No quiero ser papa frita, ni papá, ni Patriarca ni Padre fundador, ni papamoscas. Digo que quiero pu-to-ser-el-Pa-pa. El Papa, el de Roma, cabeza y ariete de la santa madre fuera de la cual no hay salvación posible. Quiero ser el último emperador de Roma, acuñar un sello propio, llevar a cabo una actividad legislativa sobre este mundo y el que venga. Quiero vestir la púrpura y el oro sin tener que enfrentarme a un toro, quiero llevar una tiara colosal sin que del manicomio me vengan a encerrar. The fucking pope, oh yeah.
Vivimos en una época de teleñecos opinadores que se informan la noche antes en la Wikipedia para ir a una tertulia y cobran por regurgitar el conocimiento de otros, haciendo pasar ese engrudo por savia de sabiduría. Contra ese postureo, infalibilidad en el dogma. Ahí les hemos dao. Vivimos la exageración y la soberbia del histrión, en las redes sociales y en una realidad que es tan pasiva que se ha convertido en un teatro donde los clientes aburridos buscan novedades y olvido de sí mismos en una reinvención constante. Contra esa mentira ubicua, me da igual si eres Senior Manager en Forensic Technology y Artificial Intelligence, o CEO en la compañía New Trends and Development of the futuro, o si tienes un diploma de Haaaarvaaaaarrrrrrrrrrrrrrrrrrrd por la consecución de los objetivos más importantes en el ámbito de la excelencia. Soy el Papa, ¿te enteras? Quizá trabajes donde han estado Jobs o Bezos, a mí que me cuentas. Entre nuestros ilustres empleados estuvieron Bramante, Velázquez, Bernini y Miguel Ángel. Atrápame si puedes. Tengo anillo del pescador y Camarlengo, heredo dos mil años de historia. Hagas lo que hagas no puedes competir. En este mundo y en el cielo el Papa manda y no tu panda.
No puedo negar que estoy algo sugestionado. Igual que hay un síndrome de Jerusalén y algunos visitantes creen ser personajes bíblicos, quizá he cogido síndrome del Vaticano. Sería virtual, estoy viendo The Young Pope y me esta gustando mucho. Me apetecía ver algo de Paolo Sorrentino, en esta mezcla de humor, irreverencia y profundidad emerge algo que está más allá de todas las palabras y chorradas que derramo aquí hoy y en mi vida, una leve soplo de verdadero espíritu, que sopla donde quiere. Reclamo ese reino de paz, búsqueda, agonía, caída, fuerza y alegría que dan fuerza a los que creen que el alma puede dar color a este mundo gris, aunque sea para un tiempo siempre escaso y un ámbito perpetuamente en peligro.
Miro al aire con dudas. No es fácil que pueda llegar a ser Papa, seamos honestos. Pero quien dice que no. No hay enemigo pequeño, la fe mueve montanas, con diez se juega mejor que con once y Kevin Prince Boateng fue delantero del Barça. El viento encrespa el oleaje del río al acercarse al puerto y una voz que viene más allá de las edades y nuestras tribulaciones durante el breve tiempo que nos sea concedido tiembla en el espíritu para que lleguemos a ser la mejor versión que somos, una llama de alegría. A ello vamos, y a poco que se dé un poco bien, escribiré algún día entradas en esta bitácora desde la Capilla Sixtina. Ab insomne non custita dracone. Adeste, Fideles.
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