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sábado, 29 de julio de 2017

Cómo invocar el Huracán. 29 de Julio

Los antiguos tiempos dejaron escrito (aunque quizá, como hoy, era un anhelo más que una práctica común) que las cosas valían por aquello a lo que uno debía renunciar para conseguirlas. Benditos. Hoy, se aspira a que la renuncia teatralizada obtenga la recompensa de su propia nobleza, impostada por eso mismo. Otro subproducto de la moderna repulsión a la renuncia es la suspensión de actitudes y valores que todos dicen defender...hasta que no resulta ventajoso observarlos.

Tiene truco, por supuesto. La invención de un bien mayor, la declaración de ser víctima, la negación de esos valores en otros, como si esa racionalización burda sirviese de algo y las trampas ajenas hayan justificado alguna vez las propias. Es la cultura de la queja combinada con la expansión ilimitada de gustos, apetencias, proyectos y deseos. Es una bomba que socava la convivencia junto a otros, minimiza las triquiñuelas propias y exagera la picaresca ajena. Hard cases make bad laws, dicen los anglosajones. Se ignora que tipo de leyes construyen las excepciones invocadas como dioses paganos, huracanes de ego con espinas. Se viene un futuro muy feo, peor que lo que vivimos, con el miedo invocando el nombre de la justicia y con el autoengaño instalado tan sólidamente que la virtud se impondrá sin nada que la detenga, ni siquiera la iniquidad de los otros. Enhorabuena. Todo volverá a estar permitido. Y que aticemos las brasas con la simplicidad santa de aquella anciana viendo arder a Giordano Bruno. El mejor truco del mal es hacernos creer que no está con nosotros.




Dundalk está lejos y no oye estas disquisiciones, ocupada en barrer el mar de sus faldas de verano. Quizá sea mejor así.

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