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domingo, 16 de julio de 2017

La resistencia. Dieciséis de Julio.

Un peón

No he sido nunca un héroe. Me han empujado
A un centro del tablero cruel y vano
De amenazas y temores pleno. Sé que no llegaré a esa octava fila
Pero resisto a la codicia y la crueldad.
Las torres agresoras, los taimados caballos y su ira,
para acabar cayendo en el baile desatado
De la furia de unos reyes ingratos.
Debería huir. Pero aquí hablo.

Don Quijote

¿Acaso ha sido el horizonte herido
Por el conjuro de algún nigromante poderoso?
Los palacios, el honor, las doncellas, el oro
De la edad antigua, el caballero…que han sido frente
Al cielo de La Mancha. Por qué la herrumbre lo ha vestido todo.
Mis huesos de anciano están molidos
Y cosecho el desprecio de los otros. No sé qué es lo que en mi llama,
Que me impulsa, festivo y animoso
A aventar mañana el pulso de mi gozo. Duerme en el rincón mi adarga bendecida
Y mañana volveré a retar lo real y lo otro.

El reloj de la casona abandonada

Lucho con insistencia contra lo invencible.
La falta de esperanza puso en marcha mis ruedas
Y sin embargo, así lo he decidido:
Tú podrás ser el arco de mi flecha.

Quien fue nadie
Tu nunca oíste aventar en el campo
El látigo con que nos marcaron,
El canto con el que subimos
Y el sudor con el que nos crucificaron. Si hubo alguien que oyó,
Quizá lo sepa un día. Hoy solo hay tierra y sol
Y el eco cansado de una voz
Que sigue sangrando y llora
Hasta que algún día despertemos.






El soldado del Somme
Nuestros padres mintieron.
Nuestra juventud también lo hizo.
Hoy nacen crueles los arbustos
En el altar absurdo de mi sacrificio. Algún día, alguien
Nos conocerá y quizá evite otra siega de sangre
Y quizá no haya nadie al que mañana disparen.

El despreciado
Ríen las calles con rencor cristalino
Las plazas tuercen la cara cuando aparezco,
El despreciado, el solo, el que nunca descansa
Y a que vivir, que alquimia
Mantiene los lazos con la vida
De este muñeco que solo piensa en crepitar
En lujurias de odio y desprecio sobre su cuerpo mustio
Para que la ciudad se envanezca de su altura.
No sé qué amor persigo, denegado
Del ansia y del calor de la ciudad
Con el hierro candente del condenado. Y mañana seguiré saliendo
Para que otros escupan lo que dicen que merezco.

El aspirante a poeta menor
No has sido, lector, afortunado. No has topado
Con la música y el oro de los maestros
Ni la profundidad ni las imágenes explosivas
Que encierran el bello veneno
De la poesía.
No sé por qué me afano y me desvelo
Por parecer que tengo… y que sería
Entre los claxon y los mercados de valores
Y la estupidez que impone sus mentiras. He de seguir haciéndolo
Mientras el tiempo lo permita. Y caminar sereno hacia el inevitable olvido
En la barca de Caronte y sus remos de guía,
Hacia la tierra donde nunca es de noche
y en riberas donde árboles de frutos de oro iluminan
En las que las palabras ya no importan. Que así sea.
Resisto tanto como puede mi espina.




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