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domingo, 9 de mayo de 2021

Huésped de la niebla. Nueve de mayo.

Será la primavera que nunca rompe aquí. Será la diabólica espiral de restricción y miedo. Será el paso a un momento en el que seguramente ya haya pasado la mitad de la vida y lo que queda parezca mas gris. Será el domingo. Será esta soledad que odio tanto, porque la necesito y sin embargo trae un frío blanco inmóvil. Será todo eso, será algo que no puedo conjurar, pero hay muchos días últimamente que uno se siente un huésped de la niebla, una sombra difusa que se desvanece, tenue, en un baile festivo y amargo.

Hasta hace no mucho, la vida era una fiesta en un jardín nocturno, fijo el papel, flexible el futuro hacia nuevas opciones. Ay, ahora no solo sé, sino que siento que envejecer, morir, es el único argumento de la obra. Y no es una verdad que traiga demasiada angustia; todo lo aplana el cansancio. Porque me gusta la vida, sus soleadas plazas, la compañía de los amigos, la celebración del azar, pero me cansa hoy vivir. Puede que esté desperdiciando la vida con palabras vacuas. Temo no saber vivir de otra manera. No creo que sea un drama ni algo muy especial. Hay otros ojos con sed que veo pasar por mis días, absortos contra el viento, juncos que se doblan pero no quieren quebrarse. Hay una vida que late, pero esta tarde está lejos de mis latidos. Saber que no es justo que me queje no lo hace más fácil: no hay ningún mérito en mí, solo la amabilidad de la suerte hasta el momento. He fracasado sin épica y he logrado pequeños triunfos sin altivez. Sigo buscando entre la bruma que lo ha invadido todo, un poco de calor que la hiera.

La ciudad no ofrece nada porque nada puede ofrecer. Arrastra latas y cristales en un viento frío y cubre de nubes los parques y los patios. Solo se mueve el mar mientras el tiempo pasa agotado. Gente se encoge contra el frío y una luz blanca destapa las sombras de los muros viejos. Camino solo en la acera de una calle ancha y triste sin coches, como un derrotado pensando en anchos campos verdes, hechos de gloria y recuerdos que no existieron, una botella en un océano bajo la tormenta, huésped de la niebla buscando una luz que le sepa guiar para volver a casa.

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