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martes, 31 de agosto de 2021

Nec spe nec metu. 31 de agosto.

 Nec spe nec metu es un lema que usaron los clásicos; parece ser que Cicerón gustaba especialmente de él. De clara inspiración estoica, refleja la paz de quien mira el horizonte con asombro y deseo de libertad. Sin las pasiones que roban el presente en pos de lo que está por venir. Así que quise poner unas lineas de texto sobre el tema y lanzarlas en una botella al océano.


Los días corren raudos sobre la rueca íntima
Que da luz a tormentas, amanecer y al fuego.
La vida nunca es fácil mas es pródiga en dones;
Pasos en la suave arena que alivian de su acecho.

La gravedad del ser es leve a pleno sol
Por caminos de soledad pedregosos y libres.
El recodo sencillo refugia los anhelos
Y las encinas dan sombra a aquellos que están tristes.

Las cenizas de ayer en los muros caídos
Dan hogar a la vida, la que resiste y medra,
Mensaje fiel del temblor de quien pelea herido
Reflejo de la luna que danza en la marea.

La habitación duerme más allá de un mar
Donde yacen olvidos, silencios y añoranza
Más valdría sentir en los labios una luz dispersa
Para que alumbraran con su fulgor espadas.

Porque el presente arde hoy con un brillo sereno
y la brisa juega grácil con las hojas y el río
no hay nada que pueda turbar el brillo del momento
ni fiebre ni dolor que sacie esta sed de estar vivo.

La aurora, espejo del alma, aún no ha despuntado
Y la nostalgia del porvenir susurrando llama
Luego el atardecer rosado girando me sorprende
Libre y en paz al fin, sin miedo ni esperanza.

miércoles, 18 de agosto de 2021

18 de agosto, 2021. Tío Vania o el deterioro de vivir.

El privilegio del talento artístico es expresar temblores profundos en una forma que comunica con el receptor algo inasible mas concreto y pleno. Por eso, hoy que vivimos en tiempos de literalidad, asfixiante virtud y falta de compasión necesitamos la ironía del arte. 

El talento de Chéjov es inabarcable. Su teatro fluye como la vida y sus relatos parecen mostrar una vida más real que la que vivimos. Supongo que todos vivimos nuestros propios ensueños y adoptamos los buenos ajenos. Recuerdo la impresión que me produjo Tío Vania. A través de una historia corriente y monótona, se parece tanto a la vida...logra elevar una cuestión que todos vamos sintiendo aunque no lo sepamos: cómo nos gasta y agota la vida. El impulso es más indeciso, la certeza se pierde en el velo del tiempo y todo parece urgente y demasiado poco para lo que merecemos. Hay momentos de luz y de pausa entre la fuga decidida de todo, pero no nos engañemos. Hay quienes creen en una justicia más allá del tiempo, en grandes Ideas, en ellos, en nada. Tanto da. El destino se complace en mostrar un desierto de soledad y abandono. Por esas puertas entre las dunas tú también caminarás.

Por supuesto, no todo es una caída perpetua de años y grietas. Hay quien decide qué hacer y hay quien pelea. Eso es lo que sirve, creo. Caer después de luchar contra el ejército de calamidades. Pero ese es otro tema y esté ya es lo bastante grande. Que un autor suscite toda esa corriente de pensamiento, escalofrío y calor de alma es un privilegio y estoy agradecido por ello. No creo que la cultura sirva para nada si no es para sugerir mejores formas de vivir. Ya hay muchos que se han perdido en la oscuridad.

He estado dando un paseo y me preguntaba por qué los días parecen cobrar su usura más prontamente hoy que hace unos pocos años, cuando la luz parecía más viva. Quizá la pandemia, la furia del fracaso, los desengaños. Quizá simplemente sea que aprender es mucho más difícil. El mundo gira más deprisa, los maestros se han ido y las tardes se parecen a otras. Quizá debiera admitir que no sé apenas nada y acabar con el sabor agrio de quien cree que anticipa lo que pasará porque desea estar en lo cierto. Quizá sea el mundo que se ha convertido en una caja de resonancia del rencor y emite un tono constante, ubicuo, monocorde de ansiedad, un zumbido al que nos hemos acostumbrado demasiado. El resentimiento sustituye al sentimiento y no hay playas donde ser un náufrago de los despojos del tiempo.

En fin, la verdad es que estoy bien. El privilegio del genio es arrastrarte a otros mundos mientras paseas en uno de los que habitan éste. La luz se filtra entre las nubes en un declinar cansado y suave, las olas no tienen prisa en llegar a lamer el puerto tranquilo y el viento no aparece hoy. Las buenas gentes ajetrean la calle y buscan en las líneas de luz una respuesta mientras los edificios callan y las aves llenan el cielo de vigor y voluntad. La tenacidad del tiempo es implacable. La nuestra puede resistir también, aunque sepamos que será fútil al cabo. Y que más da. Las batallas más gloriosas son las que se libran no aunque la guerra esté perdida... sino porque está perdida.




martes, 10 de agosto de 2021

Los secundarios. Diez de agosto.

Ocioso lector, no hará falta que te jure que desearía que esta entrada fuese un prodigio de amenidad y gozo para ti. Mas, ¿qué puede hacer mi naturaleza si la Madre de todas dictó que mi pobre talento no fuera más vasto que el otorgado?. 

No estaría mal ser un as. Alguien que desde el principio de su historia supiera que va a ser protagonista y nadie contará sus cuitas por él. Creo que esa época dependía de la cuna o el pesebre y ya pasó. Hoy, todo lo que uno hace no refleja las estrellas pero deja marcas en los vasos, los recuerdos y el eco. Puede que no mucho, es lo que somos, materia del aire. Y sin embargo, lo que vibra después del ruido suele dejar una impresión más honda que el estruendo. Uno no necesita ser siempre el mejor, el más celebrado, el más amado, el más vital. Y sin embargo...el deseo es más poderoso que la piel. No es lo normal ser y sentirse vencedor e invencible; unas pocas veces quizá basten a una vida plena. Nos hace infelices no ser más que decorado ajeno, a veces. Pero no debiera ser así, me parece. Cada secundario da la profundidad a la vida siendo el protagonista de su propia novela. Pero, ay, a todos nos alza y nos hunde el deseo de ser más y llegar más lejos. No hay mares que templen el anhelo salvaje de quien ha olvidado mirar atrás.

No me angustia tanto sentir así porque veo que todos sienten igual. Saber que eres prescindible es fácil. Aceptarlo es arduo. Uno camina por la vida como en un camino abierto entre el matorral y ve a gente venir y marchar, con unos pocos quedándose. Piensa que el camino que sigue es el suyo, hasta que comprende que no es de nadie y de todos, de cualquiera que se haya sentido confuso mientras fatigaba recodos y elevaba minúsculas polvaredas con sus pasos ágiles. Morirse debe ser dejar de caminar. Y dejar de ver a los imprescindibles, a los que se quedan un tiempo y se van, a los que no se van ni a tiros y a los que nunca se irán para nuestra alegría, los que se alejan de nosotros. Tan centrales y tan alejados, mientras buscamos el centro donde la vida se equilibra y duele menos. Donde el paisaje y el paisanaje nos hacen ver que estamos en casa, rodeados de quienes dan a la vida su color, distinto para cada uno. En aquel sitio grato. Allí donde nunca da la vuelta el aire.

El cielo es hermoso hoy, tranquilo, con la luz de atardecer pausado. Parece pertenecer más al otoño que a la luz de agosto. El viento apenas murmura y el mar se acurruca contra el fondo de nubes. Más allá de ese horizonte se escriben nuestras vidas. Algún camino tiene que haber.



lunes, 2 de agosto de 2021

Un último baile. Dos de agosto.

 Hemos llegado más allá de los límites de nuestra constelación. Hemos visto brillar en la oscuridad rayos cerca de la puerta de Tannhäuser. Lo que ocurrió fue que estábamos demasiado maravillados contemplando y casi todo fue olvidado, pero no se perdió. El reflujo suave de la memoria no es la tempestad que azota y borra con furor el segundo previo. Conforta y recupera aquellas sensaciones que nos marcaron.

Me temo que mañana diremos adiós a los últimos supervivientes de una generación irrepetible de nuestro baloncesto, de nuestro deporte. Nos enfrentamos a un equipo superior y la alta competición acostumbra a ser implacable. En cualquier caso, no queda sino batirse; después, se gane o se pierda, miraremos atrás con lucidez y quizá hacia el futuro próximo, con un halo de esperanza por un partido más. Ojalá.

Recuerdo la travesía con tantas celebraciones y algunos pesares; el oro juvenil en Lisboa que presagiaba la formación de un buen equipo (aunque nunca es fácil). Sobrevivir en Turquía a un jugador imperial que vi por primera vez, Dirk Nowitzki, y ser terceros. Sufrir el talento de los superjugadores USA en Atenas y sentir que una oportunidad se había perdido. Saltar con la victoria ante Argentina, que tuvo en su mano eliminarnos, y no creer la final que jugamos contra Grecia. Ganar Eurobaskets y perderlo en casa; no pude ver el partido, en esa época La Sexta no se sintonizaba en el pueblo donde trabajaba: supongo que la adultez es el tiempo de la vida en el que uno no puede hacer lo que quiere porque lo que no quiere está al acecho...y es la regla normal de la vida. Dos finales olímpicas que me dolieron lo que nunca pensé, nunca pensé que fuéramos capaces de tenerlo tan cerca, y en eso se resume la grandeza, en tratar de arrebatar a la realidad lo imposible. Un triple de Teodosic que nos eliminó de un Mundial y nos recordó lo difícil que es ganar siempre. La derrota en casa contra Francia, merecida, y la revancha memorable años más tarde, con Pau convirtiéndose en un héroe sin tiempo (aún sigue ahí, eterno, admirable). La consecución de un Mundial trabajado y meritorio, con el talento del equipo que fue apagándose mientras agotaba las medallas. Todos esos momentos podrán perderse un día, pero permanecerán hasta el final, mientras nosotros lo hagamos. Supongo que es la vida de todos. Recoger lo que a uno le hace vivir con más profundidad, sentido, coraje y pasión, y tratar de hacerlo suyo. Porque para recibir más de esas gemas, uno tiene que arriesgarse a perder otras. Cierta amargura en lo que antes fue inocencia, cierta distancia contra el fracaso, resignación contra lo que no llega...

Así que aquí estamos, deseando un penúltimo baile y que el último no llegue. Por si este fuera el día, solo querría haceros saber que cada defensa y cada ayuda, cada salto y tiro, cada jugada afortunada y cada balón que se escapó del aro, cada furia y cada tristeza, han sido compartidas. El sino de quien no tiene un talento es buscar a los que lo irradian para ser parte de ellos, en una vida mejor. Y vosotros habeís brillado tanto durante tanto tiempo... Solo queda batirse, de nuevo, dar gracias a la providencia que ha permitido tantas alegrías, emoción y abismo y deciros que estamos orgullosos de vosotros. Pase lo que pase.

El cielo brilla con una luz de tarde apacible. No hay viento y las nubes blancas pasan perezosas contra el tibio azul del día. Todos se preparan para lo que traerá este nuevo tiempo, fluyendo en sus pensamientos y lo que sienten, como un río. Lejos, muy lejos, estamos más allá de Orión y sus naves incendiadas nos recuerdan las batallas que hemos podido alcanzar y todo lo que fue necesario para que nuestras manos se encontraran.