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martes, 29 de marzo de 2016

Los demediados




Italo Calvino conjeturó un vizconde demediado. Un ser humano partido en dos por una bala de cañón. Ambas mitades eran opuestas.Yo quisiera sentirme como ese hombre. Me siento partido, pero hay un lado solamente de aire.

Las vidas son crueles. Dejas cadáveres detrás por tu estupidez, tu ira. Y cuando vuelves la vista atrás para tratar de reconciliar tus errores, hay un viento que te impulsa a alejarte de ello. Otras veces, eres quien fue dejado atrás, y cayó entre matorrales oyendo el ruido sordo de pisadas cada vez más lejanas. Y siempre, la culpa, el rencor contra uno mismo por haber hecho o dicho, o por no decirlo, o por no expresarlo bien, o porque las cosas no pudieran ser como antes. Siempre el mismo peso, la misma nube de tormenta, Cada día salta de las sábanas conmigo ese mismo veneno, el daño de cada día, como una citación para un tribunal perfecto  dentro de mí que recorre cada detalle para añadirlo a los agravantes de mi condena antes de volver a dormir. Y la insolencia de los lenitivos que prometen aliviar y hunden aún más. Y la muerte al final de todo, como el fondo de un lago plácido en el que espera la paz, y un relámpago súbito que haga la luz durante un segundo, un solo segundo, pero para siempre.

Y así, envejezco y muero por dentro. Quizá no debería tener un blog para esto, pero para mi escribir se ha convertido en una forma de terapia. Me siento como un Pessoa de baratillo, así que lo citaré para elevar esta entrada vacua e iré a dormir.

¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré

[...]

Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.


Siempre ni una cosa ni la otra. La anagnórisis es el momento en el que el protagonista de una tragedia cobra conciencia de quien es realmente. Ese momento de unidad es imposible cuando uno está demediado entre una mitad ingenua que cree a ratos lo que muestra y otra fiera y sardónica que muestra la futilidad, la hipocresía y la infelicidad que la otra se niega a ver. Mañana será igual. Y nadie y menos que nadie, yo, quebrará los blancos muros de la mar helada.



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