Sorprende como pasan los días, y como pasamos por ellos. La velocidad de los días, las opiniones, las novedades. Todo corre como coches robados hacia un muro del que hacemos esfuerzos por ignorar, la realidad. El tiempo, la rutina. Sucede que hemos sido educados en esa impaciencia y en el deseo de que nuestro deseo sustituya lo que los acontecimientos imponen. Y en cierta manera, está pasando, pintando ese muro de colores para fingir que es otro. Pero no estoy seguro de si esto solo trae ansiedad y tristeza. Quizá si con la ambición vienen la humildad y la alegría, esta velocidad pueda expandir el horizonte. Por el momento, creo, solo desencadena nuestro impulso de nuestra cercanía, y por eso hace cada vez más frío.
Dundalk se derrama en lluvia mientras los coches pasean.
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