De repente aspirando toda la luz del mundo
Saber ver la belleza en los mensajes breves
En el golpe de gracia y la comprensión súbita
De páginas que vuelan sobre la mar de hielo
Pues vienen del ayer y viajan hacia el absorto invierno
Donde la rama desnuda ofrece aún sus preguntas:
Ser pájaro y ser capa de nieve en ella
Para saber cuando vibrar y cuando posarse en el tiempo que nos queda.
Aprender a perder, como cristales rotos
Que reflejan el resplandor del cielo amanecido
En un caos que no eleva, ni calma, ni sostiene.
Caminar en círculos alrededor de la verdad
Contra el amanecer inmenso y su herida abierta
Siguiendo el hilo de seda que alza el alba
Cuando hasta las sombras pretenden esconder promesas.
Seguir adelante, que es el único mandato
Para todos los que ocupamos un alma y alzamos un escudo
Y aprender a alabar, la lealtad, a domar el miedo;
Armarse de valor y quebrar cada lanza, caer sin deshonor
Y con audaz latido. No dar tregua ni pedirla, débil;
Ser dignos de nuestra palabra y el filo del acero
Que vibra con su furia que estremece al aire.
Soportar la soledad sin llenarla de más yo ni bajezas;
Con las manos ebrias y el corazón fiero
Caminar contra el recodo inacabable.
Y antes de volver a cegarnos y entregarnos al otro
Que vela y porfía mientras nos cuida el sueño
Sostener la mirada implacable que tiembla en el espejo
Alzando los dones concedidos otro día de vida
Por la gracia gélida y dorada de la temible esfinge;
Pues entre todas las cosas conocidas
Esa es la más difícil.
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