El proletariado no tiene patria. Yo no soy proletario y me siento de lejos. No creo en la lucha de clases y sus derivaciones materialistas e históricas. Deploro el "comunismo realmente existente". Me da miedo oir la palabra "Kolymá" (honestamente, no entra demasiado en mis conversaciones).
Pero cuando uno ve la marcha del mundo, la libertad feliz para que los lobos entren en los corrales a los que la desregulación llevó la puerta, tal el soplo de la modernidad del lobo feroz en la casa de los anticuados cerditos o la fantasía amable de la dialéctica resumida en la sonrisa macabra del poder, quiero asaltar el palacios de invierno.
La jornada fue larga. Cadenas de tareas enlazadas por jefes cuyos jefes tienen otros jefes que son exigidos por otros jefes hasta que se llega al gran jefe, que posiblemente no exista, y sea una multitud de accionistas que creen o hacen creer que el crecimiento perpetuo es posible y sencillo. Y que la pirámide de jerarquías debe ascender en potestades pero descender en responsabilidades. Y esa superposición de las pirámides invertidas (poder-responsabilidad) balanceándose peligrosamente entre sí es a lo que se ha llamado nuevo capitalismo (o capitalismo de escala, no me acuerdo). No me puedo quejar, no estoy en la base. Pero, honestamente, en un mundo tan inestable como el actual, que un pensamiento mágico tan delirante prospere en un mundo tan cansado me parece inconcebible.
Yo propongo la responsabilidad en el dolor del otro, la búsqueda conjunta, y la solidaridad. Las huelgas. El rechazo al miedo, el caminar por la alegría. La tierra. Y los avances firmes, no las aventuras privadas que acaban en pérdidas públicas. Y sin soma, gracias.
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