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lunes, 26 de noviembre de 2018

26 de noviembre. El hombre de la calle.


El hombre de la calle, ese silencio andante
Que escruta los diarios y se pierde en las redes,
Con el paso de los años finge animarse y dice
Que su memoria azul ya no se desvanece.

Sigue siendo honrado, aunque a veces mezquino;
Aún aspira al Edén aunque los hombros pesen.
Cuando el frío del norte aviva en él el fuego
de la amargura, la sorbe oscura y breve.

En la corriente de los días hizo un fuerte de barro
A base de costumbre, anhelo y frustración.
Cada semana acude maquinalmente al fútbol
Para encender en otros su dormido fulgor

Ya no quedan sueños en su mundo visible
Y es su rutina la cicatriz fiera que lo ata.
Desnudo y macilento, él contempla sumiso
A su tierra de sombra y a su cielo de paja.

El hombre corriente que hubiera preferido
vivir en otro tiempo de alegrías más lentas
más sabe que la pregunta nunca tuvo sentido
y la respuesta es el tiempo que fluyendo lo lleva.

El hombre de la calle se irritó cuando joven
E imagino islas de estío con corrientes suaves
Implacables los días apagaron sus luces
Y las nubes, hasta hoy, rigen su sombra grave.

Ya el hombre de la calle encendió hogueras
Ha salido del barrio y ha perdido su pan
Hundido en un sofá de tardes que se acaban
Viaja alegre al pasado y ya no llora más.

Quien sabrá ya sus pasiones de entonces
No habrá un licor que encienda el calor de los labios
Porque ahora la vida es lo que ocurre a solas
y el mundo un reino cruel que gobiernan extraños.

Y cuando el sol abúlico lo encuentre agonizante
Dando gritos de rabia en un banco del parque,
Sabrá el destino mustio la suerte de ese errante,
De su alma triste y sorda, del hombre de la calle.



domingo, 11 de noviembre de 2018

Empezar de nuevo. 11/11/18

El camino era oscuro. Avancé como me fue posible, entre riscos y jarales. Al fondo yace la fortaleza oscura, donde las pruebas son pronunciadas. Desde mi caída hacia allá avanzo, tratando de mantener la fortaleza y el buen ánimo, honrar a mis ancestros, recuperar la luz. Pero la noche cae pronta y las palabras no alimentan. Rezo a los dioses por que sostengan mi escudo fuerte y animen mi brazo exhausto cuando mi espada flaquee.

Quien acude a los juicios del destino debe ser humilde y asumir sus flaquezas. Alla los vientos aúllan las culpas y las paredes rocosas de su falda no admiten al arrogante o las argucias. Solo el espejo en la sala central otorga su bendición o condena a quienes son capaces de llegar a su estancia, decorada con fuentes que manan en la oscuridad y de paredes cuyo verdeante embrujo brilla en ondas. En el camino, me enfrentaré a los Enviados, fieras que acechan en el bosque y que son el reflejo de mis propios deseos, inseguridad, temor y desencantos. Confío en que mi espada podrá hacerles frente y purificar mis deficiencias.

La hora es tardía y el fuerte en la colina ofrece refugio. Voy a descansar allí, sin cejar en mi empeño y misión, para volar más lejos, para aspirar un aire más puro y para superar la prueba que me haga merecerla. Todo lo que soy, lo ofrezco hoy en ello, de camino hacia mi destino inevitable.

Dundalk sabe quien soy y todas las veces que he caído, pero me anima a querer ser mejor y a llegar a ser quien soy. Y yo, con la fuerza que el amor dispone, doy todo mi ser para llegar a ella.