Se considera que las catástrofes que acaecieron conformaron al hombre del siglo pasado; supusieron una mentalidad estrecha y temerosa que entregó los dones de su individualidad, hoy tan preciados, en manos de líderes fuertes, porque temían su libertad.
Como escribió la filósofa Berta Froma en su tomo Esclavos del Imperativo "los tiempos de quebranto conducen al autoritarismo por la vía del imperativo. El poder idea un concepto simple que excluya a una minoría y conforte a la masa de manera equívoca y mendaz para conjurar sus propios errores. Ese masaje conceptual deriva en ideas que no buscan la ventaja en la confrontación con otras, sino la exclusión de las demás. De esta forma, la promesa de seguridad combina astutamente con el excepcionalismo grupal, que convierte la obediencia en algo más que la prudencia del ciudadano; es el rito del virtuoso. Como la virtud se puede reclamar y proclamar, la insistencia en la pertenencia a esa tribu se radicaliza hasta que el poder queda confirmado con entusiasmo en los propios términos propuestos de una forma completamente voluntaria por quienes debieran ser suspicaces con las imposiciones del poder".
"Siempre hubo aquellos para quienes cumplir su deber y las leyes no es suficiente", añadió Claire Spectra en su influyente ensayo de 2081 Ley y propaganda; "todo lo que hacen es publicado y estimulado en la búsqueda de una victoria moral completa en un campo en el que la ambigüedad es insoslayable. La ceguera voluntaria ante otras realidades es consustancial al ser humano, pero en momentos de miedo, se convierte en un mecanismo de supervivencia muy desarrollado. Trata de reafirmar su predominancia en la lucha por la vida mientras cohesiona el grupo contra la disidencia real o imaginada. De tal manera, es fácil ver comportamientos sociales aceptados de quienes acusan a otros, arriman y colocan sus ideales y puntos de vista sobre los de cualquiera".
Esta es la realidad del ser humano del siglo pasado tal y como ha llegado a nosotros. Es indiscutible que la realidad debe ser más compleja; desafortunadamente su legado más duradero es la imagen de una masa miedosa y manipulable pero deseosa de ser considerada buena, la buena gente siempre sensible y dispuesta a echar una mano en los linchamientos y las ejecuciones públicas.
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