Las luces declinan y los seres mágicos, benignos o maléficos, siguen apareciendo cundo la tarde languidece. Ya no les queda el caos propicio de los bosques ni la bruma desconocida del alta mar. Han venido para quedarse en la ansiedad, la duda, el tedio. Ni ya hay druidas conjurando su clemencia o apoyo. Hoy tratamos de ignorarlos, envueltos en el confort que excluye la salvación que ofrece el peligro.
Y hay remolinos de voces, y ebriedad de mentiras, y trampas que atrapan a quienes los dioses quieren confundir para que crean en todo, perdida la fe de sus mayores. En esos altares ofrezco las palabras fútiles que no serán pronunciadas y menos aún oídas, mientras los seres mágicos siguen poblando nuestro mundo convencido de su razón y orgullosamente raudo hacia el abismo.
Dundalk camina tieso de hombros como un gato hambriento entre callejones de cañerías sucias que gotean pausadas
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