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domingo, 9 de octubre de 2022

Lo más mejor. Nueve de Octubre.

Hace tiempo, me interesaron los premios. Hay una bruma en muchos aspectos acerca de quien era yo en ese tiempo para quien soy ahora. Supongo que buscaba una orientación en tantas cosas que empezaban a abrirse a mí que las clasificaciones y las competiciones daban un cierto sentido a ese brujulear, qué escoger, qué desechar. Como con todo, luego cada uno elige sus propios recodos para formar su camino y el de nadie más. Pero todo lo que nos ha acompañando sigue ahí, aunque lejos, al mirar atrás.  

El caso es que quería hacer caso a los premiados y a los que premiaban, deseaba que lo que me gustaba más fuera lo mejor considerado, en fin, deseaba que mi gusto coincidiera con quienes se supone poseen los gustos más sofisticados. Los Oscars, los Nobel, los Cervantes, incluso el Balón de Oro. Entiendo que el drama es el producto más cotizado para vender cualquier producto, y yo consumía con un punto de excitación los debates, como si fuera parte en ellos o, ay, como si fuera uno de los que estaban en la liza. Hay un memorable verso de Pessoa 'y cuando había gente, era igual a la otra'. Imagino que también hay en la asfixiante tendencia a tener una opinión, a tener más razón, a ser mejor el miedo mas simple y primario: ser tan parecidos que sintamos ser nadie, como Odiseo en la gruta. Y contra ello, destacar por lo que hemos vivido, aguantado, agotado, penado y disfrutado. La mejor hamburguesa de Nueva York, la mejor vista de los fiordos, la aventura, el detalle que finge quedarse con nosotros precisamente porque no es cierto. Solo lo real nos acompaña, y es apenas visible. Lo otro, verduras de las eras que son atractivas al prometernos hacer sentirnos por un instante otros.

Quizá de esta rebelión contra la usura del tiempo, las bofetadas indiferentes de la fortuna y el reparto inicuo de caracteres y talentos, la inclemente persistencia de los errores irreparables y la conciencia de la fragilidad, los dones fortuitos y la malandanza de la providencia caprichosa que no logran la plenitud, el baile sobre los pedazos rotos del espejo interior y las cicatrices agridulces de la experiencia no quede más que una conciencia herida y alerta por la fragilidad de las cosas que desea gritar pero solo alcanza a susurrar que quiere ser, distinta y reconocida, celebrada y concreta. La ansiedad de diluirse es terrible y la tentación de resaltar la identidad es difícil de combatir. Extender la identidad de lo que somos a lo que defendemos, opinamos y jaleamos como lo mejor, como lo superior, como lo único.

Puede haber otro camino, empero. Hay un personaje misterioso en El señor de los anillos. Tom Bombadil. Mientras los seres pasan y el poder los alienta y destruye, Tom pasea por sus dominios, que son todos, jovial y despreocupado, poderoso e inocente. El anillo no tiene efecto en él, la guerra no le concierne. Desea ser grande siendo entero, siendo él en cada segundo y en cada cosa que hace, debatiendo la dilución del ser con la alegría que une los fragmentos quebrados. Nunca es fácil, pero así es. Y la compasión y la amabilidad. Ayer vi una película original y profunda, Everything Everywhere all at once (Todo a la vez en todas partes). Hay un fragmento en el que se muestra el coraje del que parece débil, el cortés, que guerrea tratando de que su batallón sean todos y nadie quede atrás. Creo que no hace falta ser el mejor, tener el mejor gusto o ganar o acertar premios. Lo que importa es ser uno, ser la mejor versión que uno puede ser y esperar, y ayudar, a que los otros también lo sean. Por ejemplo, la película citada me pareció fantástica, ¿qué cambiaría si otros me gustaron más o ganaron más premios? ¿Por qué dejarse la piel en esas futilidades para validar lo que no puede ser validado fuera de mí?

Ha llovido bastante durante el día y las gotas repicaban contra los cristales con fuerza. Daban una intensa sensación de calma y bienestar. La luz clarea algo mas, pero el ocaso del otoño cada vez es más temprano. Las aves surcan el cielo de nubes más lentamente y las gentes van arriba y abajo del paseo a lo largo del río algo encogidas por las ráfagas de viento y el frescor de Octubre. Cuando caiga la noche, ojos escrutarán la oscuridad y las luces que súbitamente aparecen en los edificios mojados. Una página más en la novela de todas las vidas. Y entonces, todo comenzará de nuevo.




 

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