Cansado de un Edén sin extrañezas ni diferencias, Adán separó el árbol de la ciencia del de la vida para conjeturar que la esencia no puede ser conocida. Siempre habrá un reflejo oscuro inaprensible. Mientras los frutos maduraban, una quiebra en la conciencia se agrandó hasta enemistar a sus adeptos, recién nacidos de la misma savia. Dios y Lucifer, emanados del mismo río nocturno, peleaban por alcanzar la espalda contraria donde el reflejo del otro anidaba en un principio. Lo real se hizo dúo, y Adán terminó expulsado por Dios al haber probado el fruto del árbol de la ciencia, y si el destino hubiese provisto las circunstancias con otro azar, hubiera acabado expulsado por Lucifer por haber osado saborear los frutos del árbol de la vida.
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