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domingo, 9 de febrero de 2020

La soledad y un día.Nueve de febrero.

El material del que están hechos los sueños es elástico y duradero. Puede que sea simplemente tu propia imaginación; en otras palabras, el arte de combinar a placer tus recuerdos, reales o también imaginados. Como todos los juegos, es infinito y como toda posibilidad, se esconde en un laberinto de causas que iniciamos sin saber a qué puerta nos atraerán.

Como todos, también imagino iniciar cada día un nuevo camino y me mueven las mismas pasiones simples que a la mayoría. Sin embargo, creo que hay algo en lo que no reparo demasiado y me hace falta: la posibilidad incierta de un nuevo inicio, hollar estremecido donde pocos lo han hecho antes y donde antes no pensé que lo haría. No tiene por qué ser grandiosa o reconocida, pero debe ser ardua y misteriosa.Creo firmemente que las más bellas auroras aún no han despuntado y que no hay lugar mas mágico e ignoto que el que se presenta ante mí. Pero, ay de mí, lo olvido fácilmente. En un mundo en el que la sobreactuación y la simpleza reinan por la desidia de las almas acomodadas, la pelea individual por una aspiración se demuestra como un acto de héroes. A la vez, me digo que ser un héroe es colocar la cabeza bajo la guillotina que accionan opinadores insensatos en esta época de resentimiento universal.

Queda el arte; esa forma de pensamiento intenso, concentrado, en el que un alma singular intenta transmitir a otros una forma distinta y especial de ver el mundo. Queda la música y su sutil manipulación del tiempo. Queda el valor de la palabra y la energía que transmite la amistad caudalosa y serena. Y también queda el valor íntimo de la soledad, su presencia encantada. Como los peligros de las mitologías y los cuentos de hadas, presenta una vertiente venenosa para aquellos a quienes corrompe; ellos traicionan su alma y se alejan del devenir de los demás. Sin embargo, la soledad suele ser un don que nos ocupa a veces para pensar mejor y escapar por unas horas de la jaula de nuestra propia época y lugar.

Hoy es domingo. El domingo de la existencia tradicionalmente se presenta como algún sitio en el que no pasa nada porque no hay nada en él que pueda pasar. Creo que también puede ser un tiempo de promesa e inspiración; a él quiero comprometerme hoy, dando uso de los pródigos dones de mi vida en un altar de consuelo y promesa. Quiero que el tiempo que me sea concedido esta semana que se acerca sea de apoyo y nostalgia creadora, no la que paraliza. Quiero que en él haya tiempo para adentrarme en los océanos y selvas que atesoro, e invitar a otros en ellos, como ellos mostrarán los suyos propios. Quiero no darme importancia y distinguir lo relevante de lo accesorio. Quiero en fin, gozar de la calidez de los días en una soledad acompañada de buena gente y buenos momentos, mientras se elevan las nubes y los rayos del sol iluminan las cadenas invisibles del tiempo y el espacio, rotando todos nosotros en un olvido aparente en el espacio que media entre la eternidad del origen y el fin, que dura lo que dura toda nuestra soledad y un día.

Dundalk es azotado por una tormenta de nombre amable; las ramas crujen y el viento se levanta, para alabar el fuego de los hogares que ofrecen su ternura y cobijo.







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