Contra quienes tratan de imponer su voz contra quienes no pueden defenderse. Contra el poder que necesita esconder el eco de los que no están. A favor de la vida y del honroso recuerdo. En memoria, en fin, de quienes han caído y son inconvenientes para los mercaderes de voluntades, en epidemias, en desastres, en tragedias silenciosas que claman contra el poder.
Prohíbeme solo una cosa
Desde la soledad en la que ahora moras:
Que alce una palabra sobre todas tus palabras,
Un acto propio sobre tus actos libres,
Una memoria turbia sobre tu piel desnuda.
Permíteme que te acompañe antes de tu travesía
A la tierra ignota donde la fruta despertará tus labios de nuevo
Con el sobrio dolor y la llama del alma en una noche para siempre oscura.
Regala el recuerdo de tu nombre a quienes te quisieron y da gloria a tu vida
Cerrando los ojos, acunado en la verdad de lo que siempre vuelve.
Pídeme que acompañe a los sombríos que tu amor perdieron
Y que tus brazos sean el puente futuro que enlace con vigor los nuestros.
Porque al recordar, cuando quedan ojos y alma que aún conocen,
Oh, desdichada muerte, ¿dónde está tu victoria?
Pídenos que el escombro miserable no esconda
Las flores de futuro que sembró tu anhelo.
Prohíbeme solo una cosa,
Mientras afuera mercachifles y ebrios de poder se disputan tu cuerpo:
No dejes que les permita su venenosa última palabra
Que nadie edifique otro santuario que no diga quien fuiste
Que nadie se atreva a romper por siempre tu silencio sereno.
Y tú cabalga en las rosadas líneas del atardecer
Rumbo a la medianoche donde el alma reposa
Y el esclavo que somos se ve libre de su amo,
El tiempo, el devenir, la carga pálida y ardua
De la ceniza de los días, mirando hacia ese cielo
Que hoy se llena de ti como un jardín inocente, tranquilo
Y tu voz ya no es sino un eco en los oídos que te aman
Y riega de sosiego esta atormentada tierra.
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