He visto "Loving Vincent" hace un rato. Qué voy a decir, os recomiendo que veáis como los cuadros de un museo cobran vida y nos llaman. Es una experiencia fascinante. La historia no añade mucho, una historia detectivesca acerca de las circunstancias de su muerte a través de diferentes personajes y puntos de vista.No muy trillado, no rompedor.
En fin, no puedo añadir demasiado a la muy agradable experiencia de su visionado. Solo hay una parte que quisiera rumiar durante algunas horas más, y concluir sin llegar a puerto. En un momento, dos personajes hablan de la "verdad del artista". Que pudo aprovechar al pobre Van Gogh, a otros artistas que sacrificaron otras verdades que hacen la vida más llevadera (en mi ciudad, recuerdo a un poeta bohemio, Adares, vendía sus libros de poemas al lado de la Plaza Mayor), toda esa verdad difusa, invisible, al lado del desprecio, la soledad o incluso el acoso. De que sirve ese amor que no se sabe expresar a los demás salvo codificado, en un arte personal en el que otros nunca llegarán a ese encuentro. De qué la fama inmortal, los museos, las estatuas y los recuerdos almibarados frente a los ojos que cierran las puertas y el callejón sin salida del desamparo. De qué sirve la inmortalidad al lado del afecto presente. Por qué sacrificamos la satisfacción presenta, nunca completa pero tangible, al lado de la verdad irrelevante de un futuro que será al final solo olvido.
Dundalk no sabría tampoco responder a esta pregunta, mientras las luces despiertan la noche como una noche estrellada en medio de ninguna parte.
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