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martes, 18 de mayo de 2021

18/05. Nómadas

que buscan los ángulos de la tranquilidad. En las nieblas del norte, en los tumultos civilizados, entre los claros oscuros y la monotonía de los días que pasan... Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo...

La encontrarás, la encontrarás al final de tu camino.





Espero que la hayas encontrado, maestro, querido amigo. 

No es difícil trazar las admiraciones que forjan una vida, no por acercarnos a ser alguien, sino por aquello que aspiramos ser, nuestros enamoramientos. En este caso, todo empezó con un disco que teníamos en casa, mi madre había comprado el album con algunos éxitos de Franco Battiato en español. Son de la época de los ochenta, atrás ya su etapa experimental, centrado en un pop muy pegadizo y elegante con letras esotéricas que mezclaban la sabiduría oriental, la Europa ancestral de tribus y el ascenso de un difuso logos, ritmos árabes, letras de rock y la expresión de una personalidad excéntrica y cautivadora.

Desde entonces, ha sido parte de mí, como lo pueden ser otros amigos y compañeros, la gente que nos deja su huella y que con suerte para nosotros, se lleva algo de nuestro lado que es lo único que acaso no se pierda. He bailado, pensado y disfrutado a su lado. Hemos buscado juntos un centro de gravedad permanente. Sin saber apenas palabras de su idioma tan hermoso, he aprendido frases, sonidos que él cantaba, y los he tarareado. He viajado de su mano por vastos territorios de imaginación y su música ha mecido momentos dichosos que hoy atesoro y que debo guardar conmigo.

Le leí hace unos años en una entrevista que estaba satisfecho de su vida y que solo pedía ya un tránsito sereno, una buena muerte. Vivimos una época de negación, pero creo que ese es uno de los mayores dones que una persona puede esperar. Espero que la hayas encontrado y ahora seas un nómada en otras dunas y praderas, cantando para las caravanas que pasan, venidas de una estrella en el cielo de la tarde que fue nuestro mundo, llevando tus notas evocadoras de él como hiciste en éste con otros que quizá fueron antes y ya no sabemos recordar. 

La ciudad se despierta con un cielo diáfano, como de una pintura veneciana. Caminamos en ella, provincianos de la Osa Menor, como sombras que a veces se impregnan de luz. Hay quienes ayudan a forjar ese fuego más alto, mas intenso y puro. Por todo lo que se queda, gracias y que su voz perdure. Que nunca se abandone y que parta en la nave del millón de años. Y que hayas podido ver la luz verdadera, de la que nosotros solo somos sombra. La brisa pasa como un beso tierno y las inmensas preguntas hoy lucen más grandes, ansiosos de la eternidad que aún se esconde. Es tiempo de escapar de este ciclo de vida. Descanse en paz y que brille sobre él el buen recuerdo y el fulgor que nunca se envanece ni esconde.




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