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sábado, 1 de octubre de 2022

Las estrellas. Primero de Octubre.





Busco lo cercano en lo lejano.
Voluntad de cambio en lo que nunca se conmueve,
El espejo del día en la gélida noche,
El arduo aliento de la hora en las estrellas.

Ellas me consuelan de este pasar distante
La órbita desencadenada entre lo que ocurre y siento,
Su indiferente maravilla que atesora la luz
Que luego deja huérfanas las formas que despierta.

Busco acaso respuestas en el cielo.
Más que un zahorí, un modesto eremita
Que desea ponerse en paz con Dios y ansía la Gracia,
Aprender que cada instante es profundo y entraña
Constelaciones de significados y un secreto mapa,
Semilla de todo lo que será, tumba de lo que pudo ser...

Y libre al fin de sí, esperar un ocaso para desvanecerse.


Las estrellas persisten su embrujo intacto y poderoso.
Nunca nos miran y no saben que existen,
Objetos celestes sin más espíritu que el humano deseo
De pervivir, de ser latente raíz bajo la nieve
Y despertar cuando la primavera fecunda los floridos campos.


La vida es frenesí en pos de otras quimeras;
No queda voluntad de escudriñar las sombras
Y mirar hacia el cielo es un vicio insolente
Una tarea perdida que no acarrea réditos
Ni espera ser compartida o ansiada.


Miro ese mar inmenso sobre nuestros ojos,
Y sé que nunca veré lo que ha ocurrido
Allá en los amplios espacios donde el silencio reina
Sin saber de cuitas, desamparo o euforia.
Sólo ser sin saber que están siendo:
Libres de deseo, quizá merezcan alma.


El alma nos vestirá a nosotros cuando sepamos ver
En nuestra oscuridad en la que no clarea
El olvido, el temor, la dicha o el remordimiento;
Allá unirá su brillo al de los que habitan afuera,
Desde los aprendices de Ur, los babilonios, los caldeos,
Los que reposan después de largas jornadas olvidadas,
Todos los otros que contemplaron sin ser mirados nunca.
Ojos que fueron huesos, huesos que fueron polvo, polvo que siempre es nada.
Tan invisibles y perdidos sin saber que lo estamos,

Sedientos de miradas, de luz y de consuelo,
Hijos de las estrellas,
Hogueras perpetuas de fulgor y silencios,
Refulgentes esferas de desdén atávico,
Oh, madres frustradas de un perpetuo vacío.

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