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lunes, 31 de octubre de 2022

Alegría. 31 de Octubre, 2022.

Aquel que ha sorprendido en secreto la alegría
No podrá morir nunca.
Quienes avanzaron escarpados riscos y alzaron
Las manos en promesas que cancelaron el sordo agitar
De angustias que devoran por improbables tinieblas
Y tornaron la hastiada boca de pesar y vacío
Por el esfuerzo sin lamento de encontrar para otros
Ya no podrán morir.

Los que en la lluvia cedieron su pasado
Para que aquellos asustados se refugiaran
En la mentira con paz que condujo a la vida;
Quienes dieron alas a una duda grata y la arrostraron
Dignos y sin falta para que la hermandad prosperara,
Aunque supieran que al final, todo se perdería de nuevo.
Ni los que llamaron a la calma en la noche de ansiedad
Y vieron estrellas nacer en el precipicio de un amor funesto
Y cuando todo hubo acabado, el silencio miraron
Porque no hubo en su gesto miedo ni resplandor turbio:
Esos no morirán nunca.

No morirán los que dan su esperanza
Para que los hambrientos se colmen de luz en su oscuro paseo
Y ofrecen el fruto de su camino, que también se ha de agostar
Para que los dificultosos pasos de peregrino se aligeren.
Ni los que dieron al azar la flor de su corona, ni los que abrieron
En la falda de nieve un arduo sendero hacia el hogar tranquilo
Allá en la neblinosa cumbre.

Yo, que he conocido la fiereza sin fin
Y la hermosura salvaje del amanecer contra mi atormentada tierra
No me iré de su vibrante luz, ni perderé lo que atesoro.
Porque he conocido el brillo de la alegría
Seguirán sus encinas fuertes y sabias conmoviendo la aurora
Y aunque no sepa más, allí estarán mis labios
Prestos y bendecidos para sorber su delicado aroma
En una plegaria de arrojo y de febril euforia
Contemplando un ocaso incendiado...
Acaso el hoy no sea más que un rastrojo al viento
Inocente y que ha perdido conciencia de sí
Sobre la mar y no sea más que ausencia leve
Ausencia triste, como mi piel de niño.

Y tú, compañera, amigo, por mi amor os conjuro:
Viste y sirve al héroe que aún vive en tu alma.
No aceptes necios sueños ni te entregues al temblor sin fruto
Del alma de quien pasa los días refrenando su fulgor candente.
Rebélate contra la oscuridad, salta sobre el viento hacia la luz de luna
Y alcanza en un éxtasis de sacrificio la armonía,
Pues aquel que ha conocido el secreto sabor de la alegría
No morirá ya nunca.




sábado, 29 de octubre de 2022

Grandes esperanzas. 29.10.

Yo no sé qué ha de pensar quien lea estas entradas, normalmente echadas a un viento indiferente. La verdad es que surgen de ideas repentinas y tras unos minutos de reflexión y brochazos, un poco a humo de pajas. Ojalá lleven un poco de verdad, en ello confío. No hay habla sin misterio. El respeto a la humanidad pasa por el reconocimiento al misterio que yace y es cada ser humano. Acaso esto es relevante recordarlo siempre, cuando el temor inducido apoya el aislamiento y su discurso venenoso subyacente: el otro es un peligro. Nada puedo hacer contra el espíritu de este tiempo. Aspiro a ser inocente, es decir, no turbio. Es algo que he observado en la cultura hoy. El cinismo en todo, la impostación de dureza y dificultad deshonesta, superpuesta a la comodidad y el desvarío de la culpa traficada por mercachifles, pretendidos intendentes de la razón y la verdad como antes los de Dios mandaban a otros al fuego entre el contento de las multitudes.

Tiempos extraños en los que hablar de la floración de los árboles supone callar alevosías, escribió Brecht. No vivimos tiempos mucho más sensatos, me temo. Numerosas alevosías son celebradas o permitidas, en un afán contumaz por identificarlas con la verdadera vida y sepultando las flores en toneladas de basura. Siempre con buenas razones. El mejor engaño del diablo no es fingir que no existe; consiste en vestirse de ángel y apelar a la bondad infinita y militante, que no perdona nada. En nombre de la bondad se juzga, se golpea y se condena a quienes no cumplen los requisitos de la moda. Como si censores, inquisidores y verdugos de ayer no hubieran creído que la sangre de sus víctimas lavaría los pecados del mundo antes de llegar a otra utopía. Hasta la bondad es cínica: si no me cree el lector, pruebe a consumir los productos de entretenimiento actual, queja, rencor, culpa, hojarasca y farfolla que declara lo que no compromete y no arriesga lo que esconde un valor. No acaba de ser coherente: en la era de la sobreinformación, todo mérito es fácil de igualar y toda ansiedad está justificada en una pelea incesante contra un mundo fragmentado de egos débiles y agresivos.  Hoy, como en cualquier autoritarismo, la humanidad se comprime y pesa en común, como una masa de carne impulsiva, ignorante.

Hay otra bondad, la útil, la de quien se juega la piel. Esta revestida de candor. La falta de candor en el mundo hace de él un lugar más frío y silente, me parece. Es la virtud de tratar de transformar arduamente la casa que habitamos con compasión mientras los muros se caen y volver a levantarlos de nuevo y tratar de comprender. Perder la esperanza en virtud de la generosidad de su promesa, la pureza del ánimo. A mí me lleva a mis navidades pasadas, vacaciones en el pueblo, el frío en las eras, el humo de la lumbre y el hechizo del brasero, la compañía llena de sorpresas cotidianas y la alegría del corazón. Ojala el sol blanco de los inviernos de Castilla haya operado el prodigio que el sol de la infancia de Camus, para evitarme todo resentimiento. Pero es una tarea siempre incompleta, incesante.

Voy acabando mientras entra la madrugada, bajo los dinteles y sobre el cielo plagado de nubes. El silencio se ha posado en las aguas que corren al mar pesadamente, dejando una estela apenas visible, para llegar misteriosas a las luces que alumbran el extremo opuesto de la bahía. A pesar de todo, albergo, abrigo (que hermosa expresión) grandes esperanzas.  No sé qué será de nosotros, baqueteados por el mundo, en torno a dudas, insertos en un panóptico asfixiante en el que el histrión invalida la autenticidad, al vaivén de la incertidumbre, corneados por la vida, abrumados por el permanente estado de pánico, heridos, atropellados. Deseo que una bondad llene el mundo y permita la libertad de los otros, que haya un recuerdo amable, un trozo de pan y un humo de la lumbre de mi infancia alzándose entre la niebla de los días y la preocupación constante que el hoy impone para seguir mi camino, para volver a mi casa de entonces y construirla de nuevo.



martes, 25 de octubre de 2022

Invisibles flechas.

Hoy la tarde es ventosa y agita la fina cortina de lluvia en una oscuridad que sólo desafía el neón. Pasan las gentes, pasamos, encogidos los cuerpos, tapando las caras, buscando el refugio, el fuego de un hogar, un techo, un fin grato.

La diversidad e inmensidad de las causas me abruma. Se ve mejor en el mundo de la celebridad, el deporte; jugadores que pudieron tener mejor carrera, equipos sobre los que pendió el infortunio, euforias y tragedias que resuenan en el corazón de nuestra incertidumbre en su imitación de la vida.

Un pensamiento que viene a veces, traído por no sé qué brisa, es el de las veces que la casualidad me ha rozado y nunca lo sabré, cómo un segundo, un milímetro separa de un futuro que pudo ser, cielo e infierno ambos siempre posibles tras las revueltas del camino. Me gusta imaginar la oportunidad de una forma diluida y un vaivén, porque siempre vuelven, olas de un mar de posibilidades innumerables que contiene todo lo que pudimos ser y lo que acaso seremos, formando lo que somos, hicimos y formamos una luminosa estela. También como flechas invisibles, portan oportunidades e infortunios que pasan por nosotros un segundo antes o después, a milímetros de dónde estamos, cómo vibraciones en el aire que conmueven levemente sin saber por qué, causas que nunca sabremos. En ese temblor yace la levedad del ser, contrapunto a la robustez del segundo, que se desvanece imprimiendo una huella que queda para siempre.

Un pequeño cambio podría haber sedimentado una vida radicalmente diferente. Dicen que lo que es para ti no pasará de largo. Yo no lo sé. Lo que pienso es que viajamos por un rumbo azaroso en el que a veces estamos en el lugar correcto o desdichado. En algunos lugares, hay un auspicioso signo que nos ronda, que nos toca, nos roza o no nos alcanza. También hay perversos efectos peligrosos, el despiste de alguien que conduce, la ira de otro, el rumor inaudible de la desgracia. Parece una aventura diaria, puede verse así; en definitiva, es la vida. No creo que nunca sepa lo que pudo ser, más allá de los lamentos porque pienso que misteriosos reinos estaban para mí, ni sé como lo estoy haciendo, como aprovecho lo que me alcanza y de qué forma he seguido el camino a través del azar y el motivo. Quizá nuestras vidas siguen raíles invisibles, como migran los pájaros.

Sigue lloviendo y el viento azota mi ventana, en la que las gotas refractan la luz que llega del mundo afuera, el del camarote en el océano y la cumbre modesta en campos de niebla, la de la soledad de las ciudades y el silencio de las auroras, la gloria y el envilecimiento, la generación perpetua de causas y la frustración constante de efectos, de los que solo florece uno entre tantos, el mundo ancho y ajeno de la luz y la sombra. Allí penamos, sufrimos, apretamos los dientes, triunfamos. Tener fe en el rumbo. Amar la trama. Y no penar demasiado por las ocasiones que perdimos. Al final, bajo el repique de la lluvia y el silbido del viento, podemos aspirar a acabar llegando a donde nos esperan.




sábado, 22 de octubre de 2022

Excluidos de la red. 22/10/22.

Hemos visto cosas que nos helaron la sangre; mejor dicho, nos la hubieran helado si el mundo no la hubiera enturbiado tanto. Uno nunca sabe cuál es el punto exacto, menos malo, en el que la libertad y la necesidad encuentra su precario equilibrio para un momento concreto, antes de requerir una nueva reflexión a la luz de lo que acaba de acontecer después. En cualquier caso, quizá abusando de la ignorancia, creo que el miedo y la tecnología han traído y siguen acarreando novedades que se superponen y marchitan a una velocidad más rápida que la vida que nos forma, irremediablemente. Tampoco tendría mucha más importancia si no fuera porque el capitalismo moralista (orejas tiesas cada vez que los amos del cotarro intentan educarnos) llena su boca de inclusión, diversidad y aceptación: está, estamos excluyendo de hecho a los más vulnerables eliminando ciertas formas que han aprendido y añadiendo trabas con las nuevas, que no son fáciles para ellos de dominar.

Se ve en muchos aspectos y yo lo he visto relacionado sobre todo con personas mayores: para ir a pedir algo en un bar, usa el escáner en el código QR, reserva por internet y descarga tu entrada o tu bono, sabe los horarios descargando un archivo, obtén la información deseada en nuestra web. La vida fuera de la red es mejor porque es la vida. Sin embargo, a veces es necesario acudir a ella, aunque no creo que debiera ser obligado para las labores y tareas cotidianas.

A mí me parece triste y nocivo. Primero, por la compasión debida a quienes tienen menos medios; a la soledad de los viejos, añadimos mas barreras de incomprensión y dificultad, aislamiento y olvido. No creo que sea bueno cambiar los usos y costumbres sin dejar una cortesía abierta con quien no puede, o le cuesta mucho, adaptarse y ve que lo que hacía ahora es un desierto extraño. claro, es más barato. Si el papel lo soporta todo, una página de internet vale menos que nada y es el puro cambio materializado. El asunto es que debemos tener derecho a dejar de aprender para seguir en la misma fortuna. Tenemos derecho a no adaptarnos a la velocidad inhumana del reciclaje perpetuo, que vende apertura y oportunidad y ofrece precariedad e irrelevancia. 

No es que uno puede hacer mucho, pero supongo que, al menos, uno puede, si sabe, tratar de ayudar a los que pueda, cuando lo vea, y al tiempo reclamar una ayuda para los que no saben, como nosotros no sabemos de otras cosas. Es un tanto frustrante que el saber sobre lo real sea calderilla y la especulación sobre la expectativa infinita sea metal precioso.

Pero, también, me digo, eso no es la vida. La vida es lo que permanece tras las tormentas y cada generación ha conocido y conocerá las suyas. Hace seis días visité el Museo del Prado y bueno, ahí esta todo, como lo está en un libro de Ciencia, un Parque Botánico o un cartel que explica la historia de una ermita ignota o la historia de las sufragistas. Lo que el espíritu de los mejores ha legado al ser humano permanecerá y nos consuela de este mundo agrio. Lo demás, al cabo, no son sino problemas con los tramites porque hay que abaratar costes, porque hay que hacer dinero, porque tenemos miedo. Por eso hay que pedir mas consuelo en lo cotidiano y acudir al arte, la ciencia, la vida, para perder el temor y recordarnos las palabras del poderoso sabio que nos recuerda desde su muerte antigua que quien ha contemplado un día desde su alba a su ocaso, los ha visto todos.





martes, 18 de octubre de 2022

Muero por dentro.18.10.22.

Pasear entre muchedumbres es para mí una experiencia extraña, muy cercana a la angustia. No acabo de comprender si será por sentir que toda esa masa humana forma un gran conjunto compacto y bastante prescindible, si será que la individualidad se agota, con razón, ante la perspectiva de que lo que nos es más íntimo sea totalmente común y vulgar, quizá será que uno se siente completamente integrado en una conciencia común apenas divisible y al tiempo completamente solo, aislado entre muros irresistibles que no dejan pasar la voz y reflejan difuminadas siluetas en las formas que más allá son libres y precisas.

Muero por dentro cuando siento que mi tiempo se desperdicia entre estas angustias juveniles que ya no corresponden, ay, a mi edad real y a la que debería acompañar mi espíritu. Muero por dentro cuando veo el Tiempo que destrona a la belleza y las callosas manos de la experiencia ingrata carcomiendo la inocencia, si es que aún me queda. Muero por dentro cuando espero que morirse quizá sea un descanso y que ya se está haciendo demasiado tarde. Muero por dentro cuando sé que por mis faltas he abandonado la búsqueda que un día creí merecedora de pasión por un trozo de pan y la niebla en los ojos que a veces pasa para recordármelo es despejada por el engaño grande de la ambición y la comodidad. Muero, sangro por dentro, mientras escribo autocompasivas líneas que no cambiarán nada. 

También esto pasará muy pronto, tal la lluvia fina que acompaña los paseos nocturnos como hoy, bajo un cielo encapotado, melancólico, que se abrirá en un alba mañana, flor de otro día que ha de trae nuevas añoranzas, nuevos pesares, nuevos vacíos contra la tormenta interior que asola cada pensamiento, cada sentimiento que nace muerto en u campo sombrío, entre valles que ilumina el relámpago y el vendaval trae consigo las nuevas de un futuro que no está tan lejano en el que no sea sino ausencia leve, leve como los pasos que he dado en esta vida, lo mejor que supe, pero nunca bien, allá lejos, donde habite el olvido.  

jueves, 13 de octubre de 2022

Parole, parole... 10/13/22

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, aunque parece que la traducción del Verbo vendría del Logos, pues el evangelista, fuera quien fuese era próximo a las corrientes gnósticas que pretendían aunar la nueva vigorosa religión del Cristo con el mensaje venerable del santo pagano Platón. Pero bueno, es increíble: me desvío ya desde la primera frase. No venía a hablar de esto, pero en fin; lo escrito, escrito queda.

Me resulta claro y perturbador a un tiempo la tendencia de la época a luchar contra el reconocimiento de una realidad que nos envuelve juntos. Antes, los que sufrían, huían de ella, trataban de enmendarla, la condenaban, en fin, reconocían su sustancia misma para ser capaces de ser en ella y cambiarla. No sé si es por la Técnica, la Historia o el Espíritu del tiempo pero hoy me parece que existe una perversión atractiva en ampliar o minimizar a conveniencia el jardín de la experiencia y de añadir o podar las aristas necesarias, con diversos propósitos, muchos de ellos nobles. No obstante, no parece que nada bueno pueda salir de ahí. La víctima contra un poder superior indiferente no es nuestra negación del poder, sino el fruto de su indiferencia. La Ley de la gravedad es dura, pero es la ley, por decirlo de otro modo. Hay dos ámbitos que sufren esta desarmonía a mí entender. El mundo, la extensión cuasi interminable fuera de nosotros y el espíritu dentro de nuestra impaciencia por conocer y conocerse. Ambos son diversos y enigmáticos, coincidiendo en una encrucijada crucial: la palabra.

La palabra es nuestro instinto por conocer y transmitir lo que aprendemos y sabemos. De tal forma, debe contar con un acuerdo previo acerca de lo conocido y del marco en el que se lo conoce. Hoy, pareciese que eso son subproductos de una tarea más poderosa: crear un mundo, un mundo a la medida de cada uno. Aquel en el que las frustraciones, euforias, promesas y decepciones son arrimadas al gusto de nuestras sensaciones y deseos irremisibles. Siempre hemos convivido con gente que trata de usar las palabras para deformar la realidad en su interpretación imponiéndosela a otros. Hemos convivido con muestras arcaicas de lenguaje performativo, que crea lo que nombra. Pero dudo que en otro momento las palabras se hayan usado con tal profusión para ocultar, laminar, embellecer o negar lo común hasta un punto en el que es imposible un acuerdo mínimo acerca de la esencia misma de una verdad subyacente compartida y reconocida. El hechizo de las palabras puede ser usado como el más poderoso sentido de una justicia y una bondad que no tienen porque ser reales, ni buenas. La confusión de lo que existe y lo que yace debajo es siempre interesante, a condición de que la honestidad separe lo que está separado. Ay, muchos han usado su verbo para imponer la realidad a los otros y hacer sufrir lo que no existe y es deseable en la carne de los seres concretos. En nombre del ideal, reluciente y puro. Por algún motivo, hemos acordado que cuando la intención parece bella, todo está perdonado. Por eso los intelectuales suelen ser absolutamente tontos en aquello que importa. Por eso y por su débil y secular fascinación por la brutalidad, la pasión mas cobarde.

Y así vamos, en manos de los que tratan de moldear de forma grotesca lo que vemos, sentimos y pensamos en un torrente de palabras despegadas del sentido y superpuestas a la realidad para taparla con sangre, con temor o con odio. Pero no tiene porque ser así. Aunque se tienda a la simplificación, casi todas las desgracias de la gente provienen de no hablar claro. Y el resto, de mentir y mentirse. La luz de las tardes de otoño es intensa y lúcida. Bajo su bendición, el mar se aquieta y el rumor es un dulce susurro sereno y pausado, como los giros de las aves mientras las nubes se hacen girones. Sí, las palabras pueden destruir y crear. Pero a menudo lo único que perdura es el silencio. Y eso marca toda la diferencia.




domingo, 9 de octubre de 2022

Lo más mejor. Nueve de Octubre.

Hace tiempo, me interesaron los premios. Hay una bruma en muchos aspectos acerca de quien era yo en ese tiempo para quien soy ahora. Supongo que buscaba una orientación en tantas cosas que empezaban a abrirse a mí que las clasificaciones y las competiciones daban un cierto sentido a ese brujulear, qué escoger, qué desechar. Como con todo, luego cada uno elige sus propios recodos para formar su camino y el de nadie más. Pero todo lo que nos ha acompañando sigue ahí, aunque lejos, al mirar atrás.  

El caso es que quería hacer caso a los premiados y a los que premiaban, deseaba que lo que me gustaba más fuera lo mejor considerado, en fin, deseaba que mi gusto coincidiera con quienes se supone poseen los gustos más sofisticados. Los Oscars, los Nobel, los Cervantes, incluso el Balón de Oro. Entiendo que el drama es el producto más cotizado para vender cualquier producto, y yo consumía con un punto de excitación los debates, como si fuera parte en ellos o, ay, como si fuera uno de los que estaban en la liza. Hay un memorable verso de Pessoa 'y cuando había gente, era igual a la otra'. Imagino que también hay en la asfixiante tendencia a tener una opinión, a tener más razón, a ser mejor el miedo mas simple y primario: ser tan parecidos que sintamos ser nadie, como Odiseo en la gruta. Y contra ello, destacar por lo que hemos vivido, aguantado, agotado, penado y disfrutado. La mejor hamburguesa de Nueva York, la mejor vista de los fiordos, la aventura, el detalle que finge quedarse con nosotros precisamente porque no es cierto. Solo lo real nos acompaña, y es apenas visible. Lo otro, verduras de las eras que son atractivas al prometernos hacer sentirnos por un instante otros.

Quizá de esta rebelión contra la usura del tiempo, las bofetadas indiferentes de la fortuna y el reparto inicuo de caracteres y talentos, la inclemente persistencia de los errores irreparables y la conciencia de la fragilidad, los dones fortuitos y la malandanza de la providencia caprichosa que no logran la plenitud, el baile sobre los pedazos rotos del espejo interior y las cicatrices agridulces de la experiencia no quede más que una conciencia herida y alerta por la fragilidad de las cosas que desea gritar pero solo alcanza a susurrar que quiere ser, distinta y reconocida, celebrada y concreta. La ansiedad de diluirse es terrible y la tentación de resaltar la identidad es difícil de combatir. Extender la identidad de lo que somos a lo que defendemos, opinamos y jaleamos como lo mejor, como lo superior, como lo único.

Puede haber otro camino, empero. Hay un personaje misterioso en El señor de los anillos. Tom Bombadil. Mientras los seres pasan y el poder los alienta y destruye, Tom pasea por sus dominios, que son todos, jovial y despreocupado, poderoso e inocente. El anillo no tiene efecto en él, la guerra no le concierne. Desea ser grande siendo entero, siendo él en cada segundo y en cada cosa que hace, debatiendo la dilución del ser con la alegría que une los fragmentos quebrados. Nunca es fácil, pero así es. Y la compasión y la amabilidad. Ayer vi una película original y profunda, Everything Everywhere all at once (Todo a la vez en todas partes). Hay un fragmento en el que se muestra el coraje del que parece débil, el cortés, que guerrea tratando de que su batallón sean todos y nadie quede atrás. Creo que no hace falta ser el mejor, tener el mejor gusto o ganar o acertar premios. Lo que importa es ser uno, ser la mejor versión que uno puede ser y esperar, y ayudar, a que los otros también lo sean. Por ejemplo, la película citada me pareció fantástica, ¿qué cambiaría si otros me gustaron más o ganaron más premios? ¿Por qué dejarse la piel en esas futilidades para validar lo que no puede ser validado fuera de mí?

Ha llovido bastante durante el día y las gotas repicaban contra los cristales con fuerza. Daban una intensa sensación de calma y bienestar. La luz clarea algo mas, pero el ocaso del otoño cada vez es más temprano. Las aves surcan el cielo de nubes más lentamente y las gentes van arriba y abajo del paseo a lo largo del río algo encogidas por las ráfagas de viento y el frescor de Octubre. Cuando caiga la noche, ojos escrutarán la oscuridad y las luces que súbitamente aparecen en los edificios mojados. Una página más en la novela de todas las vidas. Y entonces, todo comenzará de nuevo.




 

miércoles, 5 de octubre de 2022

Los desenamoramientos. Cinco de Octubre, 2022.

Hemos hablado y oído mucho de los enamoramientos, lo que nos enlaza, pero quizá lo inverso sea aún más común. Que misteriosos son los meandros de las emociones, cuan cargados de lo que no se dijo pero fue oído en el silencio espeso por otros sentidos, agudizados por el dolor o el rencor, cuanto de lo que fue dicho sepultado en el silencio que la distancia entre los cuerpos puede incluso borrar. Qué imperceptibles y profundos son los temblores que acaban rompiendo lazos cuando comienzan, agudos, solitarios. Que temblor irascible cuando llegan al fin, como heraldos negros de una pasión avergonzada. Que distancia inmensa entre lo que estaba entrelazado y hoy son pedazos de vida rota, despojos en los salones de casas que amenazan ruina.

Nos enamoramos y nos desenamoramos constantemente, llevados por corrientes invisibles, encontrando y perdiendo, tal como le parece aquel que navega las aguas de una corriente embravecida. La infatuación puede prender por personas, lugares, momentos o la conjunción de una atmósfera especial y perdida para siempre. En cada vida. los vaivenes de lo que nos arrebata y pierde, nos deja y dejamos, deja el rastro de quienes somos, como pisadas leves en la nieve hacia una cumbre donde las ruinas de un antiguo castillo ofrecen abrigo contra el viento. 

No daré (por esta vez) opiniones sobre lo que desconozco. Muchas jugadoras de la selección española de fútbol femenino rechazan a su seleccionador. El campeón del mundo de ajedrez acusa a un rival de progresión meteórica de haber conseguido sus triunfos haciendo trampas, sin ninguna prueba para ello, al menos aún. Lo único que puedo decir es que si todos llegaran a querer explicar sus motivos a nosotros, que no compartimos los lazos rotos, nos parecerían seguramente razones pedestres, modestas, alejadas de los repiques de la traición o el estallido. Puede que fueran pequeñas razones que van acumulando una mecha, percepciones, impresiones, ideas que se van revelando después de dejar su muesca hasta que llega el punto en el que no hay nada que arreglar. Divago, lo sé, ya os dije, no sé lo que ha pasado. Me pregunto si el ajedrez me decepcionará ahora que ningún humano sabe jugarlo contra casi cualquier máquina, si ha perdido su brillo ahora que la fuerza bruta del cálculo desnudó el arte. En mi caso, no lo creo. Un requisito del enamoramiento es la admiración por un misterio y mis dones para el juego son demasiado escasos para creer que llegaré a cansarme de él. Pero quién sabe.

Llueve con desesperación contra el fin de la tarde. El cielo gris encapotado trae un viento que silba contra los cristales y las junturas de las ventanas, los portales y el silencio rudo de los solares, quietas las máquinas que los labran día a día para edificar y levantar vigas y cristales. Quizá la lluvia sea, como la música, una misteriosa forma del tiempo; cuando cae así, parece que el mundo y su marcha tienen otra cara. Es fácil enamorarse de las cosas del mundo, pero a veces enamorarse del mundo mismo parece lo más difícil. Es arduo admirar, apreciar, desear cuando vivimos inducidos por el desencanto por el mundo, inmersos en la resaca de su explosión hace décadas, viviendo aún como si la vida fuese un sueño espeso, aunque debiéramos saber que todo, y entre todo especialmente el sueño, es vida. 

Sigue lloviendo. Seguimos navegando en el tiempo y en la marcha de la vida, ganando y perdiendo, enamorando y enfriando el corazón, tantas veces sin saber por qué. No puedo saber cual es el propósito del corazón cuando se entristece en lugar de disfrutar de lo vivido. El único remedio a los desenamoramientos acaso sea la belleza, que despierta la parte de nosotros que aún desconocemos. La belleza y el humor, otra forma de ella que la hace cercana y amable. La belleza de una tarde de lluvia que eriza el lomo de la mar para buscar, entre la bruma gris y desconchada, una brizna de luz que nos traiga un misterio que sea una promesa. 




sábado, 1 de octubre de 2022

Las estrellas. Primero de Octubre.





Busco lo cercano en lo lejano.
Voluntad de cambio en lo que nunca se conmueve,
El espejo del día en la gélida noche,
El arduo aliento de la hora en las estrellas.

Ellas me consuelan de este pasar distante
La órbita desencadenada entre lo que ocurre y siento,
Su indiferente maravilla que atesora la luz
Que luego deja huérfanas las formas que despierta.

Busco acaso respuestas en el cielo.
Más que un zahorí, un modesto eremita
Que desea ponerse en paz con Dios y ansía la Gracia,
Aprender que cada instante es profundo y entraña
Constelaciones de significados y un secreto mapa,
Semilla de todo lo que será, tumba de lo que pudo ser...

Y libre al fin de sí, esperar un ocaso para desvanecerse.


Las estrellas persisten su embrujo intacto y poderoso.
Nunca nos miran y no saben que existen,
Objetos celestes sin más espíritu que el humano deseo
De pervivir, de ser latente raíz bajo la nieve
Y despertar cuando la primavera fecunda los floridos campos.


La vida es frenesí en pos de otras quimeras;
No queda voluntad de escudriñar las sombras
Y mirar hacia el cielo es un vicio insolente
Una tarea perdida que no acarrea réditos
Ni espera ser compartida o ansiada.


Miro ese mar inmenso sobre nuestros ojos,
Y sé que nunca veré lo que ha ocurrido
Allá en los amplios espacios donde el silencio reina
Sin saber de cuitas, desamparo o euforia.
Sólo ser sin saber que están siendo:
Libres de deseo, quizá merezcan alma.


El alma nos vestirá a nosotros cuando sepamos ver
En nuestra oscuridad en la que no clarea
El olvido, el temor, la dicha o el remordimiento;
Allá unirá su brillo al de los que habitan afuera,
Desde los aprendices de Ur, los babilonios, los caldeos,
Los que reposan después de largas jornadas olvidadas,
Todos los otros que contemplaron sin ser mirados nunca.
Ojos que fueron huesos, huesos que fueron polvo, polvo que siempre es nada.
Tan invisibles y perdidos sin saber que lo estamos,

Sedientos de miradas, de luz y de consuelo,
Hijos de las estrellas,
Hogueras perpetuas de fulgor y silencios,
Refulgentes esferas de desdén atávico,
Oh, madres frustradas de un perpetuo vacío.