Desde las 7.20 de la mañana hasta hace unos 10 minutos, 11.30, han sido unas 16 horas fuera de casa, en el trabajo, en una fiesta de cocktails (el plural está bien colocado, eran dos, Margarita y Woo-woo, uno del que nunca oí hablar) organizada por la empresa, saliendo de casa y volviendo a ella. Aunque el clima no lo aconseje, me gusta andar, relaja, simula un ejercicio que hecho en falta, ayuda a pensar bien, o a no pensar en nada y dejarse ir, como la gota que baja por el cristal tras aterrizar allá desde la lluvia. Quien sabe que rumbo tomaremos cada vez que salimos.
Cada persona, o al menos yo me vi y veo así, se ve forzada a salir de casa cuando es pequeña y tiene que aprender a buscar su propio re-conocimiento y su culpa propia. Durante ese camino soñamos con la gloria y el yo, y esa aventura es gozosa a veces, pero siempre sientes la morriña. La pregunta de por qué las cosas no pueden ser como antes, quien te cerró las puertas de la felicidad perdida y siempre recordada para tu pena. Quien lograra no tener que salir al mundo sería condenado por un coro de portavoces, pero feliz.
Pero todos vamos en busca de nosotros, no sé a dónde y cerramos esa puerta. Y de cuando en cuando hay libros, canciones, personas y palabras que te abren las puertas de esa imitación del paraíso, como hacía el viejo de la montaña con los seguidores hasashin, "los consumidores de hachís" , y como ellos, te sientes reconfortado en el calor de una ilusión que sabe a chocolate caliente en los labios de un niño rodeado de su familia que ve caer la lluvia afuera. Hoy no faltó, durante tres o cuatro veces cayeron chaparrones de 10 minutos. X dice que es difícil mantener cierta cordura con esa inestabilidad. Lejos del clima habitual, lejos de mis costumbres, sigo caminando, buscando formar algo parecido a otro hogar, aunque nunca será lo mismo. Enrededado en la duda, sigo caminando, intentando encontrar lo que busco, y que lo que busco sea mostrado.
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