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lunes, 26 de marzo de 2018

Lunes santo, 26/03/2018.

No hay tal andar como buscar a Cristo. No sé que busco, pero sé que no lo he encontrado, y ese cristos, el pan de vida, puede ser la armonía, el amor familiar, el éxito o el sueño tranquilo de la conciencia en calma. En fin, es la fe, el alimento principal del ser humano, ese animal que cree en lo que no vió. No sé de que tejido están hecho estos días que me atrapan y velan. Sé que hubo un momento en que la realidad parecía un tanto ajena, separada de mí, presta para ser atrapada y sierva de mi deseo. Vivíamos como si la muerte no existiera. Hoy contemplo esa existencia igual de irreal, siendo tan accesible, pero ahora estoy dentro de ella como si fuera un liquido que ni mancha ni limpia; parte de un universo lleno de otros y perpetuamente inquieto. En esa contemplación frustrante de lo que soy en el diálogo con lo que quise ser ayer, en el tapiz incomprensible del tiempo, crece la búsqueda de la salvación. Nunca se ha ido. Pero ahora, el bosque de símbolos ofrece más flores, más brillantes, más fragantes. Suelen ser mentira. Y la descompensación entre los infinitos dones al alcance aparente de nuestros dedos y su negación, codificados en un enjambre de eslabones que nunca alcanzan el ser, forma el descontento de los días. El devenir hiere y aviva el hambre. Siento una necesidad más profunda, de luz, de afecto, de calor, de vida. E imploro el pan de vida que se ha de conceder a quienes renuncien a sus destinos, para que nada se pierda. La fuente mana en la noche y, animal sediento, busco su gorjeo cristalino entre cortinas de oscuridad y frío. Me abandono a mí mismo para renacer, recuperado, y agacho mi mirada para buscar la luz que queda cuando en mí se pone el sol.




Dundalk toca las campanas y conjura el viento, mientras yo fatigo las calles en busca de lo que nos falta.

lunes, 19 de marzo de 2018

San José y la agitación de la vida. 19/03.

Son tiempos brillantes y oscuros. Quizá la oscuridad brille y llame como una señal perversa hacia el abismo, una llamada entre voces ansiosas. Es un mundo compulsivo, vibrante y amargo.

Yo tenía un profesor que solía parar la clase cuando los niños que éramos  nos mostrábamos impulsivos, desaforados, ignorantes del espacio que el respeto a lo ajeno exige. Escribía la palabra CONTENCIÓN en el encerado y nos hablaba suavemente acerca de la vida. Hoy entiendo que su labor educativa era alta porque no era la vida tal y como es, sino la aspiración a vivir mejor, más hondo. Hoy el exceso llama a cada puerta y se cobra rehenes. No creo que nadie esté libre. Y así andamos, cojos, tratando de ganar carreras cuyas metas se retrasan para que no lleguemos nunca. Ser estoico nunca fue fácil, pero los antiguos tenían una ventaja: no nos conocieron para envidiarnos. El hombre hoy se asemeja a un bebé hiperestimulado con los ojos abiertos de par en par y el bostezo siempre presto, al tiempo. La ira, el desorden vital, el ansia de esclavitud y seguridad ante la incertidumbre, la ausencia del espíritu,el pavor a la finitud, la soledad sin fin, todo parece un cóctel preparado para agitarnos en un baile que parece embriagador y del que descubrimos al fin que consiste en nuestro temblor sin fondo.

Hoy es San José y su figura queda algo ensombrecida por el desprestigio cultural del padre, la autoridad y el gesto adusto. Pasado de moda, trata de reinventarse entre una fuente de perpetua juventud y el perdón por el pasado que trae una condena de lo que representa.

Dundalk lee esto que parece escrito sin un hilo ni senda. Yo no le digo nada, mientras me pregunto si esos fragmentos rotos del espejo interior dejaran de quemar algún día.


jueves, 15 de marzo de 2018

Idus de marzo, 2018.

Las turbaciones y sinsabores de la vida serían más soportables si no albergáramos la curiosa creencia en la inmensa felicidad ajena. Hoy vivimos en casas transparentes, mostrando una sonrisa bastante pánfila, estampas de vida simple, apenas sosteniendo el sudor que el mundo de ira que late debajo imprime en tantas sienes. Supongo que es un hechizo colectivo contra el frío: anhelamos contemplar fronteras de experiencias de otros que están ansiosos por compartirlas. Por eso los días pasan y las gradas atruenan; porque falta luz y aire, el pan y la sal, la alegría estoica que sonríe apenas porque sabe que lo que se siente no se exhibe.

Ay, no es fácil. Lo único peor que envejecer es seguir siendo un niño. Cuando ha muerto Stephen Hawking, me ha venido a la cabeza que veía videos en los que él trataba el Big Bang y otra voz enseñaba a configurar el UHF de la tele para poder ver las primeras partículas del universo chisporroteando sobre el fondo negro. Y luego, como traído por la ventolera me he acordado de un ejemplo que siempre me ha desconcertado en otros cuando viejos: la necesidad de buscar el calor de la juventud, su embrujo falso. Ser guías, faro, su flecha. Me pregunto por qué hay quien tiene necesidad de encontrar siempre una manada, aunque deba perderse. Y pido a Dios, si existe, tener salud y calma para aceptar el declive, cuando llegue, con paz y asombro, sin perder el tiempo ni pidiéndolo a quienes no lo tienen, aunque crean que lo pararán. No caer víctima de la ira de otros o propia, remar hacia el futuro, encontrar la flor del día en lo inesperado. Y no albergar rencor contra quien nos empieza a decir adiós mientras renace de nuevo para seducir a otros. Morir una vez, sin sucumbir cada mañana a los terrores que levanta la niebla diurna. Y caminar y dar muchos pasos, mientras se pueda.




Dundalk y yo miramos desde una esquina llegar el viento oscuro que traen los temibles idus de marzo desde las montañas peladas.

lunes, 5 de marzo de 2018

El opresor. 05/03.

“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos” Simone de Beauvoir. He leído esa frase ayer y me he quedado pensando. Pensando que tiene cojones. Basta una referencia esotérica al opresor, al poder, a lo etéreo, para que la gente se ponga estupenda. Hay una similar de Malcolm X, una inanidad semejante acerca de oprimidos que aman a su opresor. Obviemos (y es mucho obviar) que Simone de Beauvoir elogió opresiones tangibles y concretas (la URSS, para que vamos a hacernos los misteriosos). ¿Quién es ese opresor oculto?, ¿Quienes sus cómplices? Ser oprimido es fácil, el emisor y su audiencia se colocan su corona de espinas previamente podadas y se aúpan en el pedestal que disfrazan de cruz para agitar con más vigor el látigo.

Y muchos, quizá no tantos, ojalá, se inclinan por el victimismo y no por su responsabilidad en lo que llevan a cabo y su esfuerzo por llegar a ser quienes son, deseando estar oprimidos por el miedo en lugar de ser libres. El anhelo de esclavitud de la época y el inmenso rencor acumulado que rezuma el mundo forman una opresión voluntaria, la servidumbre perfecta: la de aquellos que creen en el mundo perfecto que nunca existirán y detestando la complejidad de la vida, se refugian en el discurso pobre de quienes aspiran a encontrar a un culpable concreto por sus zozobras. Tú, lector, yo, todos lo buscamos, sin encontrarlo nunca. Y a la gestión de esa insatisfacción perpetua y al equilibrio de apetencias y pesares lo llamamos vida. O lo llamaban, antes de que se nos convenciera de que lo merecemos todo.

Dundalk ofrece sus nubes cálidas para que la tarde las pinte y el mar sigue esperando que el sol duerma en su seno.

domingo, 4 de marzo de 2018

Por unos pocos milímetros. Cuatro de marzo.

No sigo el atletismo en esta época de esforzados runners, pero me ha dado pena la descalificación del corredor español en la final de 400 metros del campeonato del mundo. Debe ser una frustración enorme que el paciente esfuerzo de meses vaya al traste en unas décimas de segundo. Ignoro si la decisión es sensata o draconiana.

El deporte arrastra multitudes porque es un drama imprevisible que ejemplifica otras situaciones similares que todos vivimos, en un escenario de héroes, y está bien que así sea. Personalmente, creo que nunca me podré sustraer de su influjo, porque mi patria es mi infancia, y jugar distintos deportes era lo mejor que uno podía hacer con su tiempo. Pero eso no significa que estén tratando de convertirlo en otra cosa, un espectáculo tan reconfortante para masas ansiosas que ignora sus propios valores esenciales. A este paso, resultará en unos años tan ajeno a su espíritu original y distinto como pueda ser un concierto de un artista con humo y rayos láser de una tragedia de Sófocles. Es el signo de los tiempos, imagino. Y es un mal signo.

Cuando uno observa las airadas reacciones de una decisión en torno a una bandera (o a un escudo), sacrificando el único bien preciado que se nos ha concedido en esta tierra: ser individuos. Cuando uno escucha a un portugués trabajando para un club propiedad del Gobierno de Qatar hablar de que un mal arbitraje a un club de París es una ofensa a Francia. Cuando la belleza del juego se ensombrece porque los jugadores aprenden a no respetarla para hacer efigies más brillantes de ellos mismos...cuando todo eso sucede, el juego y su verdad deben esconderse en otros lugares. Lo demás es un discurso infantil a millones de personas que han renunciado a mirar las realidades que el deporte puede mostrar: que a veces otros son mejores que tú, que la injusticia existe, que la victoria al final no es para tanto, que importa más disfrutar el camino que desear llegar a la posada.

Ánimo a este chico, Husillos (ganarás muchas más carreras, seguro), y a tantos deportistas que quieren vencer y no pueden, porque solo hay un oro, y aún así persisten. Quizá hayan entendido mucho antes que los demás que quizá lo único importante es ganar y sin embargo al final siempre se pierde.

Dundalk se despereza y su viento alisa la nieve sucia en los arcenes.