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miércoles, 29 de junio de 2022

¿Dónde está el cuadro? veintinueve de junio, dos mil veintidós.

He visto una foto de gerifaltes rodeando a las Meninas. Servidumbres de la actualidad aparte, he recordado el punzante verso de Cernuda, cómo admiran las gentes al genio una vez muerto. Es curioso, enaltece y humilla según la perspectiva pensar el rastro que el espíritu singular deja en el alma del mundo, ese torbellino de impresiones y malentendidos que reconoce a unos, ignora a otros, confunde a todos. Décadas, siglos después, el ignorado, el vencido a veces alcanza alturas olímpicas. Por supuesto, muchos de los favorecidos de la fortuna de su época experimentan el sino habitual de la mayoría: llegan antes a la meta común, el olvido. La imagen de presidentes y ministros junto a Las Meninas crea otro cuadro aparte, escabroso e irónico. Lo que estás mirando te mira. Lo que te parece real y robusto puede que sea una ilusión. La vida está en otra parte.

No soy un experto en nada, menos en Velázquez. De lo poco que sé, me resulta cautivador su juego consciente. Me parece que todo arte es un juego de comunicación en el que hay quien propone un juego, entrar a un mundo propio con reglas distintas, que se parece a todas las subjetividades que debemos perfilar para llegar a un acuerdo sobre el mundo. Las personas corrientes lo hacemos con la costumbre, los artistas con el enigma de la belleza, acaso el único grado de lo terrible que podemos vislumbrar sin resultar cegados. Ese juego imita a la realidad para devolverla cambiada, si uno es capaz de encontrar el hilo de comunicación que el creador propone. En otro caso...bueno, esa obra no es para nosotros en el momento en que nos llega. Será para otros.

Velázquez, como Cervantes, parecen cuestionarse la verdadera naturaleza de la realidad, lo que es real y lo que nos engaña, lo cierto y lo aparente. En las meninas el juego de miradas y personajes llena de densidad el aire entre ellos y detiene el tiempo pero, ay, nos oculta el cuadro al tiempo que lo abre de par en par para introducirnos en él. ¿Hasta qué punto? Imposible saberlo. Es imposible saber el grado de locura de Don Quijote, la monomanía de Ahab en su infatigable búsqueda de la ballena y la perdición, quien está tras el proceso de K, la razón de la música, las impresiones de los colores, el minucioso efecto de las palabras engarzadas suaves. Solo queda el devenir constante y los reflejos engañosos, o no tanto, que nos prestan. San Agustín tiene una imagen muy poderosa y bella: viene a decir que los humanos estamos de espaldas a la luz y, por tanto, somos capaces de ver lo que la luz alumbra, nunca la luz misma. Puede que el arte sea solo el jugueteo de imaginar esa luz para llenar con algo de verdad los días.

Cae la noche en esta parte del mundo, mientras el sol despierta otras. El cielo esta encapotado y las nubes negras parecen vigorosos trazos oscuros contra un cielo donde la última luz aún destella un brillo postrero. Todo depende de que mañana no sea igual, que haya una luz levemente distinta, una idea, un sentimiento, una percepción que recuerde a otras pero se diferencie para que la existencia sea un poco más honda. La luz se refleja en las cristaleras de las oficinas y los callejones de arpas oxidadas tras los tumultuosos lugares. Los mandamases seguirán y se irán después de ser hoy parte del cuadro que los acoge a la vez que se refugia entre ellos. Velázquez, Nicolasito Pertusato, Margarita y los otros están más allá pero aún no se han ido, envueltos en esa sustancia entre el ser y el no ser que nadie puede contemplar sin un asombro extraño. Unos y otros siguen, seguimos tratando de encontrar las mismas preguntas que buscamos todos. Cuál es la realidad del mundo, cuál su esperanza, qué es la verdad, dónde se encuentra la verdadera vida, la que nunca está ausente, en qué lugar aguarda la felicidad, dónde está el cuadro.



sábado, 25 de junio de 2022

Razones para hacer una cama. 25/06/22

No hay razones muy convincentes para hacer la cama después de despertar. Menos para escribir acerca de ello. pero ya sabéis, nada humano me es ajeno, nadie es una isla, etc... No se ven argumentos poderosos para recoger inmediatamente los restos de un desorden que la próxima noche repetirá, cada momento trae su propio afán. El hecho es que el fin de semana, ese momento en el que desertamos de las obligaciones que nos hemos autoimpuesto para tener la cálida coartada de culpar a otros de nuestra desidia (advierta el avisado lector que le incluyo junto a mí en mi lista de arrepentimientos y rechácelos, si quiere), parece un momento en el que todo se puede posponer y todo se puede hacer.

Cultivar un huerto debe hacer bueno al hombre. Me acuerdo de mi abuela recogiendo de la huerta y a mi abuelo cogiendo prestado y usando el motor de la acequia la madrugada que le tocaba para regar los chopos. Saber hacer crecer algo es grato y la visión del espejo de ver crear en nosotros algo nuevo, un hábito. Me pregunto si abrir las ventanas a un nuevo día, una nueva vida y luego expandir las sabanas, la manta, el nórdico o lo que sea es una forma de habituarse a la ilusión de un comienzo, por modesto que sea. 

Puede ser también una celebración del hogar, aunque la casa no sea tuya, aunque estés de paso...y quién no lo está. El reino del sueño es misterioso, tanto o más que el país de las lágrimas. Tener dispuesto un palacio donde vivir la aventura o la desventura que nos aguarda es una suerte de ofrenda a los dioses para implorar su clemencia en los lances oníricos. La angustia y el desamparo son terribles, y todo lo que hagamos para evitarlos, durante el día, pero también en la hora inmediata al despertar acaso cuenten.

Otra razón bien pudiera ser exaltar el ánimo del día. Comenzar con una muestra de orden el incierto viaje que nos espera fuera de casa, donde nada se nos concede y la gente es igual a la otra, a nosotros. Aún queda un lugar que nos espera. Cuando uno va cumpliendo, ay, años, le da más importancia al propio cuidado. O al menos es mi caso. Organizar nimios rituales de cuando en cuando para festejar humildemente la propia existencia, precaria, irrelevante, confusa, pero al fin mía. El cuidado a otros es esencial, el respeto sin límites a su propia existencia, pero también el cuidado propio, la aceptación y la calma. Vivimos en un mundo que tratará de desquiciarte. Te hablará con una voz que reconocerás. Contra el ánimo airado y triste, una mínima muestra de capacidad de control sobre el mundo, de perdón y confianza, puede marcar una gran diferencia, la que existe entre el desolado y el resistente. Nos debemos más fiestas a nosotros mismos, en soledad o en pequeñas compañías. 

Yo tiendo al caos, bien lo sé. Demasiadas veces no he hecho lo que debía, he sido displicente y perezoso, en ocasiones elegí cerrar los ojos. Y desde luego, ni hacía ni hago la cama todas las mañanas. No se trata de querer ser otro, o de crear rituales mecánicos que pierdan de vista su origen y se vacíen. Se trata de encontrar razones para saber que aunque la vida desordene lo que deseas mantener, hay muchísimas razones para seguir peleando y aunque la única salvación para los vencidos es no esperar ninguna salvación, cuando uno dio todo lo que pudo, puede perder con una sonrisa. Cae la noche como si hoy fuera siglos atrás en Troya y un rumor de inquietud asomara desde el mar y el viento empujara levemente las nubes con lentitud perversa. Las luces agonizan. La larga tarde de verano muere exhausta. Los otros buscan también sus razones para avanzar mañana. No hagas tu cama si no quieres. Pero sigue adelante.
 


martes, 21 de junio de 2022

Años luz. 21 de junio.

Nevaba frente a la estación, con esa pausa íntima que en ocasiones el cielo hace coincidir con un estado de ánimo, un impulso de raíces ignotas. Ella paseaba su mirada interrogante sobre el edificio que se recortaba contra las nubes negras, abrumada: Lo que nos acaricia y lo que nos hiere tiene manos invisibles.

- Aún quedan veinte minutos- dijo en un tono maquinal.

-Sí, respondió él. -Mejor nos tomamos un café antes.

-Oh, no me apetece ahora mismo- dijo ella, y vio como él se alejaba hacia un pasillo de la estación, que estaba tan tranquila como la panza cálida de un animal de compañía durmiendo.

Todos los viajes son arduos, porque siempre llegamos demasiado pronto o demasiado tarde. La angustia, el temor, la excitación, la agonía y el momento de comprensión súbita son una madeja que uno solo puede tomar o dejar en el momento, un poco a ciegas, como los prisioneros que caminaban por mazmorras buscando la luz de la libertad. Luego, con el tiempo, los nudos aflojan, algunas cuerdas caen exangües y entonces cada parte ocupa su sitio. Culpa, promesa, redención, sentido. Ya no importa. Todo quedó atrás hace mucho y ya no puede ser de otra forma. 

El humo de la máquina llenaba la vetusta estación de una cierta excitación y brío; era como si el tren llevara con él la oferta de la llegada a otro mundo completamente distinto, totalmente nuevo. La promesa de un olvido. Ella no recordaba cuando había cambiado y comenzaba a intuir que era un enigma sin respuesta ni sentido. Nunca había dejado de cambiar y nunca lo haría, como si fuera cientos de siluetas hechas de cartulinas de colores distintos unidas por un cordel finísimo que hay quienes llamaron yo y otros llamaron nada.

Él se acerco, sonriendo levemente. Su barba perfilada pero algo descuidada añadía cansancio a su gesto lento. Ni siquiera él, solo ella sabía que también él estaba devastado, acurrucado contra la vida para protegerse de sus golpes ubicuos e implacables. Acaso es así con todos. Envidiamos a los demás por no ser nosotros y perdemos el tiempo lamiendo cicatrices de heridas. No tenían disculpa; ni la sombra de una melancolía, ni amargura del pasado, ni sombra de una sospecha. Bajo los arcos silentes, poderosos como los gigantes de la mitología que erigían una gruta para los secretos prometeicos de la vida moderna, humor, velocidad, acero, carbón, fortaleza, electricidad, ellos se cobijaban para ir a un lugar que ya conocían y tratar de buscarse entre sus muros de nuevo.

Miradlos. Cansados, decididos, aún vivos. Resistentes contra la usura de los días, el lento goteo constante de rutinas y frustraciones que sobrellevan, llevamos, esperando que de pronto un rayo de luz rasgue el cielo cerrado. Caminan hacia el andén, sabiendo la danza de movimientos del otro y adaptándose a su ritmo en el sutil acto de caminar hacia cualquier lugar. Valientes, no saben hacerse ilusiones sobre el nuevo engaño que siempre propone el alba. Sí, sí: mañana será igual. Ya no tienen nada que darse, salvo una presencia corpórea que asume el sitio de su soledad. No es una ingenuidad creer que no es poco. Él arrastra los pantalones, amplios como los de un soldado que ha pasado innumerables penurias. Ella lleva el pelo desmadejado y solo piensa en acomodarse en su vagón y cerrar los ojos, tal vez soñar. Se acercan al revisor mientras la chimenea se agita y la locomotora comienza a temblar. A lo lejos, los raíles reptan más allá de la boca de la estación y se unen en un punto difuso del futuro, acaso, al que nunca sabrá nadie llegar. 

Subieron despacio al vagón. Él después de ella, rozándose la mano casi sin querer, a años luz uno del otro.


Pasaron tiempos raudos e inmóviles, como siempre los percibimos, con exageración. Otra nieve, otras estaciones y otros veranos, vacaciones de playa, los paseos por el campo, las promociones y los desencuentros de aquellos a los que sonrió la fortuna y una sucesión de penurias y hastío para todos los otros.  Siempre la ficción tan incomprensible como lo real. Siempre de frente, como un espejo deformante que divierte al principio y que aterrorizaría si nunca pudiéramos dejar de verlo. Siempre el rumor sordo de la lucha por debajo de todo. Y aquí estoy, tecleando las últimas frases, una luz en una ventana lejana que es otra de las ventanas con luz que un paseante vería, mientras las aves duermen, una brisa cálida amansa el lomo de la noche y a mí me lleva a ellos, a su propia pelea y sus desencantos, a sus euforias y alegrías, a su capacidad de arraigo y su fuerza para luchar contra sus cadenas, a mí, que he visto sus vidas sobre una ventana en una noche apacible de junio y estoy también lejos de cualquier mundo ahora...




sábado, 18 de junio de 2022

Un día más en la vida. 18 de junio de 2022.

En un día del hombre están los días, escribió Borges a propósito de James Joyce. Ha sido Bloomsday esta semana y la ciudad se llenó de vestidos de época, declamaciones y sombreros de paja. No es una novela que me llame la atención excesivamente; creo que la lectura tiene su reino en el ámbito alegre de lo lúdico y nunca en el lúgubre de lo esotérico. La confusión entre lectura y estudio es funesta, me parece. Confundimos lo esforzado con lo meritorio: en realidad, lo sencillo suele ser la marca de la maestría. Pero pudiera ser cierto que tras leer el Ulises, ni el arte ni la vida se vean de igual manera, como he leído en alguna parte. Un mérito del Bloomsday es despertar la curiosidad sobre la obra que homenajean. No se me ocurre un elogio mayor.

El día anterior fui a un concierto y me sumé a su hechizo. No tiene nada que ver con la altura del alma, sino con la necesidad de olvido. Todos formamos mayorías y minorías en las afinidades electivas que hemos decidido y al fin, nada permanece más que la alegría que despierta estar allá donde somos lo que queremos ser.  

Porque es importante encontrar un lugar. Golden State Warriors son campeones de la NBA. Mucho ha tenido que ver Andrew Wiggins, un jugador que primero iba para estrella y luego para sospechoso recurrente. Ha explotado en el lugar que el destino eligió para él. Lo que le aguarda el futuro es incierto como a todos. Si ésta será su cima o un comienzo, se verá. Depende de su esfuerzo y pasión en parte, sí...pero también de aguardar comprensión y un sentido del azar, apretar los dientes y desear que todo acabe encajando. El final siempre está cerca, y no depende de tu caridad ni de tu resistencia. Los interminables monólogos de Bloom, las pegadizas melodías de canciones populares de éxito, la agonía del deporte y el espejo de todo en vidas proteicas y que guardan su misterio íntimo por siempre. Sí, sin duda, en un día tuyo, lectora, están todos los días. Sí, querido lector, la mística vital abraza cuando lo desea, pero cada momento es único y en un momento presente interminable lo vivimos todo.

Entre el alba y la noche está la Historia Universal.  La noche va retornando a su abismo y los ruidos cesan. El ocaso acoge a las criaturas que la aurora insuflará de vida mañana. Veo una foto de una escultura que me recuerda a mí, un emigrante hueco con una maleta, que ha gastado los días y al que los días han gastado, traspasado por una nube de oro que se apagará pronto y que quiere escapar, pero no sabe ni puede.






domingo, 12 de junio de 2022

Doce de junio, 2022. Réquiem

Contra quienes tratan de imponer su voz contra quienes no pueden defenderse. Contra el poder que necesita esconder el eco de los que no están. A favor de la vida y del honroso recuerdo. En memoria, en fin, de quienes han caído y son inconvenientes para los mercaderes de voluntades, en epidemias, en desastres, en tragedias silenciosas que claman contra el poder.


Prohíbeme solo una cosa

Desde la soledad en la que ahora moras:

Que alce una palabra sobre todas tus palabras,

Un acto propio sobre tus actos libres,

Una memoria turbia sobre tu piel desnuda.


Permíteme que te acompañe antes de tu travesía

A la tierra ignota donde la fruta despertará tus labios de nuevo

Con el sobrio dolor y la llama del alma en una noche para siempre oscura.

Regala el recuerdo de tu nombre a quienes te quisieron y da gloria a tu vida

Cerrando los ojos, acunado en la verdad de lo que siempre vuelve.


Pídeme que acompañe a los sombríos que tu amor perdieron

Y que tus brazos sean el puente futuro que enlace con vigor los nuestros.

Porque al recordar, cuando quedan ojos y alma que aún conocen,

Oh, desdichada muerte, ¿dónde está tu victoria?

Pídenos que el escombro miserable no esconda

Las flores de futuro que sembró tu anhelo.


Prohíbeme solo una cosa,

Mientras afuera mercachifles y ebrios de poder se disputan tu cuerpo:

No dejes que les permita su venenosa última palabra

Que nadie edifique otro santuario que no diga quien fuiste

Que nadie se atreva a romper por siempre tu silencio sereno.


Y tú cabalga en las rosadas líneas del atardecer

Rumbo a la medianoche donde el alma reposa

Y el esclavo que somos se ve libre de su amo,

El tiempo, el devenir, la carga pálida y ardua

De la ceniza de los días, mirando hacia ese cielo

Que hoy se llena de ti como un jardín inocente, tranquilo

Y tu voz ya no es sino un eco en los oídos que te aman

Y riega de sosiego esta atormentada tierra.




jueves, 9 de junio de 2022

La belleza y sus armas. 9/6

Esta mañana el sol se derramaba sobre las calles silentes y la luz vestía de oro los ventanales y las formas sinuosas de las nubes que filtraban su tono. El mar ofrecía su manto extenso y las formas perfiladas de la bahía aparecían en un trazo fino y robusto. Los dones no siempre apreciados de la realidad se desplegaban modestos sobre una tierra tan vieja y tan joven como cualquiera.

Hacer lo bueno, decir lo justo y contemplar lo bello bastan a una vida humana, dijo el sabio. No sé si es así, pero si estoy persuadido de que la belleza importa. Simplemente, importa. Porque es una promesa de felicidad, porque nos deja ver otro mundo del que este es una pálida sombra, porque atenúa la desdicha, porque su fulgor fugaz ilumina los abismos internos.

Creo que hay expresiones de la vida que son leves y cualquiera puede negarlas, fingirlas, suplantarlas o desdeñarlas y hay expresiones vigorosas que fuerzan a penetrar su enigma: la vida se abre camino. Acaso lo que llamamos belleza no es más que el grado de lo terrible que podemos soportar y un amanecer, una cumbre helada o una galaxia son recuerdos de un futuro que no nos necesita. Sé que el sol seguirá iluminando las calles que ya no fatigaré, así como hoy alumbra todos los rincones que no son ni serán para mí. Un poco más tarde, iluminará quizá una tierra yerma y vacía. En algún momento, también será olvido, pena, nada. Otros soles nacerán, se desvanecerán, y el silencio se adueñará del tiempo. 

No importa demasiado. La mole de la montaña, la sutileza del mármol labrado, la paciencia de la cascada, el temblor del cuerpo deseado y el rumor de la selva no sirven a la causa de la vanidad sino a la de la verdad. En un mundo corroído por la abyección , necesitamos la belleza para encontrar esa razón que es cierta y valiosa. La belleza que defiende del cinismo y la jovialidad que lo ignora son las caras de una moneda con las que el ser acuña su breve e irrepetible experiencia sobre la Tierra. La visión de lo bello es un enigma que refleja el que somos y la vida descansa en el infinito respeto a aquel misterio. Las armas que nos provee en el laberinto de existir son sus reflejos que dan pistas acerca de un lugar mejor, que pudiera ser éste. Difumina los venenos del resentimiento y la culpa que la mezquindad trata de inocular en cada vida. Destruye el hábito de los cortesanos del rencor ofreciendo una mirada amplia y limpia.

Mientras acabo esta entrada la luz se ha ido a otros lugares, el mar acuna las estrellas cercanas y la brisa aparece como el rastro de las líneas de costa ahora desaparecidas. La belleza importa y sin ella seremos menos, demediados, peores. Por ello, vuelvo el rostro hacia la ventana, tratando de vislumbrar entre las luces que forman el mapa de la noche los recuerdos del día, de la vida fuerte que no se pliega a teorías ni sofismas y nos sigue llamando entre la furia de las cosas y razones débiles, invocando nuestra libertad para que aprendamos a salvarla y a salvarnos con ella, en ella. Las luces tiemblan. Las aguas miran. Las formas pasan.



domingo, 5 de junio de 2022

Llegar primeros. 05.06.22

Criptomonedas. Tecnología genética, espacial. Big data. Nuevas formas de participación social y política. Revisionismos. Tomas de posición en el tema del día. Opiniones, opiniones, opiniones. Todo lo que gira en el mundo un día aparece girando aún más en un ruido de fondo agitado, un zumbido de ansiedad propio de los que deben estar siempre alerta para llegar primeros. Es el ruido sinuoso propio de las sociedades que se basan en un permanente olvido, conjeturo: Cuando no hay cimientos poderosos, todo se construye sobre ruinas en un proceso de reciclaje constante y se trata de una carrera universal en la que todos saben que el ganador se lo lleva todo, que quien llega primero vindica todo el botín y a los demás les queda abrazar el aire y esperar la próxima oportunidad hasta el siguiente olvido.

Puede ser que yo también sienta un vacío y el tiempo me gaste con su implacable constancia. Hay un proceso paulatino por el que uno se va separando de lo que percibe como ubicuo y trata de mirar más lejos hacia lo que importa. Quizá sea un engaño,  pero es cálido y dulce, la búsqueda de un Edén al que volver o a un futuro que dé una respuesta. También influye cada vez en la que uno no llegó a tiempo; duele menos volver a ese pasado y recrearlo en una felicidad que no existió que rehacer los planes hacia la tormenta que espera y tras la cual no sabemos nada. Cada adversidad es una oportunidad, dicen. Bien pudiera ser. Me parece que la angustia de ser primeros y desear resolver todos los asuntos de una forma sencilla y para siempre nos está doliendo. O me duele. Preocuparme que pensarán de mí, que será mañana, si mi tristeza que odio dejará de ladrar, si cesarán las preocupaciones que no sé evitar, si el dolor dormirá algún día.

Hay una brisa fresca que acaricia la desembocadura del río. Una masa de gente sale sonriente de un concierto y me alegro por ellos con cierta envidia sana. Las luces de los coches en filas lentas se mezcla con las de los edificios del fondo recortado en nubes oscuras. A pesar de todo, siempre hay momentos para descansar de uno mismo sin la presión de tener que ganar, que llegar primero, que demostrar algo. Acaso la respuesta esté en la misma noche, que esconde lo que habita. Cerrar los ojos y aceptar lo que venga para hacerle frente con las armas que sepamos empuñar. Sentir la vida fluyendo ahora, porque no hay más que ahora y en un baile de armonía, dejarlo estar y aliviarlo todo con el desprecio del ser hasta que la conciencia se diluya a su propio ritmo y después caminar hacia la estrella que nos llama, libres ya de recuerdo, ilusión y de la servidumbre de tener que ser los vencedores que se lo llevan todo, los que arrasan con todo.



jueves, 2 de junio de 2022

Dos de Junio. El mal ladrón



Recuerdo vivamente una reflexión de José Saramago en El evangelio según Jesucristo. Habla de Dimas, el mal ladrón crucificado junto al Cristo, un hombre admirable que no quiso colocar todo el peso de su vida en la balanza del último instante, dar ni pedir tregua al destino. Como gesto de suprema libertad, renunció al paraíso si significaba renegar de su elección, y le negó la mirada.

Me acuerdo de esa afilada descripción cuando veo los festivales de la virtud, que son los de la ira avergonzada que trata de disfrazarse. Pocos han sabido resistir la marea que nos empuja, las mayorías que se agrandan al tiempo que se autoconvencen. Desde luego, han pagado su precio por ello. Después, el reflujo trajo otros restos y quienes no sufrieron el azote antes, se otorgan la portavocía de la nueva muchedumbre. Narran sus desdichas, la víctima es el héroe de nuestro tiempo, detallan como fueron empujados al mal y a la tentación por otros. Los que no tragaron no serán oídos. La voz de la masa es la voz del instante, porque es el instante el que convoca a la masa y necesita su agitación perpetua. Por eso la fuerza más poderosa que mueve al mundo es la mentira.

En fin, escribo generalidades y soy injusto con unos pocos justos que merecen admiración. Es solo que la mueca amarga del arrepentimiento es menos fotogénica que las lágrimas enrabietadas, que el ocaso se desliza bajo los muebles y una solitaria luz tiembla allá a lo lejos y se perderá para siempre. Hay veces que escribir es escribir en la oscuridad sin pensarlo mucho. Yo doy todas mis palabras por un hombre en paz. En los ventanales frente a mi balcon, la luz del crepúsculo se contorsiona y convoca un brillo extraño. Me gusta pensar que es el reflejo del mundo real y que la verdad fugaz que muestra retornará algún día de la nueva primavera, cuando una lluvia cálida se posará sobre las generosas lágrimas.