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martes, 21 de febrero de 2017

21/02/2017

El siglo pasado empezó a lomos de una idea extraña pero recurrente y atractiva a la naturaleza humana: La historia tiene sentido y final, y cada época es un escalón en una estructura llamada progreso. Después, la historia demostró ser caótica y gobernada por pasiones ciegas, y hubo quien quiso imaginar un futuro que decaía hacia la sombra. 1984, Soy Leyenda, Un mundo feliz, en parte El hombre en el castillo y Blade Runner, Fahrenheit 451, Soylent Green.La carretera...todas muestran un futuro en el que hemos perdido lo que creíamos nuestro.Algo terrible ha pasado, o está pasando. Y los hombres del futuro no saben que hacer.

Creo detectar un hilo de trama común que enhebra todas estas ficciones. Sus protagonistas son personajes sacados de nuestra época, comparten nuestro punto de vista sobre la vida y lo que significa ser humano, aunque el mundo haya avanzado en otra dirección. Lamentablemente la historia demuestra lo maleable de nuestra naturaleza cuando un poder quiere dirigirla. El miedo a la libertad y la búsqueda del calor de establo.La tendencia a creer en lo que queremos creer. El miedo atávico a la diferencia. Por supuesto, hay hombres excepcionales. Creo que la mayoría de ellos yacen sin que sepamos su historia, y los testimonios del pasado no sirven de nada.

Vivimos una época estupenda de maravilla tecnológica. Pero la técnica no libera. Quizá vivamos en un mar de novedades como quien recibe salpicaduras de un mar embravecido en el que no embarcaremos. El mal sordo se ha convertido en un ruido de fondo que tratamos de evitar mientras los signos de la distopía se acumulan. Y sin embargo, no es nada. La ficción ordena, la vida agita, y nosotros, simios levemente avanzados y moldeados por milenios de evolución, tratamos de conocernos antes de que anochezca.Supongo que el futuro será esto, Avances maravillosos y ritos atávicos bailando sobre una escalera que pierde escalones y se mueve hacia los lados mientras luces parpadeantes nos vuelven locos.

Lesser Ury pintó la Posdamer Platz en los años 20. Luces, noche, vida. Quizá sintiera que en esa noche cabía una época, y que la siguiente sería aún mejor




Dundalk no quiere reconocer sus cicatrices, embarcada en una travesía de silencio al olvido, como yo. Las luces languidecen, cálidas.

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