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jueves, 31 de mayo de 2018

31 de mayo.

Todo el mundo debiera tener derecho a vivir la vida que desea, en la sociedad que anhela, de acuerdo a los principios que defiende. Me gustan las frases que parecen fofas de tanta blandura y esconden tanta perversidad.

Es difícil vivir tiempos interesantes donde la opinión está tan devaluada. Somos volubles como siempre y azuzados como nunca por el zumbido de la ansiedad, el parpadeo inconstante del presente, la información antes de ser desbastada que nos aplasta. El ciudadano, hoy, parece ser un esclavo de la ilusión del estímulo y su frustración sabiamente dosificada.

Y que más da, me digo. Trata de ser estoico y apañarte con tus propios problemas. Convive contigo mejor. Planta una semilla hacia el futuro. Aprende a morir, para cuando llegue tu hora.

Y es al fin del tiempo, la suma de todos los instantes la que puede formar la eternidad del presente. La imposible lucidez de su contemplación. Como los momentos los vivimos fragmentados y no los aceptamos más que en virtud de un futuro que nunca existe, nos parecen cortos. Si pudiéramos abrir las puertas de la percepción, se nos aparecerían infinitos. Pero eso exigiría que el deseo se despojara de su relación ficticia con la realidad, la falacia inventada por quienes temen. Pues es el miedo quien asegura que la vida, la sociedad y los principios sean hermosos. Porque borra la mayor parte del cuadro, ignorando la complejidad y nuestra naturaleza breve.

Es por eso que necesitamos los tiempos interesantes. Porque el aburrimiento es deseable para la sociedad pero mortífero para el individuo insignificante que ha de conocer la muerte y desea emoción, pasión, huella en el tiempo. Y por eso el ángel de la historia del que hablaba Walter Benjamin agita con sus alas un tiempo letal. Porque despierta la Historia. Y entonces no hay ya más espacio vital, ni decencia ni orgullo, hasta que los caídos despiertan y gritan en un silencio espeso que ya nunca conmoverá a nadie.

Dundalk pasea bajo nubes rosadas entre campos de flores amarillas.

miércoles, 23 de mayo de 2018

23 de mayo. Misantropías





Cuando no coincide ya
Cuando no coincide ya
la imagen que tienes de ti con lo que realmente es,
se comienza a detestar el proceso mecánico
y tus comportamientos.

Y las tristezas que superan la alegría de vivir
con los disgustos que comporta la existencia,
te entran ganas de viajar a espacios que no has visto
para entregar así a tu mente a un nuevo estadio de conciencia.



Hay algo extraño en lo que el tiempo hace en nosotros; sin pasar, pues él siempre es presente, alarga las diferencias y entrecruza momentos distintos mientras nos vamos alejando de ellos. Y cuando la imagen que tenías de ti no es la que realmente puedes ver ahora, el yo se hace elástico, fluido, difuso. Esa cualidad proteica del yo pareciera otorgar ciertas virtudes, templanza, tolerancia, calma. En la práctica, no suele funcionar así. Para dar consistencia a ese ego líquido, parecemos forjar un armazón de convicciones rígidas. El efecto es de choque, ignorantes ejércitos embistiendo por cada nimiedad, dispuestos a herir a otros a fin de no sufrir una mínima grieta. Y hacen bien, pues por esas grietas se escaparía su alma diluida.

Yo lo he observado en mí, como me voy resistiendo a aceptar otras razones, buscando subterfugios para negarlos, primando la fe (no la religiosa, o no solo) sobre las razones, sintiéndome airado, ofendido, con ganas de airar y ofender. Y me da miedo sucumbir a esa armadura llena de pinchos externos pero que mata por dentro. No quiero caer en las garras de un espíritu que podríamos llamar fascista por miedo a haber vaciado mi espíritu. Y no me refiero a cuestiones solo políticas, sino a actitudes respetuosas contra la ofensa y la humillación, la indecencia contra el sufrimiento de otros, la bajeza de querer pretender ser mejor que otros a cambio de defender lo contrario por soberbia.

Las redes sociales no ayudan, claro. Refuerzan un sentimiento grupal, simplifican todo, ofrecen consuelo y nos alivian de la carga de tener que ser nosotros cada segundo de nuestras vidas. Uno siente que allá afuera hay un océano oscuro de miedo y tristeza en el que la luz es esquiva y breve. Y detesta a casi todos, al genero humano en su conjunto, trata de cortar amarras con su naturaleza compartida. Se desespera. Y sin embargo, hay que pelear por encender esa luz temblorosa en la mar, me digo. Porque muchas veces, uno no sabe muy bien que hacer. Quizá sea la nobleza de espíritu el único ideal. Tratar de alcanzarlo, cultivar el alma (a eso se refiere originalmente la palabra "cultura"), sentir un respeto ilimitado por los demás, mostrar compasión y detestar la mentira (principalmente la del odio, que niega el vínculo de nuestra precaria condición humana).

Es tarde, a veces me digo. Por qué sigues pensando en esas cosas, si el tiempo acecha y los atardeceres aún te visitan sin que seas consciente de los dones que su contemplación trae. Y le digo a Dundalk que quizá sea cierto, pero en los mejores momentos me digo que hemos venido a la tierra con la única misión de tratar de llegar a ser lo mejores que podamos. Y mientras la música suena, los labios sienten el agua fresca de la vida y tratan de sonreír recordando con indulgencia aquel que ayer fuimos.

Me encuentro cada vez más lejos de mi hogar
Y pienso que perdí mi senda
Había tantos caminos...
Y vivía para andar y andaba para vivir
Empecé a encontrar a quien buscaba
Buscaba refugiarme una y otra vez

Contra el viento
Y encontré ese refugio

Contra el viento
Sigo caminando contra el viento
Soy más viejo ahora pero sigo caminando contra el viento



domingo, 20 de mayo de 2018

Palabras vacías. Domingo, 20 de mayo, 2018.

Sobre las palabras vamos posando un óxido, veneno
que la nube de su cumbre frena. Desviadas, vacías
Quieren viajar en un mar ebrio de memoria espeso
Mas no se reconocen, y declinan entre las grietas frías.

Ciegas, las voces querrían hundir su vigoroso filo
Y aparejar cimientos entre islas cautivas, muy lejanas
Creando un mapa intrépido de son y de latidos
Para darnos un pico en el que quebrar la mar helada.

La realidad, sin embargo, es ajena y distante:
Donde ayer hubo olas, hoy solo cabe abismo
Y los objetos se diluyen, y las palabras caen
Desnudas y quebradas, sin vuelo, sin vigor ni brillo.

Dicen que el fin del mundo acabará estruendoso y feroz
En el fuego del odio o en el hielo del silencio. Labios sin alas.
Sin embargo, la corrosión del habla deshace las sendas de la voz
Para convertir la noche en una mar de gritos que ya no dicen nada.

Así sea, pues. Cabalguemos los días sin saber de los otros
Y alcemos los altares del yo en los salones muertos.
Es tarde ya, no queda nada a donde regresar
Y furtivos vocablos mutilados vuelan rabiosos
Coronados de un azul que los va destruyendo
Sin amor, luz, madre, paraíso, estertor, mar.
Tal perros perdidos y sufrientes que se alejan misteriosos
Odres brillantes que ya no lamentan perder su vino viejo. 


Líquida, añorando alturas de encuentro profundo,
la verdad se desvanece entre miradas de humo. 




Zongar Gelfmiun, " La buena gente de Bahariye"*

*Bahariye es un barrio de Estambul. En su libro, "Las aves del futuro" Gelfmiun escribió acerca de las grandezas y miserias de la capital del Imperio al que pertenecía. La traducción de la traducción, con sus rimas forzadas, es mía. Ruego que se perdonen sus imperfecciones y expresiones mas forzadas.

martes, 15 de mayo de 2018

Hoguera de fé, hoguera de vanidades. 15 de Mayo, 2018

Leo justo ahora que ha muerto Tom Wolfe. Diría que echaremos de menos su espíritu sardónico y ácido, sino fuera porque vivimos en un mundo que no recuerda nada y presume de ello. Será otro hashtag masivo que se inflamará como una llama súbita y caerá igualmente breve.

He pensado estos días sobre esas llamas y esos acabamientos. Una secta marginal de un territorio marginal del Imperio se impuso a todo su poder a base de una fe ardiente y una trasmutación de todos los valores, el poder del Estado, el temor a la muerte, el desprecio a la marginación social y su olvido de las doctrinas sofisticadas en favor de una verdad simple y sin matices. Persecución, fieras, torturas, miedo, todo fue intentado durante casi tres siglos y al fin la fe de los creyentes se impuso. En menos de 100 años, el cristianismo había barrido a los cultos competidores.

Acaso sea esa fe sin rendijas la que hace morir la ilusión del tiempo. No somos más que ruinas andantes que se nutren del pasado de otros. Las nubes cambian, y las piedras nos gritan en un silencio al que nunca sabremos entrar. Han visto el espectro de las variedades humanas y han concluido que son un esfuerzo inútil para quedarnos junto a ellas; sin embargo seguimos agitando sombras, creyendo que algo quedara de nosotros, mientras una hoguera de vanidades crepita en un futuro inalcanzable mientras consume el presente, haciendo de nuestros huesos una memoria que nadie sabrá.

Sin embargo, no hay nada mas que esto, la sombra bajo la cruz ardorosa del tiempo y la fe en lo que podemos enmendar y como podemos arreglar nuestros destinos. Fuera de eso, nada se queja. Fuera de eso, todo queda.

Dundalk no es Roma, pero abre ventanas al destino común al que como una tribu temblorosa afrontamos.

lunes, 7 de mayo de 2018

El sacrificio.07/05/2018.

Muy pocos han apurado la hiel de su insignificancia consciente. Es muy fácil ser un soñador que cree que otros le miran y compadecen; por eso el mundo hoy esta lleno de vocacionales víctimas.

Asumir que para que haya quien conserve cosas valiosas, otros deben renunciar a ellas en virtud de su amor profesado es la tarea más ardua. No habrá quien sepa las ausencias, las dudas, los pesares que hace florecer. Y sin embargo, la flor en el filo del acantilado es más vigorosa que la que languidece en el trigal ahíto. Cuando todo esta lleno, el destino no trae nada más que la noticia futura de una caída, una flaqueza, el tiempo y su servidumbre a la nada.

Todo lo transfigura el sacrificio. Entregando su sudor en un altar vacío, levanta su empalizada contra el devenir y en su desbordamiento del ser, logra el encuentro y ese toque lo hace eterno. Es la embriaguez de la metamorfosis. El éxtasis de la redención en el otro hecho nuestro.

Cuando levantes cada día, trata de recordar el desprecio de lo que somos con el sacrificio por lo que podemos lograr ser en el vacío de la duda. Equilibra ambos con el tesón de un creyente, y muévete en el aire como quien danza libre, moviendo las nubes a su alrededor liviano.

Dundalk apaga sus coches y mira al mar en la noche cerrada.

sábado, 5 de mayo de 2018

Ulreich y las sinuosidades

Albert Camus, que luego fue faro de muchos, declaro que todo lo que sabia de moral y del ser humano lo había aprendido siendo porter. El balón y la vida a menudo no van por donde uno espera. El problema es que a veces la vida y el balón vienen por caminos transitados y traen un veneno suave. Algo así puede pasar en el fútbol, dos segundos de tragedia pesan más que 3 horas de épica en una eliminatoria. También nos puede pasar en la vida fuera del deporte, que es menos plena: una distracción, un momento de duda, una flaqueza. Pareciera que tuviéramos en las manos semillas de futuro y no las quisiésemos. Es normal. Elegir un camino es renunciar a los demás, y quien sabe si encontraremos mañana un muro. Yo he visto mucha gente sufrir de un tartamudeo vital, preferir su propio relato de las cosas repetido que tener que afrontar un fracaso. Aún lo sigo sufriendo a menudo. Me pregunto por qué, si ciertos estándares vitales están asegurados y la supervivencia no parece estar en juego. Quizá sea el miedo al perpetuo escrutinio de los otros, las portadas que culpan de una eliminación, los comentarios burlones acerca de otros, la culpa que este mundo parece segregar a toneladas para nunca aliviar el peso de la libertad. El peligro no es tanto recibir un gol, sino negarse a jugar hasta que sepamos ciertamente que no habrá dolor tras el resultado e instalarse en esa ensoñación.

No tiene mucho sentido analizar la jugada de Ulreich. Es un cantadón difícil de ver en una competición de alto nivel. Son además dos segundos, cuando todo es simple; la duda, la presión, el fallo. Fin. Sin embargo, la reacción al fallo es la que demostrará si merece la pena arriesgarse a los golpes. Espero que sí y se reponga. Esa desolación le pertenece, a él y a sus compañeros, no a quienes pasamos un rato viendo fútbol para tener un rato de ocio. Hacerse dueño de la tristeza propia, del futuro que moldea un error me parece una idea interesante. Nací en un país en el que merece más crédito el crítico que quien tiene iniciativa. Y no me parece justo. Ni bueno. Convierte al grupo en un coro griego ignorando las alturas que solo el individuo puede aspirar a alcanzar, al liberarse de la costumbre y el acuerdo. El deporte es la metáfora más alta de la igualdad humana. Su concepción como espectáculo revela las dificultades y promesas de construir un mejor nosotros.

Habrá más días como balones que vienen fáciles pero taimados, y plantarán en el porvenir dudas sobre el futuro. Es la vida, preocupaciones y logros cotidianos y de vez en cuando, fulguraciones asombrosas y golpes duros, como del odio de Dios. No queda sino salir a defender nuestra puerta, sabiendo que el balón nunca viene por donde lo esperas, y los demás tampoco. Sin olvidar que a veces, cuando vienen rasos y fáciles, también deberemos dar lo mejor de nosotros mismos.


Dundalk y yo vemos la foto, la soledad que exuda, y nos acordamos del precioso discurso de Teddy Roosevelt sobre el hombre en el estadio,

No es el crítico quien cuenta, ni el que señala con el dedo a quien tropieza o el que indica en qué cuestiones quien hace las cosas podría haberlas hecho mejor. El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena, cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre, el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez, porque no hay esfuerzo sin errores.

El que cuenta es el que lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, quien agota sus fuerzas en defensa de una causa noble: Aquel que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes logros y si no la tiene y falla, fracasa al menos atreviéndose al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota.

martes, 1 de mayo de 2018

Reflexión psicológicamente penetrante del Uno de Mayo.

Hasta la polla. Este tiempo no hay quien lo aguante. Estamos en mayo y no me voy a quitar el sayo hasta el día del juicio. Todo el rato igual, viento, gotas de lluvia, abrigándome como si estuviera pasando la navidad en Laponia y en casa viendo las sombras mientras pasa el tiempo y no hay quien se atreva a salir para ver calles vacías salvo por un gilipollas dando vueltas para llegar a ningún sitio.

El sol se esconde. El tiempo pasa. La lluvia moja. Las rosas son rojas. Y aquí estamos, Dundalk y yo abrigados con una manta encima jugando al cinquillo, con un resfriado de cojones y esperando que la primavera pase mientras me doy cabezazos contra la pared. Que insoportable es la levedad del ser y la pesadez de los cumulonimbos. Trato de sobrevivir a la ventisca y al vacío, amigos, Recen por mí.




Posdata: Todo es broma. Todo, menos la primera frase.