Por alguna razón, parece difícil escapar de las opiniones de los otros y las propias. Sin embargo, no hay razón para ello: ¿qué gana uno dejándose la piel en una impresión fugaz? ¿Qué honor hay en añadir a la sucesión de confusiones otro equívoco más, como quien avienta la mies en la era? Desear trillar una afirmación más, reduciéndose a lo que su lengua declara en vez de lo que su brazo logra, es una declaración melancólica de impotencia. Y ese es parte del mundo que vivimos, fanfarrón y flojo.
Tengo para mí que Camus acertó de nuevo contraponiendo el sol inocente y jovial de su infancia al resentimiento hosco, que se nubla en su propia intención. Todo esfuerzo inútil provoca melancolía y la hipernovedad, la ansiedad por declarar opiniones es el más fútil empeño. Llegar a las manifestaciones concretas de la vida, una manzana, el sol, una sonrisa, un aroma, el gorjeo del agua, es penetrar la realidad con la alegría de invertir el tiempo en lo que acontece más allá del tiempo; acaso por eso dicen sabios que conocer es recordar.
Leí antes una frase estimable, "nunca la muerte formó parte de la vida como entonces". Entendiendo lo que quiere decir (creo), estoy en desacuerdo. La muerte es parte de la vida, su parte de ausencia, frío, pasado, olvido. No hay muerte y vida, solo hay vida. Es tan inmensa que contiene la muerte. Lo que no existe ha sido creado por y para nuestro miedo. Quizá por eso las opiniones, los muros contra lo que existe y la negación de lo que nos perturba, el rencor. No lo lograremos aquietar en el océano de 'lo actual ', pero es posible hacer de cada vida un sitio más habitable. Huye de la amargura, cobra coraje, confía y ten esperanza, agradece y no te agrandes, me digo. Los obstáculos son innumerables, pienso. Habrá que tratar de hacerlo lo mejor que se pueda. Opinar, sí, valorar acaso. Sólo lo necesario y útil. Lo demás, fruto agostado y pisoteado en el lodo de la moda de cualquier hora.
Desde esta ventana, el cielo está trufado de estrellas. Titilan misteriosas, ajenas a los insignificantes asuntos humanos y aún así agradezco que existan y su compañía en las horas sombrías y en los pensamientos más altos. Las aves nocturnas baten alas, el bosque aguarda. Un rumor de vida apaciguada y cierta corre con la brisa que une los ondulados campos. Uno se pregunta si no será el momento de variar el rumbo hacia poniente y atrapar esos momentos en redes de futuro. En cualquier caso, la ensoñación acaba pronto. El hielo o el fuego son ciertamente casi iguales y allá por donde cualquiera va, lleva consigo su novela.
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