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viernes, 14 de abril de 2017

Jueves Santo 2017



En verdad te digo que cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras


Ya el camino se va apagando. El cielo amplio de Castilla te guiaba como un tejado que te amparase de todo. Bajo el anochecer inmenso, la lluvia deslizaba sus alfileres cálidos. Nada de eso importaba. Viajabas por los caminos pedregosos, alzando las suelas ansiosas. El libro que leías abría otras puertas y sus cuadernas apenas ensambladas te hacían considerar una imagen auténtica, beatnik, rover, vagabundo. Tenías tu casa, tus amigos, familia, tenías tu vida enlazada a la cintura. Ibas a donde querías.


No es más tu casa. Es la extrañeza del cielo que no es tuyo. Son las jornadas que no dan calor ni alumbran frutos. Es tu cansancio, la excusa que busca tu miedo. Es saber que el camino no es más que un trazo de hierba que desaparece entre la grama. No es la pérdida del reino al que te creías destinado, es su fulgor que sientes aún, como cuando niño, y no eres capaz de avivar. Es el umbral de la puerta, por el que entra voraz la noche. Es empezar a comprender, como traído por no se sabe que brisa nocturna, que el día se acerca en el que otro enlazará tu vida sobre otra cadena, y con hastío, con sonrisa, con odio y con ternura, te llevara adonde tú no querrás ir.

Dundalk mira torva la noche en que unas campanadas tratan de abrir el cielo. Pero no pueden.

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