Translate

martes, 20 de agosto de 2019

20 de agosto. Los años sin nosotros.




Al fin llegará un día sin plomo en las entrañas
En el que el hielo ceda y cuando la fuente cante
Mientras el sol cubre de oro las hojas que sonríen
Y el aire será puro y gorjearán las aves.

Pasaremos los días como héroes antiguos
Y no habrá temor que frene ni faltará insolencia
Como un cometa errante prenderemos la noche
Y ofrendaremos al desastre con desdén y soberbia

Pero ellos siempre alcanzan. Es la herida su precio.
Y no hay parapeto que resguarde de la mirada fría
Del centauro que guarda los bosques del recuerdo
Y lleva en ristre fiero la lanza de la melancolía

Porque es locura querer cercar el aire en un inmenso abrazo
O tratar de detener el tiempo en un lazo de anhelo
El postrero ocaso que muestra declinante esa luz lenta
Nos cerrará dulce los ojos con sus rosados dedos.

En el espejo silente de una buhardilla sin orden
Abrevarán las imágenes donde fuimos un brillo
Pues la luz de otras tardes desvelará en su manto
La incandescencia súbita de un recuerdo dormido.

Allí caeremos como hojarasca en un parque de olvido
Y otras luminarias en la niebla llegarán a estos puertos
Pues es el rito de la mar la marea, escondiendo en calma
De los que antaño navegaron sus desgastados pecios.

Se irán perdiendo en el tiempo las marcas del pasado
Y en el campo la grama reclamará su terreno
El otoño dará al tiempo su vestido de tierra
Mientras de algún rincón surge ese lejano eco;
Serán, mientras crepitan en una sala desconchada
Todos los gestos leves que fuimos dando al fuego.

La alegría volverá, como suele, sin saber de donde
Y la algarabía llenará de luces unas sienes de plata
Los recuerdos y un futuro pleno se hablarán a los ojos
Y jugarán ingenuos en su presente, donde alzarán su casa.

Serán días de flores. El bocado del tedio hallará carne viva
En la que no ha de desgarrar ni encontrar su presa
Porque no hay mal que descarrile una pasión de niño
Ni sombra que pesar pueda sobre su promesa cierta.

Luego, la hora de aprender, de pelear y ser herido
De despreciar el día con emociones que estallen
Y volver a empezar después, sabios y vivos
Otro esplendor callado cuando los inviernos cansen
Y los laureles sean sometidos
Y los fracasos pasen.

Al cabo, allí será la vida, y será el juego y el cuidado
El aroma de armonía y del sosiego el poso. 
¡Cuánto ha de besar la aurora esta tierra bendita!
Esta tierra dorada, los años sin nosotros.

sábado, 3 de agosto de 2019

Un día en la prisión. 03/08/2019.

Las ventanas al verano son las que nosotros deseamos.

Canta Bob Dylan que siente que este mundo es una prisión; algunos somos reclusos, otros somos guardias. Me acuerdo de la idea del panóptico de Michel Foucault (basada en el diseño utópico anterior) , esa estructura desde donde arriba todo es visible. No hay escondite para el necio ni para el sabio y cuanto sucede bajo el sol es registrado, filmado o escrito por alguien. Quien está allá arriba, no lo sé, quizá un simple trono vacío y una capa de armiño deslizada en él. Pero creo que me convierto en guarda de mi mismo, y renuncio a la fortaleza de la soledad por un túnel en el que de cuando en cuando hay pasillos transparentes. Enclaustrados en celdas de yo y ansiedad (alguna vez fue diferente?) vemos las escaleras hacia otros lugares, pero ascender por ellas solo te muestra que detrás de los muros hay otros más grandes. Esa ansiedad por ascender, ese desprecio por uno mismo cuando al aire no es aún tan puro, ese jadeo inasequible a la duda, mellan la armadura. Está construída de pretensión, engaño y deseo voraz. Alivia los golpes y trata inútilmente de ocultar el rostro verdadero a los guardianes, pero no deja caminar libre. Magullado por todas mis imperfecciones, aprieto los dientes y trato de ser enemigo de la guerra y la medalla, aunque sé que hay guerras que hay que librar y medallas merecidas. El fruto de la pelea contra todos, contra uno mismo, contra la mirada ubicua del panóptico y contra el temblor efímero de la belleza es una ansiedad recurrente y venenosa. Nos inyectamos autoayuda, filosofías del tocador, flores del mal. Auden escribió que en la prisión de los días, el libre debería aprender a alabar. No parece mala receta. Tender la mano y envainar la daga. Ser capaz de mirar hacia afuera con la comprensión y la compasión con que nos miramos y saber perdonarlo todo.

Dundalk es una celda escasa, llena de luz hoy. Voy a subir a los muros de la fortaleza y mirar como alguien hizo antes, el desierto de los tártaros. Habrá una ría, unas montañas verdes, nubes de paso y un azul pálido. Detrás estarán los muros, ya lo sé. Pero hoy voy a vivir como si no me importara.