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martes, 30 de agosto de 2022

Opiniones y desvaríos. Noche estrellada del 30 de agosto.

Por alguna razón, parece difícil escapar de las opiniones de los otros y las propias. Sin embargo, no hay razón para ello: ¿qué gana uno dejándose la piel en una impresión fugaz? ¿Qué honor hay en añadir a la sucesión de confusiones otro equívoco más, como quien avienta la mies en la era? Desear trillar una afirmación más, reduciéndose a lo que su lengua declara en vez de lo que su brazo logra, es una declaración melancólica de impotencia. Y ese es parte del mundo que vivimos, fanfarrón y flojo.

Tengo para mí que Camus acertó de nuevo contraponiendo el sol inocente y jovial de su infancia al resentimiento hosco, que se nubla en su propia intención. Todo esfuerzo inútil provoca melancolía y la hipernovedad, la ansiedad por declarar opiniones es el más fútil empeño. Llegar a las manifestaciones concretas de la vida, una manzana, el sol, una sonrisa, un aroma, el gorjeo del agua, es penetrar la realidad con la alegría de invertir el tiempo en lo que acontece más allá del tiempo; acaso por eso dicen sabios que conocer es recordar.

Leí antes una frase estimable, "nunca la muerte formó parte de la vida como entonces". Entendiendo lo que quiere decir (creo), estoy en desacuerdo. La muerte es parte de la vida, su parte de ausencia, frío, pasado, olvido. No hay muerte y vida, solo hay vida. Es tan inmensa que contiene la muerte. Lo que no existe ha sido creado por y para nuestro miedo. Quizá por eso las opiniones, los muros contra lo que existe y la negación de lo que nos perturba, el rencor. No lo lograremos aquietar en el océano de 'lo actual ', pero es posible hacer de cada vida un sitio más habitable. Huye de la amargura, cobra coraje, confía y ten esperanza, agradece y no te agrandes, me digo. Los obstáculos son innumerables, pienso. Habrá que tratar de hacerlo lo mejor que se pueda. Opinar, sí, valorar acaso. Sólo lo necesario y útil. Lo demás, fruto agostado y pisoteado en el lodo de la moda de cualquier hora.

Desde esta ventana, el cielo está trufado de estrellas. Titilan misteriosas, ajenas a los insignificantes asuntos humanos y aún así agradezco que existan y su compañía en las horas sombrías y en los pensamientos más altos. Las aves nocturnas baten alas, el bosque aguarda. Un rumor de vida apaciguada y cierta corre con la brisa que une los ondulados campos. Uno se pregunta si no será el momento de variar el rumbo hacia poniente y atrapar esos momentos en redes de futuro. En cualquier caso, la ensoñación acaba pronto. El hielo o el fuego son ciertamente casi iguales y allá por donde cualquiera va, lleva consigo su novela.




martes, 23 de agosto de 2022

Los pequeños heroísmos. 23 de agosto.

Llevo unos días con pensamientos acerca de El señor de los anillos (en fin, cada uno con sus historias) y las confusiones de las traducciones de la mitología a lo audiovisual, indiscutible reino del hoy. Como llevo tiempo sin actualizar el sitio, vierto algunos pensamientos en una entrada breve.

Un mito no es sólo lo que recoge, sino una visión del mundo preestablecida que juzga superfluo añadirla en detalle; Borges observó que sería una vulgaridad que las narraciones árabes detallaran los camellos. Por ello, la poesía, la visión del mundo y su destino, la eucatástrofe y el sabor agridulce del sacrificio no son muy traducibles. En realidad, nada es transmisible tal cual es. Cada comunicación llena mas pierde una parte del caudal primero 

La historia de Tolkien, su mitología para un país que la tenía fragmentada, inserta en su lucha teológica del bien contra el mal la aventura y la desgracia, suertes de un plan que nos está vedado. No es nuestra labor conocerlos, sino dar un paso al frente cuando la época nos llama, si somos desafortunados, y si no, no cejar en la tarea de salvar al mundo cada día sin que nadie lo sepa. Acaso es esta mi visión de la aventura en el devenir de la Tierra Media llegada una edad más tranquila, sin tantos prodigios y terrores irresistibles: los pequeños actos de bondad salvan el mundo cada día. Sin más.

Temo que la épica (que, en sus momentos más altos, desborda el corazón de un modo más conmovedor que la lírica) se devalúe en una baratija de fragor y voluntad de poder en un recuento de acciones que inútilmente buscan aplacar un olvido. De su sacrificio la voluntad moderna ha aceptado que no es necesario porque su propia invocación perdona el dolor. Es justo al contrario. Por eso el mito lo disfraza, porque la belleza es el grado de lo terrible que podemos soportar. Las peleas quijotescas (en su peor sentido, ridículas) contra caricaturas no enaltecen a nadie. La serenidad inmutable contra el zumbido de ansiedad de fondo que erosiona el alma es una buena receta para la vida, aunque no exalte ni venda.

La tarde es calurosa, en un verano amable cuya calidez recuerda los días azules y el sol de la infancia. Las aves se suceden en las barandillas a lo largo del río y las nubes son traspasadas por la luz más limpia. Una suave brisa agita los mástiles y las briznas de hierba de los parques que recorren las gentes. Recibimos, acaso sin ser conscientes del todo los pródigos dones de la vida. La luz nos acoge y, como Sam en la hora más oscura en su travesía por una tierra hostil, nos dice que todo saldrá bien.

Allá, asomando entre las nubes por encima de un peñasco sombrí­o en lo alto de los montes, Sam vio de pronto una estrella blanca que titilaba. Tanta belleza, contemplada desde aquella tierra desolada e inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frí­o y ní­tido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era al fin y al cabo una cosa pequeña y transitoria, y que habí­a algo que ella nunca alcanzarí­a: la luz, y una belleza muy alta.

Que la estrella de la esperanza os acompañe siempre. Que así sea.






miércoles, 17 de agosto de 2022

Espejo. 17 de agosto,2022.

Que extraño ese conjuro del espejo
Cuando duerme la luz en el ocaso quieto,
Contra el indolente hueco de cualquier rincón triste.

Y uno...uno no sabe si hay un eco inaudible:
Las presencias que acarrea el corazón sabrán hacerse forma
Y mirarán como las recordábamos desde su tenue sombra.

Nos verán al ocaso desde la puerta en calma
Desvaneciendo lentos esa flor que aún nos llama,
Desde el cristal que tiembla por otro breve encuentro
Que en un abrazo alumbre lágrimas de recuerdo.

Que extraña es esa aurora que convoca el silencio.



domingo, 14 de agosto de 2022

La ciudad submarina (una fantasía). 14.8.

Bajo las ondas incansables del lago, yace una ciudad centelleante de brillo tranquilo. La noche de las aguas envuelve su magia en un conjuro que la oculta del sol y la mirada humana y la despierta al sueño. Sus picos afilados, como cristales silenciosos; sus edificios refulgen con líneas regulares que palpitan al vaivén de las corrientes juguetonas. Es tenue, distante y onírica.

Es la ciudad del sueño, de lo eterno y de la imaginación. Es la realidad misma una vez los límites de lo intuido se derriban. Todo lo que puede acontecer, acontece a su dictamen. Todos los momentos, todos los lugares y todas las ausencias se revelan en ondulaciones de luz mortecina que has visto en alguna ocasión en una duermevela que has olvidado. Estás aquí, allá, en esta forma de la realidad o en cualquiera de las otras que nos están vedadas. Este historia tiene infinitas variaciones, como tu vida, en una eternidad en la que, como en cualquier infinito, el tiempo ya no existe, modificado por el perpetuo latir de cada historia hasta disolverse. Dado que eres todo y todo puede ser contemplado, solo una cosa queda. En esta dimensión de la realidad, en este punto de los infinitos planos que se cruzan y pliegan entre ellos en una danza inconcebible, en el momento de tu percepción más íntima y profunda, llega a ser quien eres.

La ciudad que vive conmigo ahora mientras en esta versión tecleo esta historia se apaga bajo una sombra grisácea que hace nacer sombras, de gente, de formas fugaces, aves, parpadeos de neones, reflejos. Hay otras versiones de lo mismo que yo no conoceré en esta realidad, incendios, celebraciones, destrucción y otras rutinas, silencio y fragor, nobleza y perfidia, enigma y futuro, el baile de ilusiones y de realidades desconocidas que nacen en un lugar oculto y nos llevan en los momentos de una noche serena a imaginar un lugar que contemplaremos, en el que sufriremos y nos sentiremos perdidos hasta que llegue un día, que ya es hoy en alguna otra forma de la realidad, en el que nos alzaremos, brillaremos y finalmente, encontraremos todas las respuestas.




miércoles, 10 de agosto de 2022

Esclavos de lo nuevo. 10/08/2022.


Los antiguos levantaban catedrales porque tenían creencias. Hoy nos adormecemos a la sombra de muros precarios porque sólo nos quedan opiniones. La verdad, el dictamen de Heine, como todo aforismo, envuelve una verdad en una simplificación excesiva para que su mecha gane potencia. Lo cierto es que la hipernovedad y sus frutos han creado un sentimiento colectivo difícil de definir, de fascinación y temor al futuro. El futuro se ha convertido en un Dios cruel y exigente, a imagen y semejanza de sus cautivos fieles.

No obstante, hay a su vez una servidumbre acrítica hacia 'lo nuevo'. Parece que cualquier novedad debiera dirigirnos a una situación más auspiciosa. Pero la historia no progresa; simplemente, sigue adelante. La necesidad de cambios constantes y más radicales cada vez sólo puede conducir a la nada, lógicamente. Es allí cuando a la fascinación por lo novedoso se une el siniestro presagio del fin inminente y el refugio en el yo que crea una realidad para huir de la realidad. Uno piensa que esa prisión autoimpuesta demuestra que el peor temor es el miedo al miedo mismo.

Claro que influye la pobreza de experiencia que describió Walter Benjamin, sujeta a la inflación de cualquier cambio y en consecuencia cada vez menos valiosa. La costumbre y la tradición son irracionales, sin duda, pero el impulso adánico pretende que la realidad de todos se adapte a la escala vital de la vida del yo, que se pretende sin cargas...y, ay, deja la vida como una sombra tras demostrar que lo es postreramente, siempre tarde. Hay quienes ni siquiera llegan a la hipocresía; creen de corazón el discurso corriente y siguen felices disueltos en la marea. Para ellos, como para nosotros, las pruebas esperan y juntos deberemos afrontarlas. 

El desprestigio de la admiración que, como el amor, florecen lo que eligen y desprendiéndose, crean. La decadencia del ejemplo, el heroísmo, el honor, entendida cualquier jerarquía como violencia, como si el espíritu singular no tuviera el derecho y la obligación de dejar rastro. En fin, el desprestigio de lo que tiene raíces en busca de cualquier espejismo de alas significa que ninguna acción importa, porque será borrada pronto por la siguiente, como si tratáramos de escribir en el agua que fluye. La educación podría ser la herramienta que hiciera que la vida que está por venir fuera más llevadera, con dignidad y orgullo, sin el vitriolo innecesario que deforma cuanto toca simplemente por dejar una efigie mas hermosa. 

La ansiedad de un fin inminente y trágico logra un milagro infernal: agosta los brotes del futuro y la imaginación. Depende de nosotros no hacer que la ansiedad al futuro logre que la profecía se cumpla. 

No sé por qué he vomitado estas palabras a esta hora. Quizá yo también siento temor, las aves se esconden en la oscuridad, el viento también se ha ido y el rumor del mar ofrece un silencio amargo y siniestro. Espero que una luz se abra en la madrugada. Que nadie la vea, que sigilosa se abra camino contra la noche y la alborada la acoja, contra las pupilas deslumbradas de todos los que caminamos cansados, que la vida abra sus pétalos y llegue otro tiempo sin más temor que al terror ni más odio que al rencor, para que llegue un mundo alegre, distinto y nuevo.  

domingo, 7 de agosto de 2022

Tardes de domingo. 07/08/2022, 16:12

Por alguna clase de perversidad, de broma infinita, pareciese que nuestra mente goza tratando de escapar de sus confines. Puede que la plenitud sea olvidar todo excepto el lugar y el momento. De veras que no es sencillo. No se trata de no pensar, sino de evitar esos súbitos ramalazos de comprensión, trayendo un gozo o un malestar súbito que persisten incluso cuando hemos encontrado la razón de su existencia, traídos por una brisa invisible que mueve nuestras ramas en una llanura lejana a la que no sabemos acceder casi nunca.

Las tardes de casi cualquier domingo están formadas de esa sustancia extraña, al menos en mi caso. Resulta como si el aire fuera más espeso, una confusión peculiar que puede pasar por lucidez o por simple grito silencioso y calmado contra el segundo que nunca se demora. Avanza pesadamente, como un carro que tiene que avanzar entre dos aldeas por caminos embarrados. Es una masa informe de actos y mecánicas que parece expandirse en el momento para mañana ser sombra apenas, nada. Esa es la naturaleza del tiempo: volar cuando algo de propósito nos ocupa para después expandirse y ocupar una forma tranquila de alegría y detenerse como en un lago de ondas quietas para desaparecer entero en los días en los que nada nos alcanza ni agota. 

Gastamos los años y los años nos gastan. Hice algo de deporte, leí, he comido y he visto un poco de fútbol. Poco más da. Parece que mi mente ya recuerda el lunes de mañana y me trae un zumbido de ansiedad familiar que no cesa de rechinar y no sé por qué. Podría ir de nuevo al parque, caminar en una playa nublada o sentarme a ver la gente y la vida pasar. Lo haría, sería consciente y concentrado y no cesarían los impulsos de recordar otro día, otra semana que viene entre tumulto interno y hastío, búsqueda de profundidad en lo cercano y un sentido en lo lejano, en este tiempo turbio que desea hacer de la ansiedad virtud y de la infelicidad el signo de la probidad, porque la sumisión es la verdadera dicha. Veo caminar a grupos, parejas, algunos solitarios de camino al centro. El río acompaña indiferente sus cavilaciones sin ningún orden más allá de su propio fluir incesante. Los pájaros juegan y se alejan, los edificios laten en un silencio hueco y las ventanas abiertas dan a otras vidas. El bosque y el mar laten desde la lejanía y nosotros seguimos avanzando porque no hay donde retroceder o pausarse, con la mirada en la cúpula del cielo, los recuerdos en el corazón y caminando hacia una luz, agotados y aún fuertes, hechizados en el bosque de la perpetua promesa, caminando por sus bifurcaciones sin mirar atrás, caminando aún, sintiendo aún, volando como sombras en una densa bruma, en un mar de impresiones azotado por una lluvia constante, quebrados y confusos, como dentro de un sueño.  




jueves, 4 de agosto de 2022

El cuarto de atrás, o aprender a mirar. Cuatro de agosto




No es una obra maestra, supongo. Confieso que nunca he sabido lo que puede significar el término aplicado a la percepción general; el arte debiera ser una forma de comunicación entre el creador y el receptor, y en ese territorio ignoto, como una llanura nocturna iluminada de cuando en cuando por feroces rayos, los otros nada sabemos. Sí me resulta interesante por el juego que plantea, y porque lo he visto hace poco en el museo.

Según la tradición cristiana, Cristo resucitado se apareció a unos discípulos en Emaús, que no lo reconocieron hasta que partió el pan. La escena se desarrolla en segundo plano, en el recuadro superior izquierdo. Me abruma el talento de Velázquez de recoger el asombro de uno de ellos con solo un escorzo de la mano: la vida pura se manifiesta más vívidamente en los detalles. La mulata (así se llama el cuadro, o 'La cena de Emaús') muestra su sorpresa en ese momento. Todo lo que el artista ha creado en primer plano, su personaje, los cacharros de la cocina y la mesa se vuelcan en una parte alejada del cuadro y se iluminan con la revelación. No hay esplendor ni munificencia en la escena. Solo una verdad y lo cotidiano, que la verdad transforma en extraordinario.

Acaso aprender a mirar sea la lección suprema de la pintura, confundida por muchos, creo, en un intento fútil de representación absolutamente fiel de lo que existe... pero, ¿cómo podría ser eso? El mapa nunca puede ser el territorio. El privilegio del creador es escoger y la única suplantación de la realidad es la que cambia lo veraz por lo verdadero. Quizá esa sea la lección del día. La tarde aún no oscurece y muestra jirones rosados entre las suaves nubes. El río llega caudaloso a la mar y un rumor de aves, gentes y la vibración de la ciudad parece cubrir todo lo que existe. Bajo esa cúpula aparentemente anodina, la vida crea, golpea, sube, sufre, anhela y se abre camino. En todos los cuartos de atrás de todas las vidas hay llamadas a la concepción de un mundo nuevo. Los reflejos de los cristales de los edificios de oficinas recogen el brillo del ocaso que va declinando pesadamente y en sus formas curvadas y sus brillos esquivos, una puerta parece guiñar una oportunidad, una puerta que promete decirnos todo, si acaso llega el momento en el que estaremos listos para recibirlo.