La literatura, como la vida, tiene meandros inesperados: se nutre de recuerdos y fantasías que nuestra mente crea para ordenar un flujo más bien caótico. El objetivo del narrador debe ser similar al de los que son libres y ansían la vida buena. Acomodarse al bullicio y hallar la música sutil que subyace para vivir a su son. Construir su propio sentido, como si dijéramos. En fin, una opinión como cualquier otra.
No obstante, la época parece privilegiar el volumen bruto, el barullo y la falta de claridad. Como lo que importa es la novedad, la competición hacia la sensación más ardua, la aseveración más gruesa, admirables narradores que no inician o continúan corrientes no son tan destacados como otros que colocan su barca en la dirección del oleaje. Y que más da. Al final, lo que es la cultura hoy no nos corresponde a nosotros decidirlo, sino a los que vengan después. De nuestra época actual, consumimos entretenimiento.
Creo que Agatha Christie llegará al futuro en plena forma, como lo está hoy. Que escritoraza. Eficaz y clara, sus tramas y su narrativa entretienen, asombran y gustan. En lugar del ensayo sociológico que confirme el sesgo de la muchedumbre frustrada, envolviendo el morbo en cuatro millones de páginas, ella crea ingeniosas narraciones en las que el misterio es más relevante que la sangre y la historia contada más que la cosmovisión prescindible de quien cuenta.
Hay otro aspecto que me resulta estimable. En una cultura popular necesitada de emoción artificial lograda con más volumen, los muertos son parte del paisaje en películas y libros. Los criminales gozan de un prestigio absurdo porque no son libres, bajo el yugo de las carencias de una sociedad que no les deja mucha alternativa. Las novelas de Christie revelan un impulso moral en el que el bien y el mal existen, y aunque la ambigüedad existe, es el resultado de las contradicciones de la condición humana, condenada a ser libre. Otras novelas parecen excluir la complejidad, cubriendo con efectos antinarrativos su gama de blancos y negros.
En fin, entiendo que esta entrada no tiene más sentido que recomendar a una novelista estupenda. No creo que lo necesite, afortunadamente; los lectores revelan sus preferencias leyendo y afortunadamente, la república de los libros está bastante ignorada como para que el estruendo de lo que es legítimo y no la impacte gravemente.
Hoy llueve y el viento ruge. No me gusta la literatura negra, en general. Entiendo que refleja y evoca una parte oscura de nosotros mismos y excita el impulso de destrucción que es el reverso de nuestra fragilidad aterradora. Y sin embargo, la libertad es vivir como si lo pudiéramos olvidar. El momento, el impulso, lo breve, delicado, lo efímero, como las gotas que resbalan por la ventana, dejando la realidad borrosa y la mañana con una luz lechosa, intemporal, brillante. Hay una isla, un tren, habitaciones donde el misterio y el suspense aún rigen. Llegan a nosotros desde esa luz tan clara. Aunque son sitios a donde no quiero ir, siempre hay excepciones. Y las manos de Agatha Christie llevan a esos lugares como ninguna otra. Viva ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario