- El ocaso del chut; lo llamo así por el sabor de infancia que me trae, cuando en el patio animábamos a nuestros compañeros, ¡chuta, chuta! Es un hábito que muchos aún conllevamos en partidos tensos frente a la tele, como si nos fuesen a oír. El caso es que da la impresión de que cada vez se tira menos a puerta desde lejos, o simplemente fuera del área. Supongo que la mejoría de todos los aspectos del juego hace menos eficiente esta suerte. Sin embargo, es hermoso ver un trallazo desde lejos, como el de esos alemanes o ingleses que no querían demorar la llegada de la emoción.
- La importancia del entrenador. Nos acostumbramos a verlos como males necesarios, rotadores, alineadores, pero como en casi todos los campos de la vida, cuando hay un buen entrenador, se ve la diferencia que marca. Tuchel ha construido un equipo rocoso, veloz, implacable.
- Hay cada vez más ciencia y menos arte en el juego. Era inevitable: hay que ganar, no hacer feliz y hay mucho dinero en la diferencia. Nos proyectamos en los equipos para hacer de sus victorias las nuestras. Una de las múltiples trampas de la identidad es exigir la perfección ajena para soportar nuestras propias imperfecciones. Y cualquier derrota es un drama.
- La fuerza del lobo es la manada, escribió Kipling. El Liverpool vendió juiciosamente por un buen precio a su estrella y fue campeón de Europa. El Chelsea hizo lo mismo y está en la final. Nunca es fácil en un entorno tan competitivo, pero la buena gestión de las organizaciones gana campeonatos. La estrella vende una imagen manufacturada del éxito, pero un jugador es mejor cuando sus compañeros lo aúpan. Un directivo del FC Barcelona fue reprendido por recordar esta verdad tan obvia.
- Hace un lustro, un cuento de hadas acabo felizmente en la liga más rica del mundo. El Leicester campeonó en un mar lleno de tiburones. De aquel equipo inolvidable, dos centrocampistas partieron a dos equipos punteros: Mahrez y Kanté, el crisantemo y la espada. Su éxito improbable hace unos años, mueve a la reflexión acerca de los caminos del éxito. Cuántos jugadores con el potencial habrán descarrilado en algún recodo del azar.
- Algunos aficionados sentimos cierto odio eterno al fútbol moderno. No se trata tanto de los aconteceres del fútbol, sino del circo que rodea a un espectáculo que ha simplificado el gusto en una búsqueda del máximo beneficio. El sabor añejo del fútbol inglés es quizá falso, hay más dinero que en cualquier otro sitio. No obstante, sus aficionados siguen reflejando esa luz de la devoción verdadera.
- Una de las razones por las que el deporte mueve masas es la oscura atracción del drama. La agonía y lo incierto dan razones para coger una bandera y desear defenderla. Tantos partidos no erosionan ese fulgor, pero restan belleza a la contienda. Losublime no puede vivirse todos los días. Creo que urge plantear un calendario de menos partidos de más fuego.
- En España somos, exagerando a lo bestia, generosos con lo cotidiano y mezquinos para reconocer la grandeza ajena. Vivimos pensando que el fútbol es técnica y que ganar con una condición física poderosa es un desdoro. Durante mucho tiempo, era desconcertante ver algo parecido con la maestría táctica de los italianos, auténtica nación puntera en lo futbolístico despreciada frecuentemente por estos pagos. Cuando nuestros equipos pierden, tiende a resaltarse la superioridad física como algo legítimo...pero no tanto. Parece que nos costara asumir que haya jugadores de primera con fortaleza física. Más nos vale aprenderlo.
- Hay un tópico muy pertinaz, 'este jugador al 70% es más que éste al 100%'. Me temo que en el deporte de élite las diferencias son mínimas y todo se decide en cuestión de fracciones de segundo y centímetros. De nuevo la idolatría a la estrella, de nuevo la ignorancia culpable contra la fuerza irresistible del equipo en el juego en el que quizá más importa la labor conjunta.
- Algunos creen que el fútbol es un asunto de vida o muerte, y es una actitud deplorable. Es algo mucho más importante que eso.
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jueves, 6 de mayo de 2021
Diez reflexiones sobre el fútbol. Seis de mayo.
Hacía bastante que no veía un partido de fútbol, aunque sigo retransmisiones de radio y la actualidad. Ayer pude ver el Chelsea-Real Madrid. No voy a hablar mucho del partido, una cabalgata de las valkirias contra un equipo muy meritorio y esforzado pero al que no le llegó para competir ayer. En lugar de eso, quiero dejar una serie de reflexiones por aquí, espero que no muy trilladas.
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