Estoy viviendo una experiencia extrasensorial. Tengo los oídos taponados, o una magia maléfica ha puesto un muro de rumor sordo entre mí y la vida, o quizá están hartos de la misma música. A saber. El caso es que es como posar la oreja en una caracola, pero en estridente y sincopado, lo único que me podría hacer recordar al mar de esto son los juramentos violentos de estibadores en el puerto de Rotterdam, o la populosidad del puerto de Nankín en el siglo XV, con los barcos del arroz extendiendo sus velas hacia el horizonte. Me siento como Heimdall, que desde el Valhalla puede oir crecer la hierba. Me siento como Demian, el de Herman Hesse, sintiendo el estigma de caín, una marca maldita que hace que la gente mire con temor y temblor, y haga que su ira invente historias para que ese estigma revela algo terrible y falso. Esto lo digo porque acabo de venir del supermercado y la gente se me quedaba mirando raro, como si tuviera un mono o un pene pintado en la frente. Que panorama joder, estamos como queremos.
Mientras volvía, pensaba en Goya, su ensimismamiento, la negrura que trajo su sordera, y estaba a punto de llamar a un cura para pedir la extremaunción cuando he pasado por un anuncio, "Padraig's radio. ALONE. Supporting older people to age at home". Y ambos pensamientos se han unido, agradeciendo que en la tierra donde vivo haya quien piense en la terrible soledad de los viejos, la carga más injusta, He sonreído y he buscado un espejo para cerciorarme de que ningún leprechaun me ha dibujado nada en la frente luego. Ahora tecleo mientras en mis oídos suena el melódico afán con que las radios antiguas sonaban cuando no lograban sintonizar ninguna estación. Hay que joderse.
Dundalk me da la espalda, piensa que no escribo más que gilipolleces y que antes molaba. Pero se va a enterar.
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