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viernes, 2 de agosto de 2013

2 de agosto de 2013.

Hemos ido al fútbol. Hace no mucho escuché que cada español ( o cada persona, en realidad, no hace falta localizarlo) tiene dentro un Quevedo y un Cervantes, el sarcasmo despiadado y la ironía compasiva, en el mejor sentido de la compasión. Quevedo diría que unos esforzados atletas se afanaban por romper a golpes una pelota ante una audiencia entusiasmada por saber que después de la cerveza del principio habría una en el descanso y muchas después del final. Cervantes matizaría que el entusiasmo es saludable a veces, especialmente si la locura se contagia durante dos horas a una grada feliz y no durante 365 días al año a palcos turbios.

En cualquier caso, queda la alegría y su misterio. Parece que la felicidad exige una serie de circunstancias lejanas e inestables, y ser alegre es una cuestión de voluntad. Al menos en gran parte. Y esa voluntad de descubrir la regla del juego, sabiendo que formularla lo varía, es a lo que se llama paz. Algún día la encontraremos y sabremos algunas de las respuestas.

Come on, Dundalk. Por cierto, ganamos a Shamrock Rovers 3-1, y peleamos por la Liga. Chúpate esa, Gareth Bale.



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