De súbito y tardía preguntaste
En un disparo de repente lanzado
Si es nuestra edad la que nos salva y guía
De los embates del deseo frustrado
Que ya hendieron certeros.
En fin, cuestionabas si nos expulsaron el primer día
Del único paraíso luciente y verdadero.
Si vivimos días de cobre o somos prisioneros
De emociones en almoneda vendidas
Baratas réplicas del auge verdadero,
Idénticas a las de aquel mundo
Mejor que ya no vive en este,
Y duerme como los proverbiales justos
Que también se perdieron.
Si el pasado cura o hiere con su miel,
Si nos resignaremos a los pasos lentos
O nos consumiremos en violentas ráfagas
De futuro que acecha impasible y severo.
Decías si acaso es nuestra vida un recuento de noches
Y tragos silenciosos, si ya no hay nada que nos turbe,
Ni la chispa del hacha ni el fulgor del escudo.
Si todo aquello que nos quiebra lo pagamos a plazos
Mientras sonreímos ingenuos frente a lagos oscuros.
Lo estaba pensando ahora, traído por el cielo,
Un interrogante vuelto de ojos hacia la calle cruda
Y he recordado esa voz que preguntaba
Como el fluir del arroyo hacia una nada turbia
Allá donde todo se sabe y es superfluo
(Porque del saber, nos dijo Dios, viene la culpa).
Qué hacer, a dónde ir. Donde buscar el silencio
De la mar urgente, si en escondida ruta
Nadar sus olas breves o escalar la galerna
Hacia una línea de luz desconocida y pura
Que es más lejana aún que nuestro olvido,
Allá donde la noche se desnuda, lúbrica.
Quizá ese olvido que muerde los tobillos
Sea la respuesta última
Y una casa que habitar. Mansos, ajenos.
Sin miedo ya de despertar un día
En el lugar donde todo ha de empezar de nuevo
Sin ganas de recordar ni de brindar.
Mas aún no llega. El recuerdo vibrante aviva el sueño
Y ha estremecido de hielo la conciencia
Como un golpe de mar que golpea las rocas.
Frente a él, frente a ella
Buscaba razones de tus cuestiones últimas
Tratando con ello de aliviar la urgencia
De saber si en la madrugada te sirvieron,
Si fueron alguna noche el faro entre tu niebla,
Si el enojo te cubrió o si un amor templó tu fuego
O quizá, si nada nos podía molestar entonces,
Inocentes y pérfidos, hechos de llamas y de largos silencios.
Y en los bolsillos raídos que guardan las memorias
He resuelto indagar si esta vida, la mía
Ha sido apenas algo más que batallar un invisible reino
Que la fuerza que hoy sé que no tengo alzaría.
Tendría sus tardes soleadas, jardines, fuentes y aves
Sin reino ya del tiempo, pues sería armonía
Con estancias de asombro y magia y yo sería el centro.
Tan insolente e insensato me conté mi cuento.
Hoy, con la arrogancia de quien no ha cumplido nada
Veo las ruinas que el atardecer dispone
Entre la luz naranja de agostados campos
Que llaman suspirando desde el horizonte.
Y yo voy ligero, sin querer más nada
Que elevar la la tonada agria de quien ya no es joven
Y camina tranquilo porque nada lo atrapa, y parto
Hacia los valles tiernos que conocerán mis pasos
Para responder, al son del embrujo de sus arroyos claros
Si debo seguir por el camino ancho
O desviarme por la maleza extraña
y ya nunca volver para contarlo.
Sea como sea… si capturara el frío mis pasos errabundos
Olvidad las preguntas y los versos, solo existe el camino.
Mirad las flores leves que saludan el alba
Y dejadme entre esa bruma desvanecer mi olvido,
En ese lugar en el que nada existe
Y es más antiguo aún que el paraíso.
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