Alejandro, conquistador del mundo, no vio que su imperio eran cenizas apenas unos meses después de expirar. Quién podría haber convencido a Van Gogh o a Cervantes la reverencia que hoy disfrutan, cuando sufrían en el momento en el que todo podría haber cambiado. Así es con todo. Lectora, cuando creo que algo persistirá, pienso y qué más da. No solo el tiempo es una ilusión impuesta por nuestras limitaciones. Tengo por más real ciertos pasajes de ficción y personajes que habitan en ellos que otros con los que me cruzo a diario y otros a quienes traté y ya he olvidado, como ellos a mí.
La memoria no puede suplir el instante. Por eso existe, por lo que ya no tiene remedio. Es vertiginoso pensar que cada paso que acometemos es para siempre. Cada decisión cierra un océano de posibilidades imaginarias a cambio de unas pocas reales. Lo que recordamos es una huella que nos permita seguir llamando yo a un conjunto de experiencias sin ningún otro nexo, me parece. Siento que lo que he imaginado y lo que recuerdo son de la misma pasta leve, fina, frágil. Es abrumador.
Traídas por las olas de esa mar misteriosa, en ocasiones vuelven a mí memorias que no tienen gran significado propio, en principio. Es como si los resquicios del recuerdo dejaran escapar algunos sin valor, acaso para recordarme quien soy, sea lo que sea que signifique eso. Me rompí el brazo. Vi amanecer desde un pueblo de montaña. Caminé por la noche entre paredes de piedra y candiles mortecinos. Viajé a un lugar muy lejano. Fracasé en todo lo que me propuse.
La noche se abalanza hacia diciembre y yo hacia su oscuridad. Estoy a solas, tratando de recomponer los paisajes del espejo, recreando una vida cualquiera. Manana habrá rostros que semejarán máscaras, pasos rotundos fatigando la calle, el rumor de un tren abriendo los campos, las estrellas en su trono vacío. Pero todo eso ya también son recuerdos que al cabo se perderán y quizá, es improbable, regresen cualquier segundo del futuro que me quede para ofrecerme asombro y puede que una duda. No sé si tiene algún sentido. No sé al lugar donde voy y no me gusta el lugar del que vengo. Sólo queda recoger los pedazos y seguir tratando de resolver el enigma, esperando que un sol generoso pronto llene de luz sus heridas de plata y me haga saber que solo me pertenecerá aquello de lo que me desprenda.
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