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jueves, 27 de julio de 2017

El laberinto de la ira. 27/07.

En casa. He comprado un libro, "La Edad de la ira". Comparto algunas de sus ideas, otras me resultan forzadas. Es, en general, crítico, apasionado, grato. Me seduce su idea, nunca original pero  nunca suficientemente repetida, de que el yo es un laberinto y dentro de sus pasillos se esconde un conflicto que nunca cesa, que sentimos que nuestras ansias de dar se pudran con la aurora indiferente y que la mayoría vive, vivimos, una desesperación silente y destructiva.

Debajo del racionalismo, aduce el autor, Pankaj Mishra, debajo de la ilustración, la idea del progreso histórico, late una escisión, una ruptura trágica, la sensación de que se nos desperdicia. Élites corruptas, poderes fácticos, el señor Dinero y sus emanaciones refulgentes. El corazón es un cazador solitario y el bienestar material no es suficiente para consolarlo de una vida que anhela algo más de lo que recibe a diario. Millones experimentan ese hastío, el rechazo de un mundo sin compasión. Y la alienación invade tantos resquicios que hay lenitivos operando en muros y avenidas desiertas; todo sea por una curación espiritual de un mundo que niega el espíritu en público y se pierde sin él en privado. la aparente reaccin contra la modernidad también toma partido por una vida que se prometió y no llega, ajena a los envoltorios de la moda pero esencial e insoslayable.

Una cita es ilustrativa. De las Memorias del subsuelo de Fiodor Dostoyevski,

El Palacio de Cristal, la Exposición Universal… Sí, la Exposición es asombrosa. Se siente una fuerza terrible, que ha unido allí a todas esas gentes incontables, llegadas de todo el mundo formando un solo rebaño; se reconoce una idea gigantesca; se siente que allí ya se ha logrado algo, que hay ahí una victoria, un triunfo. Hasta es como si empezara a temer algo. Por muy independiente que usted pueda ser, comenzará por algún motivo a sentir algo terrible. ¿No será éste, en realidad, el ideal logrado? –piensa usted-. ¿No será el fin? ¿No será éste, en realidad, el rebaño único? ¿No habrá que aceptar esto, en realidad, como la verdad plena y cerrar la boca definitivamente? Todo esto es tan solemne, triunfal y orgulloso, que se le empieza a encoger el espíritu. Usted mira esos cientos de miles, a esas millones de personas que han acudido aquí, sumisas, procedentes de todo el mundo… gentes llegadas con un solo pensamiento, que se agolpan tranquila, terca y silenciosamente en este palacio colosal, y siente que allí se ha consumado algo definitivo. Es como un cuadro bíblico, algo por estilo de Babilonia o de una profecía del Apocalípsis que se cumple ante los ojos. Siempre hay que tener una tenaz resistencia espiritual y poder de negación para no sucumbir, para no rendirse a la impresión, inclinarse ante el hecho y deificar a Baal, es decir para no tomar lo existente por el propio ideal

La modernidad como opresión y el avance tecnológico como hambre. esa son las ideas que este estimable libro recoge. No importa que ni vosotros ni yo las compartamos plenamente, hay decenas de millones que lo hacen, y desde ese momento, hay un problema global de inclusión y discurso airado contra la vida que nos deja atrás en una danza perversa.

Hay ideas con las que discrepo y me parecen a un tiempo peligrosas y perezosas: la negación de libertad de los habitantes de territorios desfavorecidos y la asimetría en la legitimidad del rencor. Sin embargo, muestra una tenaz resistencia espiritual y un gran poder de indagación en torno a circunstancias complejas. Necesitaremos más críticos para radiografiar ese sentimiento de humillación ubicuo que causa estragos cada día. Pero este es un buen comienzo.




Dundalk duerme lejos, sabiendo desde antes de que mis antepasados llegasen a este mundo que el futuro es incierto y el final siempre está cerca, oyendo voces roncas que sienten el aire cargado de promesas, compartiendo una misma suerte. Esperan un profeta, porque llevan más amor. y sobre todo más anhelo, de lo que la sociedad actual puede colmar. todos hemos madurado para algo, y no hay nadie que recoja el fruto...

Algo así escribía Karl Mannheim hace 95 años. Y seguimos esperando, como rebaños fáciles de someter.


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