Es un tópico muy desgastado por las historias populares. El asombro y la fascinación por las ruinas desconocidas, en la espesura de las junglas, mientras sonidos sinuosos silban entre los ramajes espesos, la humedad acecha al ritmo del río que pasa tranquilo pero amenazante y la sombra baila al son de la brisa que agita las hojas.Qué mágico descubrir los relieves en la roca perdida bajo las plantas. Que asombroso imaginar la populosidad en lo que hoy es un silencio escabroso.
Y qué dirías tú, amigo lector, si tu vida fuera una ciudad destinada a perderse en umbrosas selvas de olvido.Caminarías un día entre muros de orgullo de los que apenas quedan piedras angulares desgastadas, pináculos de tristeza que no recuerdan su causa, avenidas desiertas cubiertas de nenúfares. Sería extraño, resquebrajaría el molde que la costumbre ha construido sobre nosotros.
Ese sentimiento lo han experimentado todos aquellos que han hecho de su afán algo perdurable. Y no debe ser fácil contemplar esas ruinas, que evocan algo que fue alto en tu vida, y darse cuenta de que cada muro derrumbado fue un castillo. Los artistas que trazan obras maestras, los deportistas que logran proezas, cada uno de nosotros cuando llega un milímetro más lejos de sí mismo, estamos empezando a ser los constructores de Imperios privados a la vez que los heraldos que suenan los clarines que darán comienzo a su destrucción.
Es la vida, supongo. Los peligros afilados de la alegría y la gloria, que no suelen ser disfrutados por la perspectiva que nos niegan al elevarnos. Y sin embargo, esa sed permanece,y la seguiremos tratando de saciar mañana.
Dundalk camina firme, convencido de que los días que le esperan serán largos, La erosión parece algo del pasado esta noche, y la marea se retira mientras la luna se esconde.
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