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miércoles, 23 de marzo de 2016

23 de marzo...de 1258. De la alegría.

Las llamas alcanzan el cielo que nuestro califa invocó para defendernos. Me pregunto si la providencia ha querido castigar a este anciano que ve el final de su vida desatado entre la destrucción. Es fácil destruir. Es duro aprender. Pero hace má fácil morir. La Biblioteca arde, y lo siento por quienes no navegarán sus tomos. Para mí ya han cumplido su labor. Aligeraron mis días. Me harán morir con decoro. Sé lo que su gran Khan ha dicho: que la felicidad consiste en aplastar a los enemigos y hacer un infierno de sus días. La ciencia dice otra cosa. La mayor felicidad consiste en vivir la vida del hombre libre y morir en paz. Nunca fui tan feliz como cuando calculé eclipses o navegué con las velas de mi imaginación gracias a la llama de hombres ya idos. No habrá espada ni arco que despoje esa dicha. Escribiré mis palabras, que quizá nunca sobrevivan a este furor desatado, y encontraré mi destino en el filo ardiente de la flecha.


Querido lector, no sé si lo que escribimos sirve de algo más que terapia y cierto cultivo de la vanidad. Creo que lo leído, lo vivido y lo amado hacen llegar a ser el que eres, y habitar en un Edén sin ángeles airados. Somos frágiles. Matar no es muy difícil. La vida es un milagro. No hay nada que oponer al odio sino firmeza y la vida de alegría por la contemplación de las maravillas de lo que existe. Dolerá de todas formas, pero prepárate a que el cruel destruya en minutos lo que tú tardaste en construir una vida. Y dile adiós a ese palacio, al que quizá no vuelvas.

Papiro llamado "Mueahadat Alfarah", o Tratado de la alegría, encontrado en Bagdag en el siglo XVI y de autor anónimo, aunque atribuido a alguna víctima de las invasiones mongolas y la batalla de Bagdad del siglo XIII









La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección. Baruch Spinoza.

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