Translate

jueves, 31 de diciembre de 2020

Cuando acaban las guerras. Treinta y uno de diciembre.

 Lo peor de la tristeza es estar desolado mientras el mundo irradia esperanza, indiferente y despreciativo al vacío interior. Lo peor del estallido de las esperanzas colectivas es el silenciamiento que dejan atrás.

Ha sido un año convulso y muy trágico para demasiados. El jinete de la pestilencia ha arrasado los campos tras un tiempo en el que creímos que había sido descabalgado y encerrado en la perfecta mazmorra del progreso. Pero somos animales asustados y el azar nos hace bailar danzas amargas. Nada hay que decir, sino mirar con los ojos de asombro y coraje que otros más acostumbrados a los pesares nos legaron desde un pasado que queremos olvidar demasiado pronto. Su fuerza puede ser la nuestra. Lamentablemente, no hay soluciones perfectas y hay un precio que pagar por cada impulso apostado. La enfermedad ha venido y nos ha hecho imposible olvidarlo.

Solo puedo conjeturar un alivio a la zozobra de los días. Como nada sabes de los infiernos ajenos, no añadas los tuyos y sé amable. Da lo mejor de ti en otros y merece recibir lo que te falta. Y cuando la guerra acabe, espero que tengas motivos para celebrar el afecto y el calor de los tuyos. No lo des por supuesto y da gracias por ello. Pero no olvides abrazar y dar fuerza a los que ese ardor perdieron y ahora arañan la vida en un lienzo rasgado de tristeza y abismo. Sé amable y glorifica la vida con tus actos y no te inmoles por no ser perfecto. En cada uno de nosotros se agitan y pugnan fuerzas opuestas. Intentar que prevalezca el lado luminoso es arduo, pero acaba dando sabor al espíritu, creo.

Cuando acaban las guerras, el ánimo vence al olvido. Pero no debemos olvidar, por las almas a las que debemos compasión y abrigo. Tratemos de ser justos, prudentes y valientes. Os deseo lo mejor. Feliz nuevo año y que la luz en la noche se abra en una aurora. Feliz 2021.



lunes, 21 de diciembre de 2020

El VAR. 21/12.

 El VAR es el instrumento que ha enviado la Providencia para destruir el fútbol, junto con las ansias constructoras de Florentino y las destructoras de Bartomeitor. El VAR  es una invocación a una divinidad que ciega y enloquece, mientras manda el partido a los anuncios. En el VAR hay una sala VOR, donde se revisan trescientos millones de decisiones por segundo y nunca se pitan dos cosas iguales.

El VAR es una prueba de fe para los castigados aficionados, que han sufrido los cambios de horarios, las pijadas en el pelo, las celebraciones chorras y los anuncios de zapatillas en vivo en mitad del partido. El fútbol se ha convertido en industria del espectáculo, así que es doblemente una vida vicaria, delegada, para la vida mas empobrecida de experiencia que se ha arrebatado de significado junto con un sonido de gran confusión y furia. El VAR es el nuevo fútbol, nuevo de memes y viejo de la evasión de una vida en los que no llegamos a ver puerta y nos llegan fácil. Por eso seguimos esperando un fulgor sagrado tras todos sus errores recurrentes. Todos esperamos, en el auge de nuestras ilusiones, la posibilidad de recuperar segundas ocasiones y las oportunidades perdidas.

El VAR ha llegado para dar un sentido de justicia divina (la clásica, la indiferente, la que viene de Dioses que nos desprecian, no del que creamos para consolarnos, el nuestro, que nunca responde) y ruido de sables que nunca desnudan el filo. El VAR es la brillantina que nos oculta la cochambre del artefacto, hermoso y terrible, en el que siempre ganan los de siempre.

El silencio es cada vez más difícil. Oigo la radio, me pregunto que pasará mañana y trato de dejar unas líneas como el defensa que protesta un fuera de juego porque sabe que lo ha roto él, con la impotencia de quien no cree que llegue un penalti en el último minuto, y si lo hace, seguramente se estrelle contra un palo. Júpiter y Saturno bailan cerca en un cielo oscuro y abismal, mientras las ondas recogen las palabras que discuten sobre la fugacidad del instante mientras las horas se escapan como la arena y pensamos si mañana podremos al fin ganar nuestro partido.  




lunes, 14 de diciembre de 2020

La gran ola. 14 de diciembre.

 Durante mucho tiempo, me levanté temprano. Con esta novedosa situación y un enemigo invisible asediando las aceras, he tenido la suerte de mantener un empleo y he podido trabajar desde casa. Hace unas semanas leí que ahora la humanidad duerme más horas y no debe saltar de la cama al transporte que lo guiará hacia cada nuevo día; entre eso y una situación de angustia prolongada, quiza sea la causa de que tengamos, o recordemos, más pesadillas, apuntaban.

Puede ser: durante estos meses, cada vez que lo he comentado, la mayor parte de mis amigos reconocían algo parecido, un mayor recuerdo y consciencia de sueños intranquilos. Será que la noche es oscura y alberga terrores y lo desconocido.

Ayer, tuve una. Quizá llamarla pesadilla es exagerar. No recuerdo especial zozobra o incomodidad cuando la vivía. Era uno de esos momentos espesos en los que te ves desde fuera y sabes que sueñas. Yo había llegado con cajas y bolsas y allí tenía algo de comida y mis cosas. No me costó acarrearlas, pero cuando las dejé en un barquito al lado del pantalán, vi que abultaban más de lo que creía. Me senté en el borde, colgando las piernas y disfrutaba del sol, placido y sin preocupaciones.

Entonces llegó, silenciosa, calmada. No era un tsunami. Parecía agua derramada sobre el borde de un recipiente que lo cubría todo sin furia y casi con cuidado. Pero estábamos inermes ante su fuerza tranquila. El barquito perdió su carga, la mía y la colina líquida desguazó sus cuadernas. Yo sentía la paz del vaivén de la fuerza del mar y la tristeza de perder lo que había llegado a atesorar. Entonces, supe que, como todos, debía empezar de nuevo otra vez más. Y cuando la ola pasó, el ocaso se hundía en el mar como una esfera líquida de fulgor que no conocía el pasado ni sentía aprensión por el futuro.

No soy de los que sienten que los sueños pueden tener un mensaje ni busco paralelismos con mis días. Sin embargo, si creo que hay historias que reflejan anhelos y pesares universales en los que merece la pena reparar, antes de seguir con la vida del movimiento apurado, las facturas y el desgaste de los días y las peleas. Todo lo que crees que eres, todo lo que has recogido poco a poco en una vida de euforias y amargura, como las demás, se puede acabar en un segundo. Cuando la ola llegue, y llegará, sin dudarlo, no digas que fue una visión o un espejismo y trata de empezar otra vez, sin mencionar siquiera lo perdido. Y algún día, una corriente amiga te llevará a la tierra del crepúsculo anaranjado y la paz sin memoria.

Dublín acecha desde las alturas de edificios vacíos y estadios roncos de un eco que ya no sabe dar calor y busca una respuesta en el significado de la noche.




jueves, 10 de diciembre de 2020

Thiago. 10 de diciembre.

Vivo en una ciudad relativamente grande. Desde la ventana se ve un rebaño de grúas alzando edificios, el río manso fluyendo hacia un olvido grato, las grúas del puerto, chimeneas altivas y un campo de fútbol y rugby iluminado algunas noches. Cuando uno mira desde lo alto, solo lo fuerte aparece a la vista. 

Sin embargo durante estos meses confusos y ansiosos, la carne se impone, débil, temerosa, frágil.  Uno se fija en los transeúntes que vamos pasando y esperamos un mañana más amable. Uno de los paisajes móviles que variaba y siempre ha estado presente es la de los repartidores de comida, con sus bicis y sus mochilas enormes, llevando sus carreras de un lugar a otro, mientras el brillo de la lluvia reflejaba las luces de las farolas y los neones. Su esfuerzo es el de los todos que han ido salvando lo mejor de los días de los demás de la forma mas noble: sin darse importancia. Ellos fueron y son el fluido vital que corría por las venas desgastadas de la ciudad exangüe.

Hace unas semanas, uno de esos repartidores fue atropellado por un coche que se dio a la fuga. Había llegado desde Brasil, iba a casarse el próximo año. Su cuerpo quedó sobre un cruce y ya nadie pudo asomarse a sus ojos, abiertos ya para siempre al duro aire. 

Hubo una concentración sentida y digna, algunas flores y velas se dejaron en el cruce fatal. Paso a menudo por allí. Las flores se han ido marchitando y las velas y los carteles ya no están, mientras las obras siguen alzando imponentes torres hacia un cielo que no es nuestro. En cada paso que damos hay muescas invisibles de un pasado, líneas borradas que nos recuerdan la indiferencia de la muerte y la fragilidad de todo. Ahora que el viento yergue sus alas sobre el río oscuro que parece detenido como dentro de un sueño, el nuestro, el que espesa la realidad y nos hace dudar de la futilidad de todo y la miseria del recuerdo y la crueldad del olvido, solo quería contaros su historia, la de un trabajador que quizá pudo rendirse y no quiso, decidió pelear y mereció un destino mejor. Thiago Cortés. Descanse en paz.


 


domingo, 6 de diciembre de 2020

La niebla. 06/12/20

 Es una presencia que acecha muchas ficciones y sueños. Es una sombra blanca que desciende sobre los reinos de los hombres como el trasfondo de un sentido olvidado. Puede ser leche maternal cálida y hermosa o un siniestro brillo que desfigura los contornos que nos resultan familiares para despojarlos de cercanía y devolvérnoslos fieros.

En el río que nunca es el mismo y siempre corre y nos lleva en él, es un velo en los ojos, como los de el Ensayo sobre la ceguera, o Los inocentes (o Kafka, ciudadano Kane y Los Otros y tantos otros) un espejismo que trae un recuerdo del que perdemos todo salvo su rastro postrero.

Hoy la niebla cae sobre la ciudad y los brillos tienen aura y las sombras se acercan y la realidad está más lejos y la vida espera.A lo lejos, sombras tras de la piedra arañan la pared del día con su inútil ternura y el néctar del porvenir gotea sobre los muros ocres. Mientras las figuras pasan y se pierden para siempre, entreveo una conjetura, acaso forzada: la bruma oculta lo obvio para resaltar lo escondido, lo discutido, lo que no puede ser definido o nombrado. Quizá la neblina que se posa sobre los seres alumbra el misterio del ser humano, informe y difuso y que nadie puede aspirar a tocar sin ser burlado, llenas las manos del  humo que aún resiste a las luces, los edificios imponentes y las voces que quieren imponer su reino bajo una luz agotadora y cruel.

O al menos, eso siento hoy, mientras un barco de luces doradas luce frente a mi ventana abriéndose paso valiente mente hacia el mar y la noche espesa, como las perpetuas preguntas en las que, inermes y cautivos, aún nos agitamos.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Anteo. Tres de diciembre

 Hércules debió completar una serie de trabajos para completar la penitencia por el crimen mas execrable: derramar otra sangre. Cuando volvió de la tierra de la locura con que los dioses le castigaron con su habitual indiferencia cruel, se dispuso a completarlos para alcanzar la paz del alma, si es que que acaso tal cosa existió una vez.

Una de las pruebas más arduas y dulcemente atroces debía ser llegar hasta las ninfas del atardecer y soportar la seducción de una tierra en la que nadie puede quedarse. Este jardín del Oeste, de una tierra del ocaso que bien pudiera ser en mis cavilaciones la de mis padres, mientras la tarde anaranjada se derrama entre ondulaciones y trigales. Las hijas del Ocaso esperan en la duermevela y expulsaban a los que despiertan de su embrujo. Allí la arboleda ofrecía manzanas de oro que otorgaban la inmortalidad. Las diosas y un dragón de cien cabezas lo guardaban. Mas Heracles las robó con astucia engañando a Atlas, que sujetó el cielo para que él corriera debajo. Pero la inmortalidad de quien no aprendió a perdonarse puede ser una maldición eterna, dicen otros.

De vuelta del jardín, Hércules se topó con Anteo, hijo del mar y de la tierra, de Poseidón y Gea. Amado por su madre, era un gigante invencible en la tierra, pues Gea besaba sus pies cada vez que los posaba. Como hijo amante, quería honrar a su padre y levantar un templo, construido de cráneos. Por eso, quiso hacer la tierra suya, y de esta idea nefanda, por cuya causa se han cometido más crímenes que por cualquier otra, acababa con las vidas de los que recorrieran los territorios que él quiso arrebatar a todos los demás.    

Severo es el desafío que afronta Hércules. Dos colosos invulnerables estremecían la tierra. Ay, Anteo saltó hacia Heracles, o bien éste logro levantarlo. Sin los pies aposentados en lo que conoce, Anteo pierde su fuerza y Hércules, temeroso hasta entonces y jadeante, se vuelve temible y lo asfixia como a un pajarillo indefenso y de mirada herida. Dicen que allí donde fue el duelo, una torre honró a Poseidón al fin y los huesos de su hijo, preso de otra locura, reposaron por la compasión de su semejante, que tanto lo comprendía. Puede que sus manos levantaran la Torre que lleva su nombre hoy, cerca de los acantilados del fin del mundo.

Es inútil buscar vocación o enseñanza en el dictamen divino. Ellos, los Dioses, habitan otros mundos y los mueven otras pasiones; juegan con nosotros por diversión como juega con ellos el destino, en una espiral infinita de causas y repeticiones siempre matizables y sutiles. Sin embargo, cuando uno piensa en Anteo no puede dejar de pensar en tantas buenas mentes y corazones que han caído presos de una obsesión que los eleva y al hacerlo los debilita y quiebra. El beso de la realidad no es el más dulce, pero es el antídoto contra el néctar dulce de la enajenación, que necesitamos tanto como sabemos de su poder destructivo. Quizá no se pueda ser completamente feliz totalmente apegado a la realidad; conjeturo que saltar en pos de cualquier ideal sin contacto con la tierra nos pierde y sepulta. 

El mar sigue su reflujo contra la luz de la luna, que lleva hacia un misterioso jardín quizá, donde los huesos y la inmortalidad, las manzanas de oro y la noche se funden con las luces de neón y los faroles de los cargueros en una búsqueda incesante de pasión en la razón y razón en la penumbra, mientras las aves duermen.





martes, 1 de diciembre de 2020

Primero de Diciembre. Lo edificante.

 El sabio edificó su casa en la roca y el necio edificó en la arena, dice una sabiduría antigua cuyas ondas aún llegan hasta nuestra orilla del estanque. Más débiles, desde luego, porque el ser que perdió el sentido de la trascendencia está perdiendo el sentido de una realidad cada vez más difusa y que parece agresiva cuando no se postra contra temblorosos deseos. Esta imitación a la vida, la delegación de las consecuencias de los actos contra una vida indiferente quizá sea nuestra arena blanda y sutil.

Pienso en ello cada vez que las pantallas prometen al espectador poder ser dueño de su vida. La mayor parte de los actos son huecos, fútiles, brindis al aire. Contra el estigma de los condenados, hay un aura virtual barata y desechable que nunca prospera porque no está pensada para prosperar, sino para brillar antes de que los demás espectadores se aburran. No podemos vivir sin verdad, pero uno era más feliz sin exhibiciones de virtud diaria para la galería. Puedo estar equivocado, pero pienso que la ostentación de la bondad es el mal mismo: lo que edifica cuesta retrasos e inconveniencias pero lo que demuele está jalonado de grandes futuros huecos a los que no se desea llegar en realidad.

Puede que sea el frío el que dicta estas palabras sin mucho raíl, o quizá es la curiosa relación del poder con la verdad. Vivimos culpables de mareas que llegan sin saber por qué, como personajes de Kafka, que no quieren rebelarse porque no hay nada tras el absurdo que los persigue. Es duro edificar sobre la roca de la constancia, y hay un precio a pagar siempre. En tiempos de peste y de crisis morales y económicas, quienes tienen voz la usan para humillar a los que sufren. Muchos desean un discurso injusto que tenga sentido a uno que dé al azar el escalofriante valor que juega en nuestras vidas. Y si tienes la mala suerte de caer de forma que estorbe al que desea ceñir la corona, no habrá grandiosos monumentos, ni modestas cruces, ni placas oxidadas, solo mala hierba y olvido. Será un consenso amplio, feliz y orgullosamente falso. El Leviatán necesita el calor del miedo de sus sojuzgados para extender sus alas. La mentira es la fuerza que mueve y domina el mundo.

El prudente edificó su casa en la roca y sudó para mantenerla contra la corriente desdeñosa de los días. Los simples edificaron en la arena y llenaron su corazón de rencor. Llenaron las pantallas de convicción moral y moda. Se convencieron, y convencieron a otros, de la injusticia que se las había hecho. La casa sobre la roca ya no existe hoy, derruida por hombres huecos, que arriman su palabrería sobre cualquiera e imponen la falta de sensibilidad de su mundo y usurpan los ideales con su filfa vacía.

El verdadero sabio no edificó su casa y buscó un camino escondido.

  



miércoles, 25 de noviembre de 2020

25/11/2020. Maradona

 Zitarrosa cantó de Garrincha que llevaba la pelota fijada con un cordel invisible 'como un equilibrista unido va a la muerte'. Con Maradona no era así. El era el guardián del juego, entre tanta pierna dura y pelota traviesa, la displicencia de los árbitros y la agresividad que despierta el talento. Ese enigma inmarcesible, cómo la providencia otorga y niega dones, siempre inquieta y alerta. Conjeturo que esconde otro en el envés de la moneda; por qué los dioses pierden a quienes aman.

El Diego llegó a la divinidad antes de llegar a la mitad de su vida y se pasó el resto gambeteando a la Parca. Pero no hay central más persistente. El fin le ha llegado tras un rosario grotesco de apariciones y desmayos, con el pueblo viendo su decaer y la falta de salvación posible, sin una pelota cerca con la que dibujar un nuevo truco que nos embelesara. No ha muerto como Aquiles o Héctor, en el apogeo de su fuerza o lanzado a la sombra tras un estallido de pasión. Ha sido consumido funestamente por la vida. Su Némesis, la perversa retribución de los Dioses a la Hubris, el orgullo humano que desafía la divinidad en su anhelo de perfección, ha sido lenta y triste. Pero ya había sembrado mucha magia que nos hará ver la cancha de nuevo como un campo de sueños en el que todo es posible.

Borges especuló en 'El inmortal' con la condena de un mundo en el que la finitud no existiese; los actos tienen sentido y solidez porque siempre pueden ser os últimos. La vida es un juego de límites, y esos límites elevan lo que acontece, como en una cancha, como en un potrero de porterías improvisadas. Solo quedaran palabras de los otros acerca de nuestro devenir caótico, pero el sabio asume que somos enigmas que han de desanudarse, y eso es preferible a persistir en un marasmo de tiempo, soledad y tedio. En el juego arriesgado y hermoso de la vida, la magia acontece cuando alguien se atreve a imaginar lo sorprendente. Como en el fútbol, lo de afuera tiene una importancia muy menor.

 Guardo en mi memoria uno de esos momentos, y no deseo que la precisión arruine la verdad profunda que subyace en él. No consultaré detalles ni escenario. Maradona había vuelto para disputar el Mundial de EEUU en el 94. Muchas dudas sobre lo que podría hacer. En un momento, un balón llega a la frontal. Él lo acomoda con cariño y envía un beso de 20 metros a la escuadra griega. Ese balón tiene la sencillez y la perfección de un éxtasis. El estadio y los que veíamos la tele fuimos la estatua que hacía el arquero heleno, porque el amor puede simular y modificar el tiempo. Vimos ese balón manso y amamos el juego. 

El resto, que sea silencio y que la mar borre las huellas mientras el sol pinta arabescos con una pelota y gambetas contra el ocaso. Gracias por la alegría y el misterio gozoso de su talento. Dios ha cogido su mano de nuevo hoy. Descanse en paz y que la tierra le sea leve.



martes, 24 de noviembre de 2020

Rocío piso. 24 de noviembre

 Vivimos en una sociedad que es el propio tirano y, aunque posiblemente no lo necesitase, le hemos dado el poder para ello. Casi todo es postureo y muestras públicas de virtud, como de penitentes ahogados por las miradas torvas de sus vecinos que necesitaran una expiación pública. Cada vez queda menos para que deban ser sangrientas, supongo.

Ayer pude acceder, sin yo pedirlo, a conversaciones privadas escritas y habladas. Reconozco que eché un vistazo y oí parte de un mensaje grabado. Hay unas personas muy nerviosas manteniendo una actitud que parece reprobable. Las deja en mal lugar y las hace relativamente fáciles de identificar. Creo innecesario añadir que vivimos una situación que ha aguzado los nervios y que nos está llevando al límite de nuestras maneras civilizadas, propias de quien siempre tienen un plato de comida cerca y una cama de hospital. Pero ese es otro tema. Lo que resulta inquietante es el espejo deformado que todos tenemos a nuestro alcance para imponer la realidad de los demás por la fuerza, la fuerza de los otros, que no tienen por qué saber, no tienen por qué conocer la situación, pero tienden a no desaprovechar la situación para situar su conducta sobre la de cualquiera. Nada nuevo, es la corrala; pero lo nuevo es que ahora el país, el mundo, es la corrala, y la necesidad de ostentación de la virtud ajena (y su búsqueda de rentas colectivas, lo que de nuevo sería otro tema) puede condenar a la muerte civil a quien discrepa, matiza o tiene un mal día. No conozco a nadie que participe en la discusión, pero temo que las consecuencias para algunas de ellas puedan ser extremadamente duras. Ya sé lo que dice siempre la masa, se lo ha buscado, haberlo pensado antes, es más grave lo que hicieron que mostrarlas en el Tribunal de la vergüenza, etc...   La censura moral siempre encuentra un bien mayor, y vivimos una era que ha decidido que hay bienes mayores que lo justifican todo. La sociedad panóptica que el avance tecnológico ha posibilitado ha terminado de alzar el escenario.

En fin, es el mundo que hemos formado, uno en el que las masas han enloquecido y vagan sin una dirección definida salvo cuando se trata de destruir a un individuo; entonces son certeras e implacables. Todos tenemos malos días y hay situaciones que nos ponen al límite. No conozco las situaciones que otros me cuentan, pero sé que todos tratamos de embellecer la realidad a nuestro favor y se nos han dado las herramientas para ello. El poder es la indignación de la mayoría manipulado por malvados, nunca fue muy diferente. Hoy, parece que la democracia se juega en el campo de los errores, los zascas y la mala intención. Hemos decidido que podemos vivir en la sospecha perpetua y que no pase nada. Generalmente, es una impresión que puede tener sentido, porque le suele pasar a otros. Mas cuando todo se extienda y seamos a la vez culpables y verdugos, veremos como trasladamos el dominio humano sin aceptar los fallos inherentes de la condición humana. Que Dios nos perdone.

Espero que las protagonistas involuntarias del pim pam pum de cada día de una sociedad airada y tediosa no lo pasen muy mal y que todo se solucione lo mejor posible sin una bandada de cuervos aleteando sobre los restos del naufragio. Uno no puede tener muchas esperanzas. El humor, que se había convertido en el refugio contra el abuso se ha reciclado en una forma avanzada de la propaganda y quien más humilla, vence. Hay quien parece necesitar un estándar moral altísimo, quizá porque nunca ha aceptado que todos deberíamos valer por lo mejor que somos capaces de alcanzar. A la burla nunca le basta el olvido de su carcajada, porque ella misma es un olvido de todo lo que puede hacer que otro merezca la pena. 

Deseo que no sucumbamos a la tentación de abusar de los débiles cuando las mayorías lo demandan, cada nuevo capítulo en el libro de la humillación y el olvido. Espero que esto pronto sea un mal recuerdo para todas las implicadas y pase como las nubes negras por mi ventana, precursoras del sol blanco que irradiará un pálido y hermoso tremeluz sobre el mar. Una sola cosa puedo hacer por todas; tratar de comprender hasta lo peor y no decir la última palabra.






domingo, 22 de noviembre de 2020

La papilla.22/11/20.

 Hoy se va acabando algo más Noviembre. Como estos días de expectación y ruina con los que el anyo nos ha obsequiado, ha nacido deprisa y morirá lentamente. El cielo abierto refleja líneas doradas sobre las cumbres metálicas de los edificios. Todo es silencio. 

Mientras la brisa llega, pienso en la dificultad de avanzar en estos días extraños. No es solo la epidemia, era la vida. Somos impulsos eléctricos que al juntarse figuran un movimiento. Entre esos impulsos, solo hay quietud y mutismo, la nada. Una imagen futurista que superpone varios momentos seguidos de nosotros y fractura la identidad y el sentido, me temo. Cuento esto porque no creo ser el único al que le pasa esto. Lo que veo y siento es esa llamada de la vida a través de mensajeros que la insonorizan tras cristales relucientes para hacernos espectadores coaliados de su brillante envoltorio, que será reciclado inmediatamente después.  

Cada acaecimiento, espectáculo, evento, costumbre, suceso, hecho cotidiano o extraordinario desea borrar al anterior. En ese engrudo trato de avanzar los pies y esa papilla me resisto a tomar, mas, ay, a veces consumo. Va desde lo más relevante a lo banal, desde ganar la copa del mundo y estar en la sima mañana tras un mal día a ser, o fingir ser, alguien que es relevante a ser consciente de lo fácil que es ser borrado, olvidado, humo.

Hace unos días, Morata, jugador de la selección española de fútbol, cobraba una factura tras la victoria del equipo ante Alemania. Parecería oportunista; desgraciadamente, tiene sentido. Si eres solo lo que vale tu último recuerdo, saca de ellos lo que puedas. Aurea mediocritas, carpe diem. Para lo demás, decide el impulso que te mueve, no consumas demasiado y no te canses. La ciudad amanece bañada en un sol tibio, que se derrama sobre el justo y el inicuo, en un mundo en el que unos serán recordados por las maldades que padecieron y otros llegarán antes a la meta común de un impasible y benigno olvido.   

  



domingo, 15 de noviembre de 2020

Virgilio II, 354. Quince de Noviembre.







En corceles briosos fatigamos llanuras
Ansiosos y fieros sobre sus lomos blancos
Con la aurora que mira el trepidar constante
De la furia justa que aletean sus cascos,
Libres de todo mal, libres de todo miedo
Buscando otra vez la vida y su verano.
Azotando el espíritu del viento y su palma suave
A favor del amor y contra el grito amargo
De los que buscan en la plaza cualquier mayoría
Para dormitar tranquilos en un calor de establo,
En esta, triste atormentada tierra
Que hoy mira ya sin lágrimas cuartearse sus campos.

Avanzamos graves, no hay piedad en los ojos
Como una compañía de sabios desterrados
Dueños del hacha y de la fe, del lenguaje
Inconsciente y leve de los enamorados,
Con la espada en el cinto y la capa de sombra
La espuela presta y la verdad en la mano,
Lejos del puerto al que acuden los débiles
Para contarse mentiras que calienten sus labios,
Mientras nosotros cabalgamos sin mirar hacia atrás
Ya en el día que agolpa la sangre fuerte de los brazos
Ya en la noche que deshoja la orquídea
Y hace del perfume del jazmín la entrada a un tiempo santo,
Entre la bruma leve que hace de nosotros sombras
Y desfigura el cuerpo ardiente del ocaso
En un río rabioso de tigres amarillos
Que revelan,majestuosos, los relámpagos.

Contra el frío yacente del alba malherida
Que nos mira de nuevo, solos y derrotados
Reyes y reinas de un tiempo de silencio
Caminando entre el desprecio de su propio canto,
Porque no esperar ninguna salvación
Es la única salvación de los condenados.


sábado, 31 de octubre de 2020

Grecia o el mediodía del mundo. 31/10/2020

 En el lejano occidente hay un lugar, más allá de las tormentas y las cuevas donde habitan los monstruos hay un jardín en el que crece una arboleda fastuosa. A la luz que filtran sus ramas, el agua que la absorbe muestra los brillos dorados que son el espejo del fruto que ofrecen, pues las manzanas de oro, que crecen y se alimentan de la luz del sol y la frescura de la fuente escondida, otorgan la inmortalidad. Lectora que ahora posas tus ojos en este texto, ¿llegarás tú al jardín de Hera, aquél al que llaman el de las Hespérides? 

Grecia es la infancia del mundo, o al menos la del que esto escribe. Antes de la culpa y el ocaso, es el sol y el bronce bruñido. Es una vitalidad específica, plena de luz e inocencia pese a todo que asocia uno con la jovialidad de los que aún pueden ser inmortales; antes de que la vida vaya en serio. No conviene idealizarlos en su momento: poseían esclavos, no sentían piedad por los débiles, excluían a las mujeres. No obstante, han encendido un sol de mediodía sobre el mundo que ilumina mejor lo que somos y aviva la llama de lo que pudiéramos ser, en nuestros mejores momentos y si los dioses nos fueran propicios. Hay otras tierras del norte con otros mitos que vienen de la oscuridad y el frío, y es bueno hacerlos nuestros, si nos sirven; esta noche es una de ellos. Pero el corazón se va hacia esas islas con reyes audaces y sabios, de deidades venales y de sufrimiento y gloria que podemos creer nuestros. Es un lugar al que volver, como volvemos a nuestros antiguos sueños, alegres y misteriosos como la carne joven y la imaginación del niño. Pues en ese momento es cuando fuimos Dioses nosotros mismos, y es esa felicidad perdida de la que sé que nunca seré capaz de reponerme por completo.

El laurel de la gloria y el estremecimiento de Edipo, la pena escondida de Aquiles y la furia del can Cerbero a las puertas del Hades, la valentía de Antígona y la paciencia infinita de Caronte lamiendo con sus remos la laguna Estigia. La anagnórisis, ese concepto triste y romántico en el que el mundo arroja el velo para mostrarnos la verdad de lo que somos y que no queríamos saber. La musa que canta el fracaso humano en un éxtasis de tristeza. Es ese ideal humano que apela al misterio acaso la antorcha que ilumina la oscuridad en la que hoy vivimos, repitiendo rituales que se agotan en su mismo acontecer para dejarnos sanos y siempre sedientos. La sed de los que han negado cualquier desconocido para vivir con la comodidad de quienes ocultan el dolor y la muerte aunque sientan mordisqueando sus tobillos al espanto seguro de estar mañana muertos. Pero los horizontes perdidos no envejecen jamás.

Veo la serie Troya estos días. Es un intento estimable de interpretar varios mitos e interrogantes que nos dejo Homero (que parece ser el nombre colectivo de varios rapsodas, otra forma de decir Grecia; Borges afirmó en una ocasión que cualquier autor debiera firmar como Homero).

Hay otra razón más acuciante quizá, que me lleva a ella: el aprendizaje de la libertad, que ellos pudieron entender como las aristas de las desigualdades naturales sobre la base de la igualdad radical de la condición humana. La tragedia, la democracia, el deporte, son manifestaciones minoritarias basadas en el entendimiento de la diferencia que nos forma desde el molde que nos crea. Idealizando su propósito de nuevo, adaptándolo a hoy, siento que es tan problemático hoy como lo fue entonces; hoy parece que un poder aparentemente benévolo en el trato, redimiendo a los individuos de las decisiones problemáticas o de consecuencias inciertas a la vez que asegura cierto bienestar material a la boca y a las pasiones es preferido al fuego de la decisión y el impulso del individuo a estar solo y avanzar en el jardín de senderos que se bifurcan que puede ser la vida, sin tutores ni magos ni augures, sin nadie que hable en nombre de los dioses que no conocemos, entregados al azar y la providencia con las únicas armas del coraje y la virtud. Mínimos como somos, juguetes de un futuro al que no hacemos falta. Los bárbaros siguen acechando desde nuestro miedo a la libertad que se enquista en ese frío absoluto. Y sin embargo, ellos hallaron una fórmula, y supieron que no era perfecta...pero era correcta.

Los fuegos artificiales florecen esta noche aquí. Quizá un hielo de viento imperceptible lleva mi pensamiento a una tierra que no he pisado y que siento como la contadora de cuentos que me ha llevado en gran parte a ser como soy (o como aspiro; de mis innúmeros defectos no sería justo culparla). Es una tierra en la que las olas siguen atrapando el sol entre olivos y viñas, y el mar es un laberinto de pasiones donde el coro de las sirenas puede encadenarte y la furia del cíclope destruirte. El mediodía del mundo está allí para ofrecerte una historia a la que buscar un sentido y un ánfora de vino en el que atrapar el segundo que se escapa. Aquí las corrientes del río fluyen suaves para unirse al ritmo del mundo, que es uno y está fragmentado en todos los puntos de vista que podemos construir, mientras las musas nos lo permitan.  

Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves..

Canta, oh Diosa, el fin del nuevo día, y que sea en salud y en paz. Por el sol y las olas, la felicidad y el desconcierto, la bravura y el mito...

Un Homero muy menor. Como casi todos.


lunes, 26 de octubre de 2020

Girando como una noria. 26 de octubre

 Lo supieron los arduos alumnos de Mileto. También los místicos sufíes, los pitagóricos y los chamanes. Platón conjeturó en boca de Sócrates su naturaleza y Nietzsche creyó aprehenderlo en un rapto místico. Las torres de cristales de Bagdad, las salas secretas que deben aparecer algún día de la biblioteca de Alejandría y las caravanas que van a Damasco recibieron el mismo mensaje que a Confucio y Govinda legaron sus olvidados maestros. El mensaje inicial se ha perdido, como todos, en una playa de renacer y olvido a la que no sabemos llegar, mezclado con las aporías que los otros han ido añadiendo a un árbol de significados.

Somos círculo y acarreo. Hay quienes afirman que algunos son como hojas que lleva el viento y otros como flechas que persisten en su vuelo tenaz hacia su objetivo. Pero y si fuéramos hojas que la corriente lleva en extremos lejanos de un remolino; nos parecería seguir una trayectoria lineal mientras damos vueltas y nos acercamos a su centro, donde caeremos hacia algún sitio del que surgir de nuevo. 

¿Qué tiene que ver toda esta especulación con la vida hoy? Creo que da una interesante perspectiva sobre la agonía y el éxtasis, el laurel y la cruz. Todo esta en ti, la euforia más desbordante y la ternura más amarga. Cuando el mundo exige una actitud de dureza inquebrantable hacia el futuro; cuando cualquier inseguridad es vergüenza y cada dominio, liderazgo y decisión; cuando los que deciden el futuro niegan tus opciones y marcan solo unas pocas como aceptables porque desean poseer tu voluntad y tu rabia; cuando la marcha del tiempo te lleva como un caballo desbocado hacia un futuro que merece sacrificar la felicidad presente, quizá es la hora de rebelarse contra la linealidad y la simpleza de la línea.  Reivindicar la inseguridad, la duda, como uno de los mas nobles nombres de la inteligencia. La humildad, el desvío, la porción de la vida que nada debe arrebatarnos, la armonía que nace de lo que nos falta y la pelea de lo que nos promete.

Puede que la peste de hoy no sea la misma que sufriste en Atenas. El incendio de Tenochtitlán no es tu mirada perdida al perder de vista tu lugar amado. La muerte en el ártico de infortunados exploradores no es tu derrota al extrañar a un amigo. Pero en todas tus circunstancias se juntan todas las experiencias del mundo con las tuyas en una intersección irrepetible. Para fingir que eres quien es imposible llegar a ser en este mundo de presión y soberbia, mejor sé tú, contra todo y todos. Y así, carga con tus propias penas, amando al destino. 

Quiero aprender cada día a considerar como bello lo que de necesario tienen las cosas; así seré de los que las embellecen. Amor fati: sea este en adelante mi amor. No quiero hacer la guerra a la fealdad. No quiero acusar, ni siquiera a los acusadores. ¡Que mi única negación sea apartar la mirada! ¡Y en todo y en lo más grande, yo solo quiero llegar a ser algún día un afirmador!

Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati [amor al destino]: el no-querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo ―todo idealismo es mentira frente a lo necesario― sino amarlo.

Las palabras del germano resuenan como el silbido de flechas en los bosques de Teutoburgo, y el ayer prende el hoy; como el agua, no corre nunca hacia atrás, pero hacia donde va, impregna de su sedimento antiguo lo que será mañana. Las luces de la ciudad estallan contra un cielo en el que la luna repite su ciclo infinito y nosotros con ella. El viento levanta pequeñas olas en el río y nosotros vamos en su corriente, preguntándonos si vamos hacia adelante o caminamos en círculos, girando como una noria, acechando en nuestras indagaciones la naturaleza misteriosa de la flecha del tiempo. Somos círculo y acarreo. Lo supieron los arduos alumnos de Mileto.



martes, 20 de octubre de 2020

Job. 20 de Octubre.

 Hace unos minutos termino de leer este relato estremecedor, desolador y reconfortante, hermosísimo. 

Pessoa escribió que la modernidad había dejado de creer en Dios como nuestros antepasados habían creído: sin saber por qué. A uno no le parece que estar del lado de la mayoría sea reprobable o que los pocos tengas más respuestas o iluminación. Por lo que uno ve, todos estamos ansiosos y perdidos. Antes, la desgracia se rumiaba entre el pequeño mundo que uno habitaba; ahora, es una grieta insignificante entre la brillantina de un mundo inmenso como un océano de olvido. Por eso la ansiedad, por eso nos sentimos tan perdidos a veces. Me doy cuenta mientras escribo de que recurro al truco barato de usar la primera persona del plural para arrastrar al lector a mi estado mental. Me disculpo por ello y lo eximo de cualquier anhelo.

En la novela de Joseph Roth, un hombre modesto vive el silencio de Dios como un susurro cálido y confortable. Da gracias al Altísimo por el sueño, el despertar y el nuevo día. Pasa los días envuelto en la levita de su protección y la sensación arrulladora de un mundo en orden. Mas, como ocurre con Job, la dicha es solo parte de una prueba que necesita más tiempo. Los quebrantos se alzan contra su casa. Trata de rebelarse y avanzar contra la tempestad que Él desencadena. Siente los golpes de la vida como si vinieran del odio de Dios. En su cuerpo encorvado, nacen heridas invisibles que ya no cerrarán. En el viejo judío ha reclamado su trono su majestad el dolor. Y entonces, reniega. Lo hace de la forma en la que solo puede hacerlo el que se ha entregado antes. Todos los que esperaron y no fueron retribuidos por la esperanza, lo que mantuvieron la fe y vieron estatuas de sal en su camino por el desierto. Y el infausto destino se une al despecho contra la fe en una melodía que se arrepiente de su propia existencia. El temor de Dios se convierte en la amargura del día interminable.

Así pasa Mendel Singer sus días, desesperado y deseando, como en el relato bíblico, que desaparezca el día en el que vió la luz. Pasan los meses. Mira el océano y desea poder morir al otro lado, allá donde nació. Y cuando el momento va a seguir a otro momento sin luz ni alegría...el milagro puede llamar a la puerta y el corazón del lector se alegra de que la vida pueda ser satisfecha cuando las causas muestran un recoveco hacia el futuro y los meandros del tiempo se agrandan hacia un futuro más amable. Se siente que el silencio de Dios puede ser indiferencia, libertad o gozo. Quizá algún día sabremos la respuesta.

Uno tampoco puede soslayar el magnífico retrato de la vejez y sus servidumbres, la amargura y el amor sin límite que dan quienes no tienen nada más porque han ido entregando todo. Nosotros también los hemos visto, lentos sobre el torbellino vertiginoso de la vida, en colas del supermercado y en pasillos luminosos, en la calle mirando una luz invisible y en la desolación de su vivir aislados en casas desvalidas. En este tiempo de pesadilla y aire venenoso, hemos sacrificado su debilidad por nuestra inquietud, como antes hemos dispuesto su soledad por nuestra vida de ocio y levedad. Todos los que van a donde yace la noble mayoría, reciben la fría mirada de la minoría de los que deforman las palabras de los muertos en su memoria de los vivos. Cada lugar en donde florece el dolor esconde un suelo sagrado.

Que Dios nos perdone.




viernes, 16 de octubre de 2020

Apología del recuerdo. 16 de octubre

Vivimos los días esperando lo que nos cuenten, opinen, muestren. Las experiencias son cada vez más pasivas y el ser se rebela un tanto contra el nivel de reactividad de estar vivo en Occidente en estos tiempos raros. La opinión a discreción se impone como una forma de reaccionar a nuestra incapacidad de modificar el mundo y a la vez, es la actitud que la apuntala. La discusión es drama, y el drama lleva atrayéndonos desde hace mas de veinticinco siglos que llevamos sin conocernos del todo y queremos sabernos mejor. Me he decidido a usar una entrada de blog, que es gratis, para dar mi opinión, muy subjetiva y sin ninguna autoridad, sobre el peso de la púrpura y el anhelo de perfección.

La victoria de los Lakers en la temporada de la burbuja de la NBA ha conllevado de nuevo el recurrente debate de la primacía en el Universo baloncestístico, su majestad o el rey. He leído cosas interesantísimas (como ésta del gran Gonzalo Vázquez)  y aunque estoy de acuerdo en muchas cosas, discrepo en una de las premisas principales: creo que el problema de LeBron es que le hemos visto muchas veces como es y a Jordan siempre lo vimos como quisieron que le viéramos; su brillo impregnó nuestras retinas y nada podrá quitarnos esa lámina dorada de su silueta.

Se impone una profesión de fe o un rechazo del número en la danza aérea que es el baloncesto: como todos, estoy en un punto medio, pero personalmente defiendo el recuerdo y no me fío de las cataratas de cifras; el concepto de asistencia en una época de tiradores letales y dificultades defensivas se ha alejado del concepto de la "canasta fácil" y a nivel de superdotados, es relativamente común ver números exorbitantes y a la vez inflados. Sin ver un partido, las estadísticas no me ayudan, quizá porque mi conocimiento del juego es imperfecto. Necesito ver cada acción, un hilo conductor que me ayude a precisar si un jugador domina el partido o no. LeBron lo hace, sin duda. Creo que apabulla físicamente y es muy inteligente entendiendo el juego, pasa de maravilla y hace lo que debe hacer. No siempre fue así. El relato vital de Jordan no excluye dolorosas caídas, pero acabó reinando sobre ellas. LeBron unió sus talentos al de algunos de los mejores de la Liga ya consagrados en una conferencia depauperada y ha contado con el mejor interior del mundo en su equipo cuando se mudó al salvaje Oeste. 

Estoy empezando a ver una serie, "Brain games". Demuestra convincentemente que atributos como la atención o el recuerdo...son una ilusión. Nuestro cerebro está configurado para prestar atención a lo relevante y necesita ignorar mucha más información de la que recoge. Acepto el veredicto, pero lo uno a mi causa perdida. Un instante de misterio y el surgimiento del héroe nos arrastran más que la paciente recolección de méritos, por injusto que sea. Reivindico el rol imperfecto del recuerdo sobre la estadística avanzada para establecer un juicio . Me uno a Sócrates contra Platón en ello: el primero defendía que lo escrito siempre forma parte de una memoria incompleta. Lo subjetivo puede vencer a lo numeral, y a veces, en arte, en deporte, en la sensación que acecha, debe; quien se esfuerza en demostrar una jerarquía en campos ambiguos...trata de venderte algo.

Al final, de eso se trata todo esto. De vender, agitar, lanzar opiniones para que reboten en una cámara de eco. Pero no estamos aquí siempre para juzgar. Hoy es el aniversario de la muerte de Andrés Montes y nos recuerda una vez más que estamos persiguiendo la felicidad y la vida puede ser maravillosa. Un ocaso anaranjado emergía de los edificios mientras el río se encrespaba por el viento, lanzando sus olas hacia un futuro recuerdo envuelto en noche y ternura.




domingo, 11 de octubre de 2020

Empuñar un arma. Once de octubre

Hasta de los peores momentos pueden encontrarse gemas de ejemplo en los otros. Debo las mías a circunstancias modestas y distintas y el recuerdo más brillante e inspirador este anyo de temblor y ocaso  a Debeah Davis. Él es el padre de Alphonso, el asombroso lateral izquierdo fichado por el Bayern de Munich y lanzado al estrellato. Por resumir, su familia es de origen liberiano. Cuando la guerra civil estalló en aquel país, explicó Debeah "para sobrevivir tenías que empuñar un arma y no estábamos dispuestos". Y qué queréis que os diga. Ya sé que vivimos un mundo donde la violencia explícita embota nuestra empatía, insensibiliza hacia el dolor ajeno, aumenta el umbral de nuestra tolerancia a lo intolerable hasta límites abyectos, le da un glamour perverso a la brutalidad y aquí nunca pasa nada. Por eso me reconfortó tanto leer sus palabras. Todo hubieran podido ser excusas. La maldad de los otros, el derecho que me asiste, la justicia y el reino. Todos los autoengaños ceden ante una decisión honesta y rebelde; rebeldía es decir No, no estoy dispuesto a eso.

Ya sé que lo que todos deseamos es sobrevivir y perdurar un día más, siempre, y que hay veces que hay que aventurar la vida. Esas ocasiones son tan extrañas que frecuentemente se invocan siempre para hacer más presentable el infierno del odio. Pero ya Macbeth exclamó, antes, ay, de olvidarlo, que se atrevía a todo lo que se puede atrever un hombre. Quien se atreve a más, ya no lo es. Nadie hubiera sido capaz de criticar a una familia luchando por su casa , su vida, su pasado, y sin embargo, dijeron no y huyeron. Y las huidas sirven más a veces como ejemplos de verdadera lucha que las carnicerías envueltas en palabras y banderas prostituidas. Lamentablemente, quienes rigen el mundo y su discurso suelen caer en rendidos elogios ante la admiración de la brutalidad, la más cobarde de las pasiones. Ellos no solo desean empuñar un arma, sino ponerlas en las manos de sus vibrantes ejércitos de almas cercenadas. No suelen estar dispuestos a arriesgar para ponerse en primera fila, no obstante.

Hoy vivimos una época de rabia y amargura, de mucha mediocridad. Vencer o tener alegría es sospechoso y hay que fingir la razón a través de la emoción, tan lejana y moldeada que apenas remite a circunstancias personales, sino a agravios contra identidades, convicciones, castillos en el aire y entelequias. Las balas y los morteros siegan carne y no hay manera de abstraer eso. En un mundo donde el poder desea la agitación y propaganda para avivar el odio, la decisión del señor Davies me parece una respuesta adecuadísima a la tiranía que arrastra vidas humanas, la saeva indignatio contra los que inflan conflictos de los que recogerán los relojes y las cadenas de los caídos. Espero no verme nunca en la tesitura y si llega, estar dispuesto a no empuñar un arma porque los caciques quieren que mi muerte defienda sus castillos, temer solo el miedo y odiar solo el odio. Y mira. Si resulta que uno vive unos años menos de odio y mierda, mejor tratar de caer por un hermoso ideal que por la abyección del rencor. Que a los asesinos les aproveche su hora estelar y la mugre que las palabras antes y después de la sangre caliente y pegajosa contamina el aire.

Dublin se apaga cada vez antes mientras avanza el otoño. La vida pasa sorda y en estos tiempos en los que la frustración impone la búsqueda de culpables y tabúes, los perros del odio ladran. El rumor del mar trae canciones y amagos de sueños hacia un mundo desconocido, oscuro y ojalá mejor.



jueves, 8 de octubre de 2020

Ocho de Octubre. El Nobel nuestro de cada año.

 Vivimos tiempos (las últimas décadas, digo) de espectáculo. Uno de los más exitosos ha sido el del deporte y como siempre ocurre, cómo se cuenta ha solapado completamente lo contado. Hoy vivimos la apoteosis de un frenesí competitivo y voraz, de records y medallas. El hombre moderno está tiernamente apegado a su cadena de brillos y sensaciones sin fin que pierden valor después de estallar en una llama inmensa, muy efímera. Creo que por eso necesitamos el arte.

En el arte, en la literatura, no hay pichichis ni Zamoras ni estadística avanzada ni jugadas de pizarra. O no aún, al menos. Cada vez que se otorga un Nobel, sin embargo, vuelve la discusión sobre los méritos, los mejores, lo que hay que premiar y lo que hay que ignorar. Una respuesta simple debería ser: nada. Nada hay más allá de lo bien que nos hace sentir y nos hace pensar un libro, lo bien que comunica con nosotros algo profundo que conecta dos interiores desde mundos distintos y a menudo alejados. Qué necio desearía mayor galardón. 

Personalmente, entiendo que los premios, si no hay más remedio (y además, conjeturo que todos los que han publicado un libro anhelan conseguirlos) deben impregnarse del brillo de los premiados y no a la inversa. Entendámonos: entiendo que el mercado editorial es un páramo donde chapotean las celebridades y las modas, buscando el espectáculo, en esto sí, del mínimo común denominador, la estupidez y la venta de la novedad del momento lo más rentablemente posible. Entiendo que un comité de lectores trata de descubrir autores estupendos no conocidos mundialmente y ampliar sus obras. No me molesta. El talento no es infrecuente y la minoría suele conllevar gozos tan hondos como penas abundantes. Pero es que no creo en las bondades de la lectura más allá de la felicidad que prometen, como el fútbol, la moda o las charlas de café. Nadie se hace mejor por leer o ir a museos. La cuestión es hacerse mas feliz.

Así que si un artista ha logrado eso, si ha derribado muros de emoción y ha compartido un artefacto para mirar más lejos dentro de uno mismo, qué importa que los tártaros lleguen o no. Giovanni Drogo aún está listo para el combate, y nosotros con él. Cualquier premio excluye más que acoge, y los perdedores son muchos más. Si estos perdedores son Tolstoi, Kafka, Joyce, Unamuno, Borges o Philip Roth, quien no quisiera estar a su lado. Los romanos tenían una hermosa fórmula de expresar la muerte, "se fue con la mayoría". A veces no es malo recordar que hay otras mayorías que no significan nada...ni lo contrario. Queda la música, la escultura, el libro, el cuadro. Queda la noche que los ve nacer y el alba que los lanza a los otros. La mayoría nunca llega a su destino, como nosotros que tropezamos. Ahora el río mueve plácidas ondas de olvido contra la mar templada buscando la manera de mirar con piedad y decir adiós al brillo que dejan atrás.

lunes, 5 de octubre de 2020

El frío. Cinco de octubre.

 Esta fue la primera entrada que escribí en mi antiguo blog, tras la presentación: Acerca del frío y las segundas oportunidades. Hace 11 años menos apenas dos semanas. Acababa de morir Andrés Montes, que había sido una presencia en mi inicio de un mundo que se me antojaba lejano y fascinante y quise escribir de lo que vuelve y lo que ya no retornará. El estilo era (quizá sigue siendo) algo pesado y derivativo, pero confió en que era capaz de arañar entre la loza algo de emoción verdadera. 

Lo cierto es que el frío me resulta un recuerdo del pasado y suele ser gozoso. Recuerdo ir y volver de casa con un libro en las manos y leerlos hasta tarde, el olor de las castañas, la vida confortable del nido. Hoy, sigue ahí como un embrujo cálido. El frío eriza la piel y recuerda que de todos los fines hacemos un principio. Seca con su viento cortante y retribuye con el cosquilleo cuando entremos en un café amable. 

Ya es octubre de este tiempo confuso y triste para recordarnos que es hora de volver a la lumbre y a la compañía (el desdichado que esté ahora solo, quizá lo esté por más tiempo) y simplificar los días reduciendo impulsos y gestos hasta su mínimo gasto. Pronto, todo estará limpio y borrado, y llegará un nuevo tiempo de construir y esperar. No es así, claro, pero la simple perspectiva es consoladora e intensa. Bajo su hielo quedarán la pugna de los griegos y los latinos, los meandros sugerentes de las montañas indias y las estepas de Asia, las selvas que hoy son desiertos y cada error y cada gloria que puedes enmendar o manchar. Y al fin, nada importa, más que caminar y dar todo el calor que uno pueda recibir y dar, mientras la vida funcione.

Las luces de colores se reflejan en un río oscuro y el viento corre por los dominios de un rey del invierno que ha despertado para extender su capa de silencio sobre un mundo que quiere descansar de la gloria y el dolor. No te agites ni te pierdas; aún nada está escrito.


jueves, 1 de octubre de 2020

El viejo enamorado y el mar sin respuesta. Uno de octubre.

San Agustín refiere la fe como el impulso del niño que trataba de contener todo el agua del mar en el hoyuelo en la arena que había cavado con sus manos. Más allá de la discusión filosófica sobre un Dios creador, el dios de los filósofos o el azar y la nada, vivimos tiempos sin fe. No creo que hayan liberado mucho; desde que no creen en dios, los hombres creen en todo y liberándose de trascendencia, se han entregado a la moda. Y no obstante, creo que la necesidad de formar parte de algo más grande, el relato y la fe en el futuro siguen moviéndonos, porque somos animales de fondo.

El viejo y el mar es una hermosa parábola sobre la fe. Una de las más hermosas es la fe en otros; tener fe en algo puede ser inspirador o aletargar. Tener fe en alguien quema pero acerca al misterio que toda esperanza levanta los gestos de la costumbre y el rito, a los que eleva por encima de su acto. Creer en alguien es persistir en la confianza, querer ver lo mejor de otro. Quizá la única revolución sea la de admitir que todos deberíamos ser considerados por lo mejor que somos capaces de ser.

Santiago, el viejo pescador, lleva más de ochenta días sin pescar un gran pez. Cada día prepara el aparejo, cuida sus redes y sale a la mar, como si hoy fuera todavía. El chico quiere aprender de él, dice que es el mejor pescador de La Habana, lo cuida. Él siente el peso de los años y piensa en los días pasados de grandes capturas y las hazañas del gran Di Maggio. El resto, queda para la fe. Las olas chocan contra el malecón con constancia y ternura. Di Maggio corre y golpea como un héroe. Los dioses modernos del estadio tampoco dejan creer en ellos, venales y mimados por nosotros, que no sabemos ya admirar. Las olas que llegan al puerto de Dublín están cansadas y sombrías. Lucen contra la noche como caricias insípidas contra las frías luces que iluminan un mundo al que parece que no le importaría no saber despertar.



lunes, 28 de septiembre de 2020

Caer y no perderse. 28/09/20

Eru Ilúvatar envió a cinco magos (Istaris) por medio de sus emanaciones, los Valar. Hízolo así pues los seres que habitaban la tierra sentían la tentación del poder, el embrujo de la fuerza y la perversa fascinación por las flores del mal. Mas ay, ellos, con todo su poder, tampoco eran inmunes. Radagast se perdió en los bosques y aisló su corazón. Los magos azules huyeron buscando su propio gusto. Saruman se entregó a Morgoth. Solo uno, Mithrandir (conocido en el Norte como Gandalf) logró seguir su misión a través del sacrificio, el temor y la pérdida, y ganó para otros lo que perdió su anhelo. A veces pienso que, sin poder ni gloria, nosotros también somos arrojados desde las entrañas de un misterio que quizá nunca conoceremos a otro jardín del bien y el mal donde las sombras juegan con las llamas caprichosas, formando siluetas que no comprendemos. En ese baile de equívocos, la vida, vamos avanzando mientras aprieta el frío. Tratamos de ganar sustancia y no quedar atrapadas como esas formas difusas que arañan los muros con una pasión y una ternura inútiles.

Una de mis preocupaciones es la de cómo hace uno para no perderse; en un mundo enloquecido por el instante y en el que el recuerdo perpetuo se torna venganza, la tarea de seguir un rumbo es perturbada siempre por un ruido de fondo que nos llama,como el coro de las sirenas de Ulises. La fiesta de enigmas y lo arduo del camino invitan a perderse en el bosque o a partir lejos, sin duda: es más fácil luchar contra la furia del momento que contra la erosión paciente y cruel de los años. El peligro verdadero no debe hallarse en el estallido estúpido de la derrota, sino en la falta de sabor y guía. No saber dónde ir, engañar la conciencia, envolverse en una mentira cálida. Porque la noche es antigua y sus terrores amargos y tan fríos, pintan sonrisas con la niebla que desciende sobre el ocaso. Es entonces cuando hay que pelear, y con todo lo que nos quede, aferrarnos a una llamada, un gesto, una intención que pinten un destello para que cuando se pierda, dejen una breve muestra de lo que fuimos y lo que aquí dejamos, por poco que sea, lo que quedará de nosotros.

La noche ya ha bajado aquí y la brisa tiembla contra grúas ya tan altas que nos han perdido de vista. Contra ese anochecer inmenso camino, tratando de convencerme a mí mismo de seguir adelante hacia una misión que aún solo entreveo y que la mayoría de las veces no me apetece hacer. Pero esa debe ser la misión de todos nosotros, supongo: ir donde uno no quiere para hacer lo que no desea. Y allí seremos, al fin, libres.




domingo, 20 de septiembre de 2020

20 de septiembre. Como osas fablar...

 Lengua sin brazo, como osas hablar, dice el Poema de Mío Cid. Como la vida cada vez es más cómoda y las opiniones, y muchas decisiones suelen salir gratis, la cantidad de lenguas sin brazos no ha dejado de multiplicarse.

Hay quienes salen a la calle como quien va a la guerra, dispuestos  hacer pagar al mundo toda la frustración y rabia que les ha propinado. Por supuesto, en la vida existe una saludable relativa igualdad de fuerzas. Siempre habrá alguien más fuerte que tú, así que no resulta muy prudente escupir a la gente con la que uno se encuentra. Pero la lengua no conoce límites. Lo que la realidad niega, una personalidad animosa y victimizada puede conseguirlo, enhebrar un conjuro que convierta los hechos en su opinión, sus balbuceos en audacia y su visión ignorada en un dictamen universal. Siempre ganan, porque nunca arriesgan. Es fácil levantar catedrales góticas en la Idea. Pero ellas nunca se han erigido sobre opiniones. Una gota de sangre del derrotado vale todas las Epopeyas.

Es el clima moral de la época y todos nos sumergimos en él. No caer en la amargura inane de quien secretamente sabe que el abismo que separa la realidad de su deseo no se ha de rellenar con voluntad y encomendarse al bálsamo insuficiente de la ironía no parecen mala guía, pese a todo. A ello trato de elevar cada noche las ciegas guías de mis intenciones cada vez más torpes e inseguras, pero aún capaces. Quizá el brazo no pueda mucho, pero intentaré no llevar mi lengua mañana no más allá de lo que su debilidad permita.

Y que el veneno de la insidia no encuentre mis labios, sino es para despreciarlo, por siempre. En la ciudad que levanta luces contra las nubes nocturnas que cierran la esperanza de las estrellas, el rumor del mar gime secretamente como una promesa de la que algún día seremos dignos.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Abraham Zacut. 16 de septiembre.

 Hace unos años, caminaba por mi ciudad y en la parte antigua llegue a una Biblioteca nueva, cerca de las facultades de ciencias. Aparte de la alegría que suscita una isla más de cordura en el delirio del mundo, llamó mi atención su nombre, "Abraham Zacut".

Nación en Salamanca hace casi 600 años. Estudió los arduos símbolos de la Cábala, también la Torá y el Talmud. Escrutó las estrellas y llegó a ser un sabio astrónomo, sin que su sapiencia aprovechara más a otros: la sinrazón de la época proscribía a los judíos el ejercicio docente. Por ello, su vida intelectual y me temo que personal, fue una búsqueda de protección y mecenazgo para su actividad científica, aguardando en su memoria los textos que saldrían después a la luz, Ha-ḥibbur ha-gadol (La Gran Composición) y su Tratado de las influencias del cielo. Se especula con la influencia que sus mapas estelares tuvieron sobre los viajes de Vasco de Gama en busca de las tempestades desconocidas en un cabo de buena esperanza. La historia contrafáctica es siempre sugerente; tienta pensar que su nombre fuera reconocido con gloria y que su mente concibió un peregrinaje estelar que se integró en el rielar de aquellos astros sobre las olas mientras la tempestad hacia crujir las velas y las naves se agitaban, domadas por hombres valerosos. La acción y la reflexión  convergiendo hacia un punto de equilibrio permanente. Consolaría pensar que vivió feliz entre sus estudios, nunca molestado y haciendo suya la divisa que aún se conserva hoy entre el olvido de su antigua sinagoga: "El ruido no hace bien. El bien no hace ruido".

Lamentablemente, nunca es tan fácil y para casi todos ha sido mucho más difícil que eso. Fugitivo de Sefarad hacia Túnez, luego a Turquía. Se ignora la fecha de su muerte y el lugar donde pudo haber acaecido, bien Jerusalén, bien Damasco. No merece el olvido que casi sepultó su nombre.

Sin embargo, la parte de la historia que más me ha conmovido estas semanas mientras leía sobre él es su primera expulsión hacia Portugal (donde fue Historiador y Astrónomo real durante algún tiempo). Tenía 40 años, los que friso yo ahora. Quizá sea tonto, pero la edad provoca cierta complicidad, como la de una comprensión más honda. Imaginar como avanzaba por una ruta polvorienta para huir de un país que lo odiaba a pesar de sus logros y que deseaba ignorarlos. La supervivencia nublando el juicio y la amargura del recuerdo. Y pese a todo, ha llegado hasta nosotros. Que el nuevo año hebreo incluya su presencia como la de una estrella lejana y tranquila que ilumine lo bueno que dejamos, en el silencio que da fruto en una brisa temprana.

Más allá de otro mar, las nubes ocultan las constelaciones en un mundo que las necesita, pues también va sin rumbo.


 


domingo, 30 de agosto de 2020

Carta a Samuel. 30/08/2020/

 Dilecto Samuel:


Sin juramento podrás creer que he seguido estos últimos meses con preocupación tu decisión aparente de retraerte de las luchas mundanas. Si bien el propósito de los estoicos habita en parte en las almas de los sabios, hemos implorado por tu recapacitación. Deseamos que tu buen juicio sea pródigo cerca de la fuente amena y la laboriosa huerta. Te queremos de nuevo cerca de nosotros.

No sé si hasta a ti habrán llegado las preocupantes misivas que han hecho a muchos rendirse a la angustia. Te informo de que nuestro antiguo entrenador, Ernesto Valverde, ya no está entre nosotros (deportivamente hablando). Del resto de los asuntos que han ocurrido y aún acontecen, no deseo informarte, pues no desearía que tu noble alma se ofuscara con desasosiego. Por favor, se informado también de que hay una epidemia ahí afuera y debemos ser prudentes. Dudo que hayas salido de tu chalet durante los últimos dos años, pero si has visto abundancia de mascarillas, te confirmamos de que no se trata de una moda o una invasión de ultracuerpos. Deseamos al altísimo que te acoja bajo tu protección y amparo.También rogamos que tu decisión de ascesis se convierta en la de una vuelta a los deleites de este mundo.

Largos reproches se suceden entre nuestros hermanos, últimamente. Se reprocha que el espíritu ha abandonado el juicio de nuestro querido Alba o la alegría de Sergi Roberto, siempre jovial como lo recordábamos. Nuestro querido Luis parece haber perdido esa mordiente que le acompañaba y Gerard el favorito de la fortuna parece perdido en los placeres del siglo y no deja su voz en la comunidad, la que se pierde como la luz en la tiniebla de la noche. Por último, lo que tanto temíamos sucede y nos ha invadido la turbación. Nuestro líder parece haber perdido su confianza en nosotros y nos negó en ocho momentos antes de que cantara el árbitro tres veces. Para hacer las cosas más grotescas, Martin, que vino de las tierras del norte de luchar contra los paganos en escaramuzas, desea el color de la púrpura en él.

¿Cómo se atreve alguno de nosotros, teniendo un asunto contra otro, a ir a juicio delante de los injustos y no, más bien, delante de los suyos? Y si la gestión deportiva hemos de ser juzgarla nosotros, ¿acaso no somos indignos de juzgar pleitos tan pequeños?  ¿No sabéis que hemos de juzgar a los que nos critican desde la altura de nuestro trono? ¡Cuánto más las cosas de esta vida! Los coches, las fiestas, el resplandor de los premios, la táctica de los que ingenuos pretenden entrenarnos. A este mundo de los grandes te llamamos, Samuel, para que no te pierdas en el camino que huye buscando la vida descansada. En nuestro vestuario descansamos mucho, también.

No querría aburrirte con más cuitas, querido hermano, y además, debo escribir otras misivas bastante más larga a los compañeros Ousmane, Artur y Arturo, que han seguido la senda de la renuncia también. Sabe que los momentos malos refuerzan la confianza de los hombres sensatos y que la calma que ansías también se puede hallar en los yates que frecuentamos, ajenos al ruido que generan nuestras discordias.

Adjunto dirección del campo de entrenamiento, en caso de que las meditaciones te hayan apartado de su recuerdo. 

Afectuosamente te saluda,

Josep Maria de la concepción del buen fichaje, la mejor gestión y el nunca pasa nada Bartomeu y Ronald Araujo, gestor espiritual y consejero aúlico (en caso de que alguien nunca haya visto un balón pasar a menos de cincuenta metros de sus pies).

PD: Antoine te manda recuerdos desde el videojuego en el que esté ahora, también. 


lunes, 24 de agosto de 2020

Para que estés aquí. 24 de agosto.


Para que tu ser pese sobre el suelo también fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo. Se necesitó un alba ausente cayendo sobre las almenas esbeltas en Silesia y un sol de invierno que iluminó tenue el camino de dos que se buscaban. Se necesitó un cuchillo alevoso sobre el costado de alguien olvidado hace mucho y el beso desesperado de los amantes antes de la despedida que nunca más se volvió a repetir. Fue precisa la sal y el aroma de Samarcanda que empujaron a un niño a emprender un viaje a tierras lejanas, el fragor de los ejércitos del este y la compasión de una mirada en el sur. También llevaron a tu carne la danza inefable de los astros silentes, la suerte oscura de quien no mira atrás o la niebla del Tártaro en los sueños de un desertor que acabó siendo un superviviente sombrío. A través de las generaciones la línea de tu vida pendió de venganzas, pactos, acecho y fuerza. Nada te fue negado, ni el héroe que engendró tu estirpe antes de caer con gloria ni el traidor que prosperó en la desdicha de otros y fue odiado donde fue conocido y huyó hasta más allá del rumor que lo perseguía .

Para que tus ojos miren la vida antes de que la tierra los ciegue, se hizo necesario caer en la tribulación y alzarse de la penumbra. Tus genes llevan en ti esa memoria difusa del triunfo y fracaso entrelazados que, como la vida, contemplan nuestro escenario. Se requirió el rugido del león y el ataque del lobo, la inquietud de la presa y la noche afilada en los ojos del cazador. Provienes de la noche estrellada y del bosque susurrante. De la lectura y el baile, del templo y la taberna. Hubo alguien que deseó ser parte y se retiró de tu origen, o fue tu origen y se ocultó, taimado; nunca lo sabrás. Hubo ardor, violencia, fuego, sexo, praderas, nubes, batallas, ciudades, trenes, banderas, odio, añoranza, excusas, pesares, mar, alegría y olvido. Como hoy, hubo lluvia en escarpados pasajes marinos y horas de calma en islas sin nombre que ya se han perdido.

Para que te llames y una voz te nombre fue precisa la alquimia de las horas y la abrumadora fuerza de la fortuna. Girando, nos llevó a esta tierra, eliminó rivales y ascendió promesas. Con su sonrisa inocente y cruel, marcó el favor de los que te precedieron como ahora hace contigo, hasta que el capricho la seduzca para tu perdición y el rechinar de dientes. Para que tus pies fatiguen la llanura y tu espíritu se agote con la espuma de los días en ciudades tristes, todo fue necesario. Alejandro y la mosca sobrevolando la llanura de Zama, el profeta y el barro. Para que nos crucemos sobre un mismo tiempo, fueron necesarios muchos otros y ciertos lugares que ya no existen. La caoba y el bronce, la pasión y el hielo. Y ahora comprendes que retornar a esas tierras no deja nada en ti, pues todas son tú y en tus brazos llevas la nueva aurora que te permita moldear el breve tiempo que te ha sido concedido. Hay una ciudad sin nombre que nunca conocerás, pues yace bajo el desierto: en ella, un eco vacío que precede al tiempo, silba tu destino en vocablos que nunca oirás. Hizo falta el conjuro primordial de sus sabios para que estés leyendo estas torpes líneas. 

Para que tus manos se encuentren con otras en un instante infinito, hizo falta lo que puede ser nombrado y lo que nunca se supo decir. Y ahora caminas por la vereda, exangüe, divertido y presto, mirando a la luna con los ojos de entonces, apretando el paso. Para que mañana el alba se desplome sobre las almenas esbeltas. Para que tus ojos miren en otros ojos todos los secretos y al fin comprendas la noche de la inocencia primera que abolirá el tiempo y su servidumbre de su dirección inapelable.

Fue necesario el misterio, la luz al otro lado de algún umbral tentador, como el que alguien tiempo atrás atravesó, para su agonía y su elevación, o para perderse y con ella su linaje.  Se requirió el brebaje del azar, como un amargo triunfo. Las causas y la música de las permutaciones, el oleaje y la paciencia de las cordilleras. 

Pero hoy todo ello esta fijado en piedra y le das la espalda, pues las promesas extienden el hilo que te traspasa desde entonces hacia el futuro del que no sabes, pero que te llama.


jueves, 20 de agosto de 2020

La edad no tiene amor. 20/08/20

 Repica la lluvia sobre los cristales tintados de "The Olde Fiddle". La lumbre juega con los vasos casi vacíos de la barra y da calidez al día nublado. Los parroquianos no miran a la ventana, cansados de esperar. Acodados en la barra, miran dentro de sí el sol que les niega la tarde.

- La edad no tiene amor, dice el viejo Joe, de repente. Sus compadres le miran, extrañados. 

- ¿Cómo dices? se sorprende de oírse el tímido Benjamin, con la voz algo pastosa, pues la tarde es larga.

- Digo que la edad no tiene amor. Lo decía el otro día un científico de Estados Unidos, que todo son conexiones que hay en nuestra cabeza y una cosa que nos da el cuerpo por dentro durante tres años y luego se acaba. Y digo yo.. .- Joe echa su espalda para atrás e infla su pecho, como si fuera un rapaz, digo yo que si dura tres años, cuando uno llega a una edad, ya no le quedan conexiones en la cabeza ni esa cosa que nos da el cuerpo por dentro. Es pura estadística - sonríe, mira a las mesas donde no hay nadie y echa un trago.

-Yo creía que lo único que perdía uno en la cabeza era la pelambrera, interviene Tim, el cartero. Tienen que ser más de tres años. Mira si no Seamus, que lleva viviendo en Sligo desde que se fue con su esposa. Ya debe estar mayor.

- A lo mejor Sligo no cuenta, reflexiona Benjamin, que vuelve a sorprenderse de haber hablado. Mira a su vaso y se sorprende de verlo vacío. La última ve que lo vió, iba lleno. Con una mirada pide otro al barkeeper, que tira su pinta inmediatamente.

-Puede ser, concede Joe, esos científicos de América probaran en gente de América. No creo que hayan visto las conexiones de la gente de Sligo...

- Quizá de los de Kerry, anade Sean el barkeeper. Hay mucha gente que fue pa allá. Unos primos míos viven en New Jersey y eso debe estar lleno de gente de Kerry. A lo mejor ya tienen el ADN muy mezclado y el amor también les dura tres años a ellos. 

Joe sonríe con condescendencia mientras oye esa última opinión. La lumbre sigue crepitando mientras la noche y la conversación avanzan. - No es así -le responde, -el ADN no va así. Se supone que se tendría que mezclar todo el condado de Kerry con todos los Estados Unidos para crear esa cosa que da el cuerpo durante tres años. Si no, cada uno tiene el suyo.

- Que me aspen si le encuentro el sentido- responde Sean, pensativo -entonces, si el ADN no esta mezclado, hay gente a la que el amor le durará tres años y gente a la que no.

-Bah-, responde Joe, no tiene que ver con el ADN. Tiene que ver con como sea tu cuerpo y las conexiones de tu cabeza. 

- ¿Y eso por que?- dice Tim. Mis conexiones son excelentes

- No lo sé- replica Joe. Quizá cuanto mejores sean, menos dura.

Esta revelación hace el silencio, solo interrumpido por las gotas de lluvia contra el techo.

-Puede ser que los americanos hayan descubierto algo para que el amor dure más- apostilla David, igual te ponen una inyección y te puede durar...¡doscientos años!

La concurrencia ríe. El buen Joe, el tímido Benjamin, Tim, Sean el barkeeper, David y Chris, que bebe lentamente, pero ahora, de repente, decide levantarse y aclara su voz, haciendo saber que va a decir algo importante. 

-Ejem, ejem, caballerooosss-la voz se le quiebra al final y hace un gallo-. He pensado que, como somos solteros casi todos y estamos interesados en el tema, podríamos hacer algo al respecto. Tenemos que buscar a ese americano que sabe tanto y convencerle de que mire a la gente de Sligo. Es más- se viene arriba- deberíamos cruzar Erin e ir nosotros mismos a Sligo!

La gente aplaude. Sean el barkeeper invita a una última ronda antes de cenar, mientras todos hablan a la vez. Quizá en Sligo está la respuesta. Quizá en otro pub de Sligo, otro grupo de mujeres comparte reflexiones y una botella de vino mientras deciden ir ellas mismas al condado de Kildare para encontrar el amor. En una taberna de Sevilla, un restaurante de Osaka, una discoteca de Lima y un resort de Nairobi tiene lugar la misma conversación bajo diferentes climas, lenguajes y acentos. En un apartamento de Pasadena, un neurocientífico comprueba satisfecho la transferencia recibida de la revista científica en la que colabora por un artículo escrito deprisa y corriendo acerca de un estudio que no pudo terminar; su mujer lo dejó y él decidió vengarse contra el amor, nuestra perdición. Bueno, no todos. Mientras ve la tele y acaba su pizza recalentada, mira la cifra con una sonrisa orgullosa. Le sigue gustando el dinero a pesar de los años. 

La edad no tiene amor.




miércoles, 19 de agosto de 2020

Proteo. 19/08


El presente está solo. No esperes de él un hilo
que una el tañido del bronce en la fragua
Con la luna sosteniendo la existencia del agua
En la eternidad que alumbra su eclipse fugitivo.

La memoria crea un pasado. El futuro es designio
Del anhelo y el tiempo. De ellos hace Ariadna
Un arroyo sonoro de recuerdos y esperanzas
En un muro invisible de un sutil laberinto.

No sé quién fui ayer. Hoy ya no es. Mañana espera
En un arbusto deshecho de causas y de efectos
Donde la redención se enreda y la promesa

Pende de una voz sorda que susurra Proteo.
No hay más que hoy. Pesca el momento
Y haz de él un mármol vivo en tu recuerdo.





jueves, 13 de agosto de 2020

Reversos contra la gravedad. 13/08.

De entre todos los mundos posibles, este es el más extraño, quizá porque todo lo que podemos imaginar es la combinación de todo lo que conocemos. Donde quiera que vamos, llevamos con nosotros nuestra novela y la narrativa de proezas y caídas se sucede en una forma difusa en la que podemos aspirar a mantener sólida nuestra conciencia con esa chispa indefinible que junta los retazos de lo que somos en un hilo delicado y audaz.

De entre todos los dones que la vida me ha prodigado inadvertidamente, uno de los más gozosos fue y es mi afición por el baloncesto. Las esculturas efímeras en el aire, la fragilidad del tiempo y el brillo de los héroes fueron el principio, como siempre, supongo. Después, las victorias y derrotas de tus equipos se mezclan con las que vas cosechando en tus días, mientras recuerdas los tiempos felices en los que el drama era irreal, me protegía el cariño. Creces y añades capas de sentido a lo que era solo pasión y azar.  

Debo a una de esas intersecciones entre experiencia, memoria y época mi afición a un equipo que fue el necesario villano para que Aquiles Jordan resplandeciese. Esos Utah Jazz eran duros, limitados, serios y no sucumbieron al conjuro de las fascinación de los inalcanzables Bulls. Supongo que todos querían ser Michael y yo ya sabía que ni me acercaría. Perdieron con la cabeza alta.

Travesuras de la vida me han llevado hoy a un podcast de baloncesto que he encontrado fabuloso, El reverso. He decidido empezar por uno de los recientes, acerca de Jerry Sloan (descanse en paz, bendito sea) y su ritmo mágico me ha llevado a ese tiempo. Me ha parecido que trasciende el baloncesto para tratar de la aventura humana y de los asuntos que nos queman por dentro desde que podemos comunicarnos: la dictadura del resultado, la humillación del afán de la proeza, la hipertrofia del papel de la estrella en un colectivo o la evolución del juego en una pasión perpetua e invencible. Esa pasión que he sentido escuchándolo, oyendo opiniones que no pretender situarse por encima de lo opinado, con rigor y amenidad. Todos los capítulos que aún no he oído son una razón más para llenar los días y seguir conjeturando que significan la victoria, la clase, la moral y la grandeza, la agonía y el éxtasis envueltos en la belleza de un juego que en los peores momentos hemos llegado a enterrar en un balance contable.

La ciudad se acuesta al contraluz de callejuelas donde el viento deja un aroma simultáneo de presencia y olvido. 




lunes, 10 de agosto de 2020

(Des)conocimiento de segunda mano. Diez de agosto, 2020.

Porque nunca fue tan hermosa la basura, hay un conocimiento superficial de lo que no nos atañe directamente que pone en peligro lo que concierne a otros. En un mundo donde las escalas del saber se extienden, el aspirante a sabio debe ampliarlas a base de laminar su competencia. Sería un juego de vanidades más de este mundo vertiginoso y un poco simplón en el que nos movemos si no fuera por un detalle incómodo: las opiniones no acarrean ninguna consecuencia si son nocivas para otros. 

Creo que no es un detalle baladí; si hablar de todo está al alcance de un clic, si no nos obliga a poner carne en el asador, si nos puede otorgar aura de santos laicos, ¿dónde está el problema? Me temo que el problema es que sabemos menos creyendo saber más y convertimos todo en un asunto narcisista y emocional que nace de nuestro malestar ubicuo y lo apuntala después de tratar de salvarnos a nosotros de esa marejada impasible. Hay un conocimiento de segunda mano; como la falsa moneda, circula rápidamente porque cumple lo que promete: salva de la angustia y el frío. Nos confirma en lo que creemos ser, como si el cambio aparejara lo que no puede ser comprendido.

Un viaje de cuatro días, una serie o un documental, un libro, pueden ser el inicio de un viaje arduo. Pueden plantear dilemas que lleva tiempo desentrañar, a menos que los nudos gordianos solo sean incómodos inconvenientes en el camino de los aspirantes a amos del mundo. Lamentablemente, parece que en el día que vivimos, sirven para crear una opinión fugaz y fácil que oponer una vez se identifica la tribu que debe plantearla. Quedarse en la anécdota, el título, la postal, el giro dramático, el umbral de la tempestad que esa puerta nos ofrece, sugestiva, pero hay que saber jugar el juego. Hay que saber lo que no sabemos y hay que hacer un esfuerzo por comprender que hay mucho que no sabemos, quizá nunca sepamos, que no sabremos. Que el umbral no es la sala, el papel no es la herida y el mapa no es el territorio.

Dos grúas blancas se alzan contra la oscuridad, mientras la vida bulle contra las luces. Puede que desde algún lugar, el viejo Brueghel siga burlándose de las masas que han renunciado a aprender porque tienen miedo de ignorar y hay ciegos que les han prometido una vida sin dudas. El viento canta en la espadaña del pueblo de mis abuelos y hoy oigo su rumor desde mi ventana cansada.


 

domingo, 9 de agosto de 2020

La mirada de Jano. Nueve de agosto.

 Jano es uno de los dioses más misteriosos del panteón de Roma. Le debemos nuestro enero y una representación convincente de nuestra idea del tiempo. Es un Dios bifronte que mira a lo largo de una línea infinita, desde su inicio hasta donde se pierde la vista. Nada escapa de él, como hace de nosotros.

Quizá por eso, traída por una brisa irremediable y leve, pues no tiene importancia y a la vez muestra que el espíritu sopla donde quiere, me dió por pensar que nuestra manera de afrontar la realidad es inevitablemente incompleta, sesgada, vacía. Cada concepto se expande por el espacio como un acantilado lleva en sus entrañas una futura playa, pero es posible que nosotros solo seamos capaces de percibir una línea, como hay muchos espectros de la luz a los que estamos ciegos.

No hay solución, ni yo podría darla. Es solo que la noche se acuesta sobre las grúas, los andamios y esqueletos de edificios que hacen mover al mundo a una velocidad a la que empiezo a sufrir para poder seguir y quizá es ese precisamente el nudo gordiano. No hay velocidad que seguir, el devenir solo pasa en nuestra gramática, que influye demasiado nuestros conceptos y las puertas de la percepción ofrecen una luz que se vislumbra tras su mínima apertura, y sabemos que no podremos abrirla. No veremos las cosas tal cual son: infinitas. Somos animales de tiempo en un fondo cósmico que no nos necesita y miran las estrellas porque no saben ver otra cosa más.

No podemos mirar como Jano, pero podemos dejar de mirar como lo hemos hecho hasta ahora. Saber que la realidad preña de significados cada causa y que solo somos capaces de ver los que conciernen nuestra permanencia. Puede ser falso y es seguro que es irrelevante. No obstante, mientras la ciudad se inclina contra una sombra indiferente y fría, siento que puede ser un consuelo, aunque no sirva de nada, como todos los consuelos que confortan y salir del ego y de la sensación que nos conjura para cambiarlos por la caballería de la imaginación puede ser otra forma de escapar hacia lo que no sabemos. 

domingo, 26 de julio de 2020

La lluvia de siempre. 26 de Julio.

La lluvia golpea los cristales, incesante. Desde mi ventana veo los escombros de la labor y las luces parpadeando desde sus nidos, pero solo rompe el silencio el rumor cautivo de las gotas golpeando el cristal. Después caen lentamente en un reguero imposible de predecir.

Quizá sean así nuestras vidas. Quien nos hubiera dicho hace unos años que estaríamos donde estamos, que viviríamos el fragor de una epidemia, que aprenderíamos que la muerte no es una hipótesis lejana.Echamos a correr por nuestro propio surco sin saber donde nos estancaremos, que dirección tomará la vida en nosotros y cuanto queda para llegar al final donde el aluminio recoge lo que queda, como un efímero estanque de lágrimas. A veces, la luz traspasa su camino y lo hace brillar, como el de los más afortunados de nosotros. Otros continuarán su sorda pelea en las tinieblas y no habrá allí calma ni brillo. Y en esto, como en todo, nada importa. Vendrá otra tormenta y tapará nuestra huella.

Es la lluvia de ayer y la de mañana, porque los susurros de sus gotas me separan del fragor de hoy. Mientras miro su rítmico posarse frente a mi mano apoyada contra ellas desde el otro lado, su crepitar renace otra dicha y otra desdicha, otra penumbra y desde ella, una carne que despierta y busca. El tiempo es el único reino del que nadie desea escapar y también el más cruel, quizá por ello. Hay que buscar formas de oponerse a su fulguración constante en la llama que nos consume. Veo caer la lluvia y el instante se desgaja del antes y del luego, atándose a una cadena de sensaciones que va más allá de mi propia existencia. Es una sensación agradable, mientras el cielo se cierra tras el ocaso y la alborada parece una lejana citación del tribunal del futuro a comparecer ante la imponente figura de sus propias ruinas y sentarnos a esperar a que nos llamen, para lo que quizá se haya hecho ya tarde.

Las gotas brillan la luz de mi salón y sus figuras son tan proteicas como las de las nubes. Busco el fulgor de la luna contra un jirón de nubes y vuelvo a recoger en un hatillo mis sueños. El pasado aún corre por mis venas y en los fragmentos rotos del espejo interior una misteriosa luz, ¿por cuánto tiempo?, aún brilla, mientras el mar sigue esperando y su memoria infinita acoge la pausada marcha del río hacia su perpetuo y circular olvido.

miércoles, 22 de julio de 2020

La noche y el acero.22/07/20.

Me gusta la noche, como al personaje de Guy de Maupassant atrapado en ella y en el silencio del Sena. Como él, veo figuras que despiertan y se desvanecen en su cielo de plomo y la luz del pasado que ilumina los rincones desharrapados de hoy. A veces el futuro se asoma en divagaciones inconclusas, pero no es lo frecuente; el ángel de la historia mira hacia atrás aunque no sepa detenerse en su devenir vertiginoso. Siento piedad por los olvidados, aunque solo dura lo que tardo en darme cuenta de que pasará conmigo. Sí, ocurrirá muy pronto.

Pero nunca deja de ser hoy y disfruto el paseo al son de una música inaudible. El río nunca cesa y su rumor dorado por las luces de los edificios que lo acunan parte hacia el mañana antes de que la aurora  llegue a nosotros. La brisa trae pequeñas briznas de lluvia y las nubes cambian para mostrar la permutación incesante, otro misterioso blasón del tiempo.

Pienso entre todos los edificios y sus reflejos de cristal y neón como me he habituado a vivir, como todos, entre abstracciones y ficciones. Suelen ser enriquecedoras, pero siempre ofrecen un perverso riesgo cálido y atractivo. Las ideas complejas de un pensador original de hace dos siglos se transforman en tres consignas incoherentes entre sí para atrapar a quien desea arder el mundo. Los airados verbos y las invectivas de un político antiguo que quizá tuvo un día aciago por una razón mundana persiguen las pisadas confusas de otro que siente angustia contra el cielo del porvenir. Y el horizonte se desvanece en nombre de la capacidad para ver lo que no existe, como Chagall pintaba ángeles azules entre los edificios.

Me pregunto si la incapacidad de ver lo que existe está relacionada con la capacidad de ver, sentir y pensar lo imaginario, y las formas que ese imaginario tiene en nuestro malestar. A lo lejos parpadea un semáforo y la grúa contra el azul metálico de la noche es un animal mitológico que duerme en su caverna de temblor y olvido, como todos nosotros.