay, pues a la esperanza de la mejora y su aliento, en las mejores horas inasequible, se opone la urgencia del tiempo irremediable. Y es entonces cuando algo nos recuerda lo pasado, lo perdido, lo que una vez soñamos. Es la fuerza que poseemos para hacernos daño a nosotros mismos, sin tregua ni descanso. Como la mirada triste del héroe cansado tras la pelea contra lo que siempre regresa, extendemos la mirada en una tierra baldía y el sol siempre se oculta para traer una luz melancólica. En esos campos yermos donde habita el silencio.

Hay días así, quizá hoy es uno. Y sin embargo, Superman siempre sigue acudiendo a la llamada. Quizá el hecho de no cansarse a pesar de las cuitas y la voluntad implacable del mundo de desordenarse es su rasgo definitivo. Eso merece un aprecio. Puede que en nosotros habite la verdad de todas las cosas, también, San Agustín así lo afirmó. En ese caso, lo que nos forma no solo puede herirnos e infectarnos, sino también sanar lo que duele. Seríamos otro campo más en la batalla entre un bien que nadie acaba de conocer y un mal que a todos confunde. Pues tal es la naturaleza que arrastramos. al impulso moral de la sanación se opone una jauría de reproches, cabalgando sin brida en el invierno de nuestro descontento. Pero así ha de ser, y a la kriptonita decido entregar mi esfuerzo vano al fin, pero útil en el momento de condensar mi deseo sobre la hora presente.

Dundalk llora y viste sus árboles de otoño. Arrastra sus muchedumbres a tiendas y luces y deja el camino a la montaña desangelado y oscuro. Como si tuviera poderes, arrastro mi voluntad hacia la sombra y allí decido a dar a mi camino hambre y a mi descanso, calma. Superman reina en Metropolis oponiendo sus poderes al cambio incesante. Yo pretendo, antes de que el mundo me olvide, oponer al mundo que se hastía y sufre, mi momento de paz. Mientras, dentro suenan aullidos por entre los acantilados que solo la tormenta ilumina y afuera la pequeña ciudad se prepara para recogerse en el significado de su noche.

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