La negación es la actitud crítica del alma bella respecto de su ambiente social, y la negación de la negación es la comprensión de que la propia alma bella depende del universo perverso que dice rechazar, y participa en él.
Vivimos sin Dios, pero los pecados originales nos siguen fascinando.Creemos en una poética de la historia donde todo sea explicable y concebible por una serie de eventos racionales y dispersos ordenados según nuestras conveniencias. Siempre nos ha aterrado, supongo, el azar y la vorágine que gobiernan la historia y nuestras pasiones. Es lógico. pero racionalizarlas de forma pedestre crea más monstruos y locura que el mismo caos.
Somos presos de una melancolía temible, aquella que surge por lo que no se puede cambiar o nunca existió. La ignorancia es la receta más propicia para que nuevos actos de dominio y de confrontación surjan. Parecemos ignorarlo, y tratamos de cambiar guerras, eventos, vocablos la existencia de mentalidades antiguas en un mundo inicuo...del que somos herederos. Cambiar requiere lucidez, tolerancia, indulgencia. Nosotros vamos a las bravas, y nos agrupamos en tribus esencialmente señaladas como superiores a las vecinas. Merecemos un alto destino que no logramos a pesar de nuestra fantasía recurrente en que debiera ser así si el mundo y la vida aceptaran el rol que les hemos asignado en nuestra farsa. Cuando esos logros se pospones, hay que gritar "árbitro, comprado". Lo merecemos y fuerzas superiores y malvadas no nos dejan. Pero mañana no será igual, mañana volveremos. Y será con un catálogo de episodios pulcramente asentados, nobles y villanos, hasta que todo cobre sentido en un tiempo nuevo. Escatología y cuentos de hadas.
Esta dotación de un sentido trascendente a la historia es pura religión; como ella, abandona la responsabilidad individual en manos de un designio superior y vedado a nuestra comprensión. Por eso, en nuestra época la responsabilidad individual se ha convertido en un pliego de quejas y nuestra exigencia a ser especiales porque lo merecemos; en sus momentos de mayor cordura, Don Quijote dice que nadie es más que otro si no hace más que otro y que él sabe quien es...¿sería exagerado decir que estas dos lecciones debidamente asimiladas, hubieran podido cambiarnos, pueden cambiar a cualquiera?
Nunca lo harán. Pertenecemos a colectivos que dedica esfuerzos inútiles a empeños simbólicos para alimentar frustraciones que desahogar, quizá para sentirnos vivos. Quizá sea el mismo tedio que gobierna el razonamiento de las almas bellas, las que sufren por todo, y "sienten vergüenza" (una que a nada comprometen más que a procurar un pedestal y un cetro acusador bajo apariencias falsamente modestas) por cosas que no hacen ni dicen ellos. ¿Cabe más puerilidad? Exhibida con orgullo, nos coarta la libertad de ser y pensar como nos plazca en el altar de la burla y la presión gregaria. Es la cultura de la queja sobre aquello que es posible cambiar y el complejo de culpa sobre aquello que no está en nuestras manos. Es una chorrada. Es un sindiós. Es el Occidente por el cual miles de ancestros murieron, para darnos el derecho a comportarnos como gilipollas. Y para demostrarlo, y tratar de refutar la brillante frase del Ministerio del Tiempo ("¿Qué tendrá este país, que cuanto más tonto es uno má arriba llega?") este don nadie ha decidido clamar en el desierto.
Árbitro canalla, ¿Cuánto te llevas por jodernos?
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