No podrá morir nunca.
Quienes avanzaron escarpados riscos y alzaron
Las manos en promesas que cancelaron el sordo agitar
De angustias que devoran por improbables tinieblas
Y tornaron la hastiada boca de pesar y vacío
Por el esfuerzo sin lamento de encontrar para otros
Ya no podrán morir.
Los que en la lluvia cedieron su pasado
Para que aquellos asustados se refugiaran
En la mentira con paz que condujo a la vida;
Quienes dieron alas a una duda grata y la arrostraron
Dignos y sin falta para que la hermandad prosperara,
Aunque supieran que al final, todo se perdería de nuevo.
Ni los que llamaron a la calma en la noche de ansiedad
Y vieron estrellas nacer en el precipicio de un amor funesto
Y cuando todo hubo acabado, el silencio miraron
Porque no hubo en su gesto miedo ni resplandor turbio:
Esos no morirán nunca.
No morirán los que dan su esperanza
Para que los hambrientos se colmen de luz en su oscuro paseo
Y ofrecen el fruto de su camino, que también se ha de agostar
Para que los dificultosos pasos de peregrino se aligeren.
Ni los que dieron al azar la flor de su corona, ni los que abrieron
En la falda de nieve un arduo sendero hacia el hogar tranquilo
Allá en la neblinosa cumbre.
Yo, que he conocido la fiereza sin fin
Y la hermosura salvaje del amanecer contra mi atormentada tierra
No me iré de su vibrante luz, ni perderé lo que atesoro.
Porque he conocido el brillo de la alegría
Seguirán sus encinas fuertes y sabias conmoviendo la aurora
Y aunque no sepa más, allí estarán mis labios
Prestos y bendecidos para sorber su delicado aroma
Ni los que llamaron a la calma en la noche de ansiedad
Y vieron estrellas nacer en el precipicio de un amor funesto
Y cuando todo hubo acabado, el silencio miraron
Porque no hubo en su gesto miedo ni resplandor turbio:
Esos no morirán nunca.
No morirán los que dan su esperanza
Para que los hambrientos se colmen de luz en su oscuro paseo
Y ofrecen el fruto de su camino, que también se ha de agostar
Para que los dificultosos pasos de peregrino se aligeren.
Ni los que dieron al azar la flor de su corona, ni los que abrieron
En la falda de nieve un arduo sendero hacia el hogar tranquilo
Allá en la neblinosa cumbre.
Yo, que he conocido la fiereza sin fin
Y la hermosura salvaje del amanecer contra mi atormentada tierra
No me iré de su vibrante luz, ni perderé lo que atesoro.
Porque he conocido el brillo de la alegría
Seguirán sus encinas fuertes y sabias conmoviendo la aurora
Y aunque no sepa más, allí estarán mis labios
Prestos y bendecidos para sorber su delicado aroma
En una plegaria de arrojo y de febril euforia
Contemplando un ocaso incendiado...
Acaso el hoy no sea más que un rastrojo al viento
Inocente y que ha perdido conciencia de sí
Sobre la mar y no sea más que ausencia leve
Ausencia triste, como mi piel de niño.
Y tú, compañera, amigo, por mi amor os conjuro:
Viste y sirve al héroe que aún vive en tu alma.
No aceptes necios sueños ni te entregues al temblor sin fruto
Del alma de quien pasa los días refrenando su fulgor candente.
Rebélate contra la oscuridad, salta sobre el viento hacia la luz de luna
Y alcanza en un éxtasis de sacrificio la armonía,
Pues aquel que ha conocido el secreto sabor de la alegría
No morirá ya nunca.
Inocente y que ha perdido conciencia de sí
Sobre la mar y no sea más que ausencia leve
Ausencia triste, como mi piel de niño.
Y tú, compañera, amigo, por mi amor os conjuro:
Viste y sirve al héroe que aún vive en tu alma.
No aceptes necios sueños ni te entregues al temblor sin fruto
Del alma de quien pasa los días refrenando su fulgor candente.
Rebélate contra la oscuridad, salta sobre el viento hacia la luz de luna
Y alcanza en un éxtasis de sacrificio la armonía,
Pues aquel que ha conocido el secreto sabor de la alegría
No morirá ya nunca.
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