La acción tiene el misterioso poder de compendiar una larga vida en la explosión de un fuego de artificio. Se tiende a honrar a quien ha dedicado toda su vida a una única empresa, lo cual es justo, pero quien quema toda su vida en un fuego de artificio, que dura un instante, testimonia con mayor precisión y pureza los valores auténticos de la vida humana.
Yukio Mishima
Fue un día extraño. Al principio insólitamente variado en el trabajo, lo que me agrada, aunque luego fue hundiéndose en el marasmo habitual. Bueno, es un trabajo de oficina. Que casa más desolada. Aunque me repito que no tengo derecho a quejarme, eso no deja de ser una queja. Y que, si me gusta mirar el cielo, y el techo de chapa deja pequeñas ranuras insuficientes. El trabajo terminó y me fui al gimnasio de la empresa.
Dios, que sufrimiento, que despojo soy. 45 minutos de una clase de..algo, posiblemente técnicas de tortura para tus peores enemigos, o los de tu patria, que según leo con esto de Gibraltar vuelve a palpitar con poderío. El caso es que probar tus límites, aunque sean los de un decadente, te da una cierta relajación y limpia tu mente de otros asuntos, necesita concentrarse en cada microsegundo de dolor lacerante para que no te pierdas nada. Y después, una ducha reparadora y un paseo con paso errante y desvalido, y la piedad en la cara de los transeúntes que te cruzas. Y ay de las agujetas, si aparecen. El deporte es una gran cosa, joder. Canaliza la agresividad personal en violencia social, hace perseguir un canon inalcanzable, promociona valores que desecha luego y frustra a un inmenso porcentaje de sus participantes. Y bueno, sobre todo, es la máxima bendita expresión de la igualdad y la desigualdad humana.
El alma tiene muchos partidarios, pero el cuerpo, su apogeo y su fragilidad ofrecen lecciones muy estimables. Se me ocurre, el cerebro nublado por el cansancio, que una de ellas podría ser que ninguna felicidad vale la destrucción de otro. Que su espacio es sagrado, y ninguna utopía ajena debe disponer de él.
Hoy dormiré bien, espero. Desde mi desordenada habitación, miro la luz de farolas distantes e imagino barcos fantasmas que vienen a buscarme para que me enrole en una travesía hacia los estremecedores límites de la imaginación misma...si mis brazos son capaces de arriar una vela. Lo dudo. Aunque sigo oyendo esa sirena fantasma entre la bruma y las luces insinuantes. Ay, el ejercicio...
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