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martes, 28 de febrero de 2023

Comer a solas. 28 de febrero.

Esta no es una entrada sobre la nutrición o la salud. Tampoco trata del capitalismo; a estas alturas de la historia, me parece que se ha convertido en una flatus vocis que encubre cualquier apelación concreta en una bruma espesa. Quisiera que fuera de otra forma, pero trata sobre la tristeza. Detesto la tristeza, miedo sublimado, mas no puedo evitar la nube de melancolía que marchita los frutos del tiempo malgastados. Hay veces que una extrañeza completa cruza la mente y todo parece ajado, irreal. Entonces, llega a los brazos y al alma un cansancio infinito.

He ido antes a comprar fruta y comida a un supermercado antes. Es uno orgánico, amistoso, saludable, optimista, caro. En fin, el hecho es que tiene mesas para poder comer un preparado rápido que hacen allí, supongo que apetitoso y bueno. Pero ver las colas, la agrupación, el rito presuroso de un momento personal encauzado por el ritmo indiferente del trabajo me desazona. Esperamos haciendo colas, nos arracimamos en torno a plataformas áridas y a veces comemos pensando en otras cosas, sin tiempo, ni pausa, ni respiro. Solo parece flotar en el aire entonces una mansedumbre culpable, sueños demasiado lejanos, la sensación de que la vida se nos empequeñece mientras nos hacemos cruces por mantener la costumbre que hemos adoptado como un dique precario contra el desamparo.

No sé, igual dramatizo en exceso: esa ceremonia de la desesperación calmada me enturbia la mirada. Siento que la vida está ausente, que quiero estar a mil kilómetros de todo y dormir hasta que todo pase. No creo en conspiraciones, como norma general, pero parece como si todo conspirase para recordarnos lo fácil que es perderlo todo y el miedo que debemos sentir. Comer es para mí, repito que no soy un sibarita, un acto gozoso de pérdida de tiempo para ganarlo con vida propia y atesorarlo en el corazón. Entiendo que el ritmo de la vida impone carencias hasta cierto punto, pero me sigue sorprendiendo que nos estemos perdiendo por el miedo a perder. Tiendo a pluralizar, no debería: siento que no tiene sentido sentir que doy mi tiempo a una maquinaria insaciable y quiero proteger mi libertad para que no se empape de los trabajos y las penas. Lo demás es comer a solas, vivir en un entorno aislado que apaga y una retórica inflamada que ni llama ni eleva.

La noche trae otra soledad, porque es la soledad misma. Recuerdo una cita de Karl Mannheim, traída como por la brisa,

Por todas partes, la gente espera a un mesías, y el aire está cargado de las promesas de profetas grandes o menores... todos compartimos la misma suerte: llevamos dentro más amor, y sobre todo más anhelo, de lo que la sociedad actual puede colmar. Todos hemos madurado para algo, y no hay nadie que recoja el fruto...

Pero también ofrece la noche en su seno un rumor lleno de promesa, antes de que el sueño nos ofrezca una tregua y el cielo una sábana donde encogernos y cerrar los ojos para no estar solos ni preocuparnos más.





Extrañeza completa. 

viernes, 24 de febrero de 2023

El cordel invisible. 24 de febrero.

He estado escuchando antes el fabuloso podcast de Leontxo García, La vida en jaque ,que trataba de la feroz rivalidad de Kárpov y Kaspárov esta vez. El hecho es que Kaspárov viene a contar que cuando era niño su vida parecía encaminarse a la música, como era tradición en la familia de su padre. Luego, diversas circunstancias, la vida pasando, un tablero y el hechizo de un mundo desconocido empujaron a ese chico al ajedrez, donde reveló un talento genial. Las causas fueron anudando trazos y cordeles imperceptibles y el deseo, la posibilidad, la fortuna unieron puntos en armonía. Puede decirse que fue llevado por un camino, que encontró al final su destino... 

No creo en el destino. Puede que sea un asunto más semántico que conceptual, pero no creo que no tengamos caminos sin salida, oportunidades que llegaron demasiado pronto o demasiado tarde, enredos de nosotros mismos que nos atrapan, hilos de promesa abruptamente cortados, caminos abortados que eran tan nuestros como el que fue al final. Simplemente, no podemos verlos. Vemos el cordel luminoso del triunfo, la voluntad satisfecha, la narrativa completa en un círculo más o menos coherente. No vemos donde el talento no encontró su vocación y se agostó en otras penas, los esfuerzos inútiles, las causas fatales que truncan en conjunción una esperanza, una promesa, una vida. Creo que cada uno debe tener algún campo en el que destaque sobremanera...y la mayoría de nosotros no lo ha encontrado. Peor, si me miro a mí mismo sin autocompasión ni mansedumbre sobre mi desdicha, veo que ni siquiera lo he intentado. Quizá tenía miedo de comprobar que no servía, puede que la voz interior me engañase haciéndome creer que no valía la pena, o creí que tendría más tiempo antes de que el tiempo me arrollara.

Pero no es tan trágico. He vivido rodeado de prodigios y he conservado la mirada para reconocerlos. A cambio de no destacar en nada he sentido la curiosidad que alivia de la pesadumbre de vivir una única vida. Como un centinela de una fortaleza casi derruida en un desierto, en la noche he encendido hogueras para que figuras sinuosas se aparecieran en ellas, siendo mi única compañía, antes de que también se consumieran, dejándome solo de nuevo, pero en paz bajo el embrujo de su magia resonando en un eco venerable, sintiendo una alegría duradera y profunda que acaso se remonte hasta el seno del tiempo, mientras las estrellas velaban mi cansancio. No he querido escuchar una llamada de mi alma, no he sabido lo que es sentir una vocación, no he deseado el destino ni que existiera, he sorbido largos tragos de tristeza, pero he sentido la vida que palpita más allá de horizontes y líneas de edificios, de este mundo y de todos los otros que existan. Un cordel invisible no me ha llevado a ningún otro lugar, pero me sostuvo en pie. Y puede que nada de lo demás importe.

Caminan como sombras por el paseo de la playa. El crepúsculo ha dejado paso a una noche azul y las olas golpean con quietud arenas cansadas. Iniciamos causas, las mezclamos con otras, se pierden, se unen, se repelen, se caen, se muestran en ocasiones. Sobre nosotros, el cielo que a veces nos deja fingir como si fuera nuestro. Dentro de nosotros, una voluntad libre y en ocasiones débil, otras irresistible y alta. Y mientras el sol pálido anuncia un nuevo día desde el lecho del mar, quizá mañana haya una luz que nos dé una dirección, y una melodía que nos traiga la paz. 




domingo, 19 de febrero de 2023

La Gran Catástrofe. 19.02.23.

De todos los géneros costumbristas, hay uno que resulta especialmente fructífero y exitoso. Es el esparcimiento de culpas generales acerca de cualquier revés o fracaso por parte del responsable de que ese fracaso no acontezca. La bronca constante del elegido a los ciudadanos que lo eligieron para buscar mejoras y soluciones. En otras palabras, la reinversión de una frustración inducida en agitación contra los  causantes de males brumosos, genéricos, creados. La confusión interesada de roles necesarios para que una comunidad prospere  en una confusión en la que las minorías organizadas saquean a la mayoría, a menudo en su nombre. Para ello, nada resulta más útil que la apelación a la Gran Catástrofe, el fin de todo, los eventos inminentes de destrucción que requieren que pocos dirijan a todos, sin preguntas, sin dudas, sin conciencia.

Que queréis que os diga: vengo de un país especialmente dotado para diseñar sistemas de irresponsabilidades y gestión creativa de la culpa. Sé que existen problemas acuciantes que requieren medidas difíciles y cuidadosos exámenes. Pero los asuntos reales no se salvarán con retórica financiada ni propaganda ruin. Quizá estemos más cerca de resolverlos cuando asumamos que nunca se podran resolver todos del todo y hemos de convivir con el mal menor y las atroces realidades de la vida, ocultadas por los mismos que desean levantar figuras espectrales de terror inminente

Uno se hace mayor y cada vez lleva peor la actitud de los hombres huecos de los que advirtió Eliot, gente sin imaginación ni compasión que prescribe recetas inútiles con suficiencia. El humanismo es eclipsado tras talismanes de toda laya. La profusión de mascaras de falsa virtud enervan. Lo ruin y oscuro resulta natural y lo hermoso nos parece mentira. Demagogos mezquinos pretenden que desastres que no han sucedido condicionen la forma de vivir y pensar con formulas que nunca se aplican a ellos mismos, ¿hay otra forma más elocuente de sugerir que no debemos confiar en quien no se juega nada, quien pretende que otros pechen con las consecuencias de sus acciones superficiales y frívolas? 

Viven expectantes de que vivamos esperando una hecatombe para salvarnos y cuando no pueden, echar sus culpas sobre tabúes ridículos. Pasamos los días recreando futuros que aún no han llegado compadeciéndonos de nuestra desgracia inevitable en lugar de buscar medios para evitarla; otra forma de decir que ocurren para que quienes los pregonan saquen ventaja de su explotación abyecta, traficantes de la culpa y la ansiedad colectiva. La Gran Catástrofe se dibuja cada mañana en portadas falsas y ojos apagados. Las fuerzas se agotan en el pavor contra las sombras y la queja difumina la cólera santa que contribuye a pelear de veras contra las adversidades de la vida. Las palabras se gastan. Las manos se crispan. La mar oculta en su seno la verdad y las respuestas que no queremos ver. Pero aún nada se ha dicho del todo. Un rumor nocturno acaricia el puerto y aunque lo peor haya de venir, aún tendremos fuerza para luchar y para morder el polvo, mientras respiremos.




jueves, 16 de febrero de 2023

Una conversación del pasado. 16/02/2023.

Donde quiera que vamos, la realidad nos muestra su grandeza e indiferencia terrible a la vez que pequeñas muestras que sirven de símiles de aquella inabarcable, inefable experiencia. Y uno no conoce naturaleza más compleja que la humana. Ya sabéis lo del Barça pagando porque le dijeran que los árbitros iban de amarillo, o azul, o negro. Cada verdad es poliédrica y cada uno elige ciertos tonos y aristas. Lanzó al mar las mías. Creo que es un ejemplo altamente ilustrativo de la corrupción ambiental que respiramos cada día. La mentira que infecta la vida social y aún así, nos resulta preferible al frío, se ve.

Parece obvio que aparte de los acusados evidentes cuestiona la competición misma, ya cuestionada por quien no haya cerrado los ojos antes. No resulta plausible que de la noche a la mañana todo se desboque y ya han pasado por la puerta otras sospechas fundadas. Hay, además, antecedentes confirmados y penados.  Y no pasó nada. Creo que vamos a lo mismo, el maquillaje de la indignación impostada. Es el mismo eco, la misma conversación del pasado o con él acerca de todo para que nada cambie y la conciencia quede tranquila. Embotada. Vivir es fácil con los ojos cerrados.

No pasará nada, porque nunca pasa nada: el fútbol es importante en la vida de mucha gente. Eso conlleva muchas consecuencias, no todas malas, por supuesto. Que el poder de la emoción y el dinero confluyan conduce a lo más difícil de resistir, la tentación. Es insensato pretender que en torno a la competencia salvaje, la lucha de poder y la excitación de la muchedumbre no se requieren contrapesos para controlar el impulso humano. Pero así vivimos; confiando en la probidad del Señor Alcalde, Diputado, Presidente de turno. Las instituciones que cada comunidad trata de erigir en común no pueden asumir la probidad de quienes las gestionan o su ingenuidad perecerá con ellas. Pero quién castiga al leal y premia al taimado lleva en el pecado su penitencia; el ataque al todo para recoger los mejores restos del naufragio. También es interesante comprobar de nuevo como el sistema recompensa largamente a quienes viven de zaherirlo. 

No vivimos en una sociedad decente. La humillación constante del individuo por la masa, la mayoría, la gente se ha convertido en un género de moda. Las mismas masas se envilecen con excitaciones repentinas y adormecimientos duraderos, embotados en el miedo a que las cosas puedan cambiar, esclavos de la costumbre. Los protagonistas descubren con escándalo que en este casino se juega. Los líderes hacen juegos malabares para salvar la cara y mantener el chiringuito. La prensa no fiscaliza, se presta a recoger migajas de información que el poder, los poderes, disemina a conveniencia, o vende al mejor postor.  Por cierto, un poder que es incapaz de proteger a cualquier acusado. Es más, colabora con insidias en su ultraje. Los jueces miran de reojo. La Corte permanece en silencio. Los sospechosos alzan la mano y desatan las lenguas con declaraciones vacuas. La lejanía es insondable.

Supongo que se me ha ido la cabeza un tanto con la alegoría. En fin, palabras lanzadas a la noche. Qué le vamos a hacer. El río se esconde tras la bruma nocturna y un ruido de fondo lo acompaña todo, en un mundo en el que no parece haber más justicia que aquella que la fuerza procura, cuando la codicia y la semilla de la corrupción parecen todo lo que existe. La conversación del pasado, sobre la soledad y la rebeldía, el fracaso y la paz, se apaga en un eco sinuoso y tenue, esperando que un jirón de nube permita contemplar alguna solitaria estrella.




lunes, 13 de febrero de 2023

Un lugar en el mundo. Trece de febrero.

 ¿Abunda, o me lo parece a mí, la gente que acostumbra a hablar de lo que le rodea como un vertedero para darse lustre por comparación? Puede que lo exagere, pero el egotismo de la época parece tan asfixiante que requiere flores que nazcan de la basura, héroes que son víctimas (pues la víctima es el tipo heroico, hoy) de un entorno abyecto que realza la figura de quien estuvo inmerso en él. En fin, si bien lo piensas, es lo más antiguo del mundo. 

No deja de ser demasiado humana la necesidad de sentir algo valioso y perdurable en un entorno que gira alrededor de un olvido pertinaz y constante. Lo que me sorprende es lo fácilmente que hemos desechado la necesidad de algo hermoso, trascendente, elevado por encima de las palabras. Lo reemplazable y el reciclaje de experiencias han sustituido la verdad. Nunca fue tan hermosa la basura, ya se ha dicho. Supongo que la necesidad de la belleza se troca hoy en varias formas; la necesidad de ser admirado como la obra propia, por ejemplo. El narcisismo siempre ofrece atajos. Pero es simple chatarra: uno siempre elige.

Una tarea que haría la vida más amable sería tratar de encontrar un lugar en el mundo. Inefable y vasto, un lugar personal e irrepetible, aunque sea el más común de la tierra. Lo reconoceremos porque las palabras no serán capaces de definirlo o afrontarlo. Nada puede ser dicho de lo que despierta una emoción que parece recordarnos que hay algo en nosotros que escapa a la prisión de todos los días. Y no importa en absoluto.

Antes, salí a dar un paseo alrededor del curso del río. El cielo incendiado que antes del ocaso presagia el augurio de un nuevo principio recortaba los mástiles del navío antiguo, las grúas, los edificios grises y la masa deshecha de nubes. Mientras veía las aguas refulgir de oro, pensaba en la luz, la prodigiosa obra de la naturaleza, el despertar de la conciencia cuando vemos algo que no se sabe definir pero vibra una cuerda más allá del pensamiento y del sentimiento mismo. Un lugar en el mundo, quizá unos pocos. Acaso eso baste para una breve, precaria y buena vida humana.




martes, 7 de febrero de 2023

Ser nadie. 7 de febrero.






Cada panel que aparece en la foto detalla decenas de disposiciones legales de discriminación a los judíos alemanes. Hay muchos más, en esta sala del Museo Judío de Berlín, recogiendo centenares de ellas desde 1933.

No soy historiador, ni tampoco un pensador original (o no original), pero me temo que nadie tiene respuesta al asesinato industrial, detrayendo recursos en una guerra total para acelerar la destrucción de millones de humanos. Sin embargo, creo que leer en detalle el minucioso proceso de exclusión y acoso permite comprender un clima moral desquiciado, encubierto en minucias procedimentales, legajos, el torno sereno y tedioso de la Ley, la decisión de apartar, señalar, asfixiar a los declarados enemigos del pueblo. Ser nadie en los papeles raramente leídos de los reglamentos y las disposiciones escondidas en leyes secundarias, ser nadie en la estructura social que se construye arduamente y se destruye en sospechas y acusaciones, ser nadie en la comunidad es un paso estremecedor hacia la vuelta de esos nadies a la nada. Las fantasías humanas a menudo son ridículas, pero sus consecuencias siempre son verdaderas; somos la imagen que creemos que somos. Peor aún, los otros son lo que la mayoría deciden que sean.

Supongo que esa es la esencia del difuso concepto de la banalidad del mal: no el daño por el odio feroz, sino por la aceptación mansa de un estado de cosas perverso que avanza escabrosamente y va girando la tuerca hasta la asfixia total, cuando ya nada importa. La banalidad del mal es acaso el reverso siniestro de la banalidad del bien, omnipresente hoy: la idea de que los grandes fines se bastan a sí mismos y su consecución faculta para violentar la realidad concreta, que mañana será mejor.

Olvidamos muy pronto el veneno lento de la separación, el temor letal de las mayorías, la podredumbre del sentimiento cuando se usa para azuzar el rencor contra la fortuna adversa, la ira que se pretende santa contra la diferencia. Me temo que el manido concepto de diversidad esconde caminos más arduos que los del lugar común y la fotografía autocomplaciente de una sociedad atenazada por la incertidumbre. Espero que hayamos aprendido, aunque pocos aprenden en piel ajena. Pero si no...ay de nosotros. Ay de todos.

La ciudad aún conserva nieve, aunque ha salido el sol. Sobre todas las fosas sale el sol al cabo, golpea la lluvia y se posa la nieve, deseando quizá un ocaso que borre la tragedia y logre comenzar de nuevo para que los nadies vuelvan y todos sean... aunque sabe, sabes, sé, que ya se ha hecho demasiado tarde.

miércoles, 1 de febrero de 2023

A los caídos. Primero de febrero de 2023.

Esta es una versión libre del poema 'For the fallen', de Laurence Binyon.


No envejecerán como los que quedamos

Ni les pesará la edad ni les devorarán los años.

Veremos sus ojos en las cosas que amaron,

Llenarán de colores nuestro desencanto.


El corazón escondido los conoce y desvela

Como la noche triste conoce a las estrellas.

El crepúsculo desplegará calladamente olvido,

Ellos seguirán recordando quienes fuimos.


Ya no tienen la mesa donde pasar la tarde

En alegres bullicios que capturan el aire;

Duermen en costas lejanas donde reina el silencio

En paz y aroma suave, sin frustración ni miedo.


La inocencia que perdimos se quedará con ellos,

Con el fulgor del ángel bañaran los recuerdos

El poso que legaron a las horas más dulces

Liberando del tiempo su promesa y sus luces.


Somos los que seguimos retomando sus pasos

En la flor del momento y la brega del año

Atravesados de memorias que aladas nos elevan

Y en el naufragio que se acerca erguidos nos sujetan.


Donde muere el ocaso, caminaré en secreto

Al jardín inefable donde nacen los sueños,

Yacen los que cansados dejaron su caminar

Y ya reposan libres en el seno de su hogar.


Al final de todo caminarán su senda,

Con nosotros al lado, marcando la ribera,

Hasta que el sol decline en la cuna del mar

Y allá y allí siempre, permanecerán, hasta el final.