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lunes, 20 de febrero de 2017

Veinte de febrero. Todos los pájaros estábamos mojados

Enfilados en la cuerda de tender. Fue la primera canción de un autor que aprecio mucho y que me ha acompañado muchos años. Lo vi el viernes, fue un gran concierto. Me gustan mucho sus imágenes, urbanas, cotidianas pero sin caer en el feísmo facilón ni la anécdota recurrente. Ésta fue la primera y una de las que más me gustan.

Y si creo que puede reflejarnos la imagen de pájaros posados en el tendido eléctrico en la tierra desierta y oscura mientras solo la tormenta ilumina los prados vacíos; ellos, los pájaros un día bravos siguen poblados por la ansiedad de un verdadero encuentro. La lluvia cae dura sobre ellos y los truenos rugen mientras el vendaval asuela silbando la tierra a su espalda que no ven.

Mienten las portadas y tiemblan los estadios, pero seguimos en fila, con las plumas mojadas, cansadas, embotadas. Siguiendo prejuicios, temores, rencor y duda para sentir el calor de los otros en lugar de volar hacia donde el rayo muestra sus embravecidas ramas. Hasta cuándo. Por qué no preferir caer en llamas desde la altura implacable que seguir soportando la tormenta. Por qué no nos rebelamos.



Dundalk bosteza mientras me tararea que nadie podrá con nosotros...pero estuvieron muy cerca ayer.

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