En memoria de los caídos un once de marzo del que no queremos acordarnos.
Las nubes pasan y se rompen quietas.
El agua del estanque refleja el brillo vivo
Del temblor de su cambio bajo las hojas secas.
No todo lo que acaece posee solución
No saldremos de este mundo sin algún vacío.
La vida repta y vuela coronando su esencia
Misteriosa conciencia de un ser desconocido.
Todo es cambio y es constante. Eres pregunta y latido,
Rápida agua fresca, luz de amor, espaciosa tiniebla,
Sonrisa de la nada, milagro herido, perdido resplandor
En un cielo mejor, ansia del corazón, caricia de la estrella.
La condición humana cimbrea al son del viento
vibración de campana sobre un desierto sin nombre
chispa de conocimiento dentro del vértigo incesante.
No temas al destino: su espalda nada finge ni esconde.
El abismo de ecos a que el tiempo sin pasión nos guía
un rumor de misterio cobija. La fuerza más extraña
es el lamento que descubre el revés de ese espejo
y anhela la plenitud de unión al ardor de la mañana.
El estanque del parque atardece con calma
Instante que imprime de cuestión la memoria
Las ondas del agua acarrean las dudas a la noche
Nuestro es el temor que queda. Suya la gloria.
No es todo es codicia y desazón, corruptible semilla.
Otra noche que cruje en el trabajo del lagar del tiempo.
En el estanque, formas brillantes y gemas de esperanza
Rellenan con agónica paz el fulgor del silencio.
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