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miércoles, 7 de agosto de 2013

Pausa dramática. 6 de agosto de 2013

Me da vértigo el punto muerto. Algunas horas nocturnas he subido hasta imaginar las ardientes estrellas que derraman una luz de otros días hacia infinitos que no les importan, y en uno de ellos, amaneceré con frío mañana, sintiéndome como Sísifo, con el peso insoportable de los días que se escapan, sintiendo que las horas del trabajo podría dedicarlas a la ardua tarea de la armonía. Que lago habría que calmara esa sed, este delirio como de capitán Achab acariciándose su pierna que no existe, de Roy Batty sabiendo que tiene que morir y se desvanecerá en la lluvia, o la de cualquier alma capaz de sufrir que en el trasiego de los días, ignoramos. Supongo que mucha gente se siente así, no lo sé. Yo me siento así.

He tratado de estudiar, leído, pensado demasiado (como ahora), jugado al billar y al fútbol, oído música. Pero no he asaltado cuarteles de invierno, visto el amanecer dorado, encontrado ese riesgo en el que crece lo que persistirá al final de todo, vislumbrado un alma, sentido el delirio de la metamorfosis , cortado una raíz fecunda de mandrágora ni oído la voz de las sirenas. Y el insaciable fausto caprichoso y egoísta que vive en mí requiere que lo quiera todo, para ser para siempre. Y el viejo sensato que a veces asoma le da la razón, pero añade que no hay destino que no se venza con el desprecio, por peligroso que sea despreciar y secarse y echarse a perder, como los sarmientos raídos por el viento que se arrancan de cuajo. Que triste es ver arrancar lo que una vez dio fruto de la sementera. Y que inevitable. Estoy harto de mis pensamientos, de mí, quiero vacaciones de mi cara, mi pensamiento, mi cuerpo, mi visión de las cosas. Quiero, si no hay más remedio, recorrer el mundo con mi hato en una bolsa atada a un báculo que llevara al hombro. Y ver cosas singulares.

    Ve y atrapa una estrella errante,
    Ve, ya fecundada, en busca de una raíz de mandrágora,
    Dime, dónde están los años que se fueron,
    O quién quebró las patas del diablo,
    O enséñame a escuchar las canciones de las sirenas,
    O evitar que nos hiera la envidia,
    Y encuentra
    Qué viento
    Ayuda a que prospere una mente honrada.
    Si sabes tolerar las miradas extrañas,
    Ver las cosas invisibles,
    Cabalga diez mil días y sus noches,
    Hasta que la edad convierta en blanca nieve tus cabellos,
    Y, ya marchita, cuando vuelvas, me contarás
    Todas las extrañas maravillas que te sucedieron,
    Y jurarás
    Que en parte alguna
    Vive una mujer hermosa y fiel.
    Si encontraras alguna, házmelo saber,
    Dulce me sería ese peregrinar;
    Pero no, yo no iría,
    Aunque en la puerta contigua pudiéramos hallarla...

Y que no os engañe..¡al loro! no ha sido un mal día. Pero hoy, estas humildes hojas de plasma necesitaban entrañas. Solo es que lo quiero todo. Lo quiero ahora. Y no vendrá. 



Este monólogo está patrocinado por tres pintas de McArdles, su cerveza genuina de Dundalk. 


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