Yo, que tantos hombres he sido y tantas auroras he contemplado, vi las maravillas del océano y escalé las cumbres nevadas, fui visir y mendigo, bebí hasta caer y ayune en honor de la divinidad, yo, que he albergado sueños hacia lo inmarcesible y levantado palacios, no he sido nunca aquel extremo que recibía un balón en ventaja para encarar y tenía enfrente a Mathieu.
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