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jueves, 2 de febrero de 2017

2 de febrero de 2017. La fe.

Vivimos tiempos interesantes. Hemos apartado la fe en los seres sobrehumanos y la hemos colocado en todo lo demás, intercambiando la confianza que riega las relaciones sociales por un pensamiento mágico que cuestiona todo salvo su propia eficacia. La realidad se ha deconstruido, la verdad despedazado, el relato ha sustituido furtivo al acontecimiento. Huérfanos de visión, sustituimos el hecho por el sentimiento y la realidad por la sensación psicológica que nos provoca. Las identidades fracturadas de Kafka, de Picasso, se han hecho millones de piezas aisladas en busca de un rompecabezas que las encaje. Por eso nadamos como gráciles peces en mares de mediocridad y queja. Y por eso hemos creado las religiones: la ideología, el estilo de vida saludable, el animismo moderno. Todas son complejas, y se extienden para ensamblar las contradicciones que su extensión provoca; tratamos de remediar la ancestral disonancia cognitiva que padecemos con lenitivos posmodernos. No es un gran drama para una pequeña porción del mundo, en la burbuja del bienestar material más alto de la historia. Pero fuera cabalgan realidades atroces y muy tangibles a las que nos resistimos con dificultad porque hemos perdido las armas que oponerle; moral, fuerza, honor, dignidad. Las palabras parecen hoy vacías de contenido y cruzan por el mercado de las ideas flacas y con los ojos cansados.

Soy parte de un mundo que dejó de creer en Dios por la misma razón por la que decidió creer: porque no le importaba.Desde entonces, hay quien decidió creer que la historia avanza según un sentido dado, que la sonrisa cura, que es más meritoria la obra de un iluminado perteneciente a una minoría oprimida en el pasado que la de Kant, que un deportista nos refuerza la identidad y el orgullo o que el turismo enseña algo. Las experiencias preceden a las conciencias. La vida no vale nada y el ego devasta tantos posibles encuentros. Y es dura, muy dura, la lluvia que va a caer.

Dundalk cierra sus puertas a aquellos que no aceptan que su viento los hienda.

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