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lunes, 30 de mayo de 2016

Tirar al palo

No sabía, ni sé, que podría escribir de esto. Han pasado las horas y ya la pátina ha construido un marco y ha dejado unos pocos recuerdos. Solidificarán pronto en un relato común y volverán al cajón de las cosas triviales. Pero no siempre lo son. Y me fastidia la devastación que imagino en mis amigos atléticos, que apoyaron cuando Rubí y el descenso, Maniche y las dos rubias de pelo en pecho, el Enrique Cerezo queremos tu pescuezo y el cocodrilo de Gil.

No hay trama y subtexto más maleable y dúctil que la del deporte. Todo lo que parecía solido se tambalea, o la angustia y la furia se amansan en un gesto que detiene el tiempo. Y al fondo, la amenaza del marchitar de la rosa sobre la cruz del tiempo, ese territorio de bruma apenas iluminado por luceros lejanos donde todo y nada parecen confundirse. Es un décima de segundo, un centímetro más alto, una fuerza que crea la fe. Y sin embargo de ese lugar sagrado y oscuro a veces llega un sonido que muestra la separación clara y certera entre el laurel y la espina. Y el balón rebota dócil hasta morir entre el esplendor de una hierba cruel. Y el hundimiento de unos es la euforia de otros.

Cuando Don Quijote se cansa de perder, exclama frente al mar

¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias, aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas, aquí se oscurecieron mis hazañas, aquí finalmente cayó mi ventura para jamás levantarse!

Aquí usó la fortuna conmigo sus vueltas y revueltas. Aquí lo hice lo mejor que pude y perdí una oportunidad, llegué tarde a mi vida, no logré lo que me propuse. Aquí un sueño que tenía se marchitó en once metros. Sin embargo, Sancho ya conoce al caballero, y le recuerda que lo que no está en nuestras manos no debiera herirnos,

Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, agora que soy escudero de a pie no estoy triste, porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así, no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza.

El fútbol es así. lleno de fingimientos, triquiñuelas, árbitros comprados y aficiones que exigen un 15-0 cada partido. Pero a veces nos hace pensar que dentro de un campo, el balón no obedece al desleal o al injusto, sino solo a quien lo trata bien. La realidad es que sopla donde quiere, como el espíritu. Y que la suerte siempre juega un papel tan grande que asusta pensar en nuestro desamparo frente a sus coletazos. Se ha mostrado antojadiza y ciega con vosotros. pero vuestro año ha sido, hacednos caso, la hostia. 








Atrevíme, en fin; hice lo que pude, derribáronme, y, aunque perdí la honra, no perdí ni puedo perder la virtud de cumplir mi palabra. Cuando era caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y agora, cuando soy escudero pedestre acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de mi promesa



Ya habeis acreditado con obras vuestros hechos. Prometedlo ahora de nuevo. Nunca dejéis de creer. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

Te llamaré Viernes. 25/05/2016

Te llamare Viernes, y los pilares del castillo de If se estremecieron y su estruendo llego a oídos del viejo de la montana que discutía con los arcangeles sobre Simeone y oia la voz de Dios en un pozo cegado. Los reproches se convirtieron en una marea de cieno sobre la cúpula de una catedral dubitativa y los goles del Sporting de Medinaceli atronaban las salas vacías del palacio de Odín.

Spirit store se inundaba en una bacanal de lamentos entre los cuadros marinos y de las postales del atardecer se oyeron los goznes de percepciones alucinadas que temblaron entre visillos las guitarras afónicas. Las campanas tañen y su gemido acompasado me hizo volver a casa, de la que nunca más saldré como soy hoy.

Nieva en las playas. Ulises se retuerce entre Medusa y Chauchat, plegando alas. La partida perfecta de Max Payne es arruinada por Gargantua filosofando, y las lagrimas del volcan no sobrepujan mi radiador iluminado.




martes, 17 de mayo de 2016

Volver a la lluvia. 17 de mayo de 2016



Ha vuelto a llover...el veranillo se ha ido



Llueve de nuevo. Llora el día metáforas gastadas y húmedas;
las lágrimas (o el pis, decíamos de niños) de los ángeles,
las fuentes del paraíso, las turbias
compuertas de otro armónico océano en el aire.

No importa cuantas veces se hayan dicho los charcos,
o los mojados saltos
de la infancia sonora. La lluvia repite, incesante como la aurora,
su rito atávico y explora
las verjas de los cerros y los barcos errantes
que a la primera luz del día asoman.

Llueve en Dundalk, y quizá llueva en casa, ya tan fría. Mis abuelos
pensarían en su huerto y la cigüeña
ahuecaría el ala en alas de la brisa
y el mundo sería, entre golpes de chapa
el breve espacio entre la acequia y la ermita.

Es la misma lluvia que ahora llorará en sus tumbas,
vacía y larga
insensible y amarga,
la que vio el mismo Odín y previeron las parcas
Es justo ahora. Cada cadencia. Cada pausa.

Llueve el mundo, ofrecemos palabras
que quisieran resistir el embate del agua
en los mármoles y triglifos del tiempo.

Pero en ese templo ya se dijo la lluvia y bastó esa vez . Las gotas
explotan en la cornisa
el segundo se eterniza, y las palabras se agostan
en estos ratos de susurro y extraña armonía.

Es la de siempre, la misma lluvia de cada día.
la que inútilmente pretendiera amarrar
cada esforzado escriba
buscando la médula y la yunta,
de las raíces ocultas en cuya tierra umbría
teje su trama muda
la música del tenue velo ahogado
en donde abrevan los ojos gastados.

Dundalk se vacía entre el repique de las campanas y las gotas incesantes. 


domingo, 8 de mayo de 2016

El día de la ira

En Dundalk hay un gran espolón de piedra. Las nubes perpetuas lo envuelven en un aura ominosa, como si la niebla se hiciera cuerpo y su ojo maligno escrutara desde su bruma.

Quizá sea un asunto de los gigantes. Antes de que las palabras poblaran las lomas, los gigantes dirimían sus disputas usando las montañas marinas como puntas de sus lanzas. Dealgan era audaz. Cabalgó las noches hasta las costas de Carrickfergus y las marismas del Oeste; navegó el Shannon hacia el Sur para buscar el tambor que henchía de furor guerrero a quien lo portara y sonara en la batalla. Desafió a Cuchulainn en las cumbres de Cooley. Fue traicionado y convertido en anciano débil por las malas artes de los genios de las grutas.Abonó la tierra que antes había domeñado. Privado de cuerpo, su espíritu es aún incapaz de agitar la tormenta, pero se cuela subrepticiamente entre los vanos de las antiguas torres y las campanadas agitadas. sopla la brisa sobre la colina de los reyes en Tara, y amenaza avivar el fuego de Slane con su aliento, cuando se recupere. Si las leyendas son ciertas, de las grietas de la tierra nacerán sulfuraciones y él volverá, bravo y terrible, a reclamar sus valles en el día de la ira.

Mientras todo eso ocurre en algún plano desconocido del tiempo, la voluntad maliciosa existe, me corroe. Oxida las cancelas y agrieta los muros. Enturbia los cielos y convoca la lluvia. Camino lento y absorto alrededor de su torre, sabiendo que su voluntad de doblegarme reside entre los pináculos y los contrafuertes. No hay nacido de mujer que pueda resistirse a un gigante y algún día, caeré entre sus garras. Ellos nunca olvidan, y pulsan el corazón secreto de su tierra. Hoy, resisto el tedio, su mirada, los pasos huecos, el recuerdo amargo.

Pero esta noche pesa. Y sube una bruma que hace sentirte cansado de ti mismo, y los prodigios se suceden para quien sabe mirarlos. Funeral de ilusiones, malicia de otros, indiferencia y caos. Las nubes encapotan el sol como una joya demasiado preciada y débil.El futuro hiberna, y las fuerzas flaquean. Las voluntades yacen heladas en los impulsos refrenados e incluso los atardeceres naranjas traen noticia de infaustas nuevas.

En Dundalk hay un gran espolón de piedra. Y en mí, una espina que sangra.